La campaña impondrá el voto del miedo
El enfoque de la campaña de cada partido será crucial. A dos meses de las urnas la única certeza es la caída de Podemos
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Iniciar sesiónLa precampaña electoral ha arrancado sobre la premisa de una pretendida euforia del PSOE, sustentada en un propagandístico «efecto Moncloa» y en el brutal desplome previsto para Podemos; la previsión de un estancamiento en las expectativas de crecimiento del PP y su dificultad para ... superar el centenar de escaños (tiene 137 actualmente); la certeza de una potente entrada de Vox en el Parlamento con cerca del 10 por ciento de los votos prácticamente asegurado; y un crecimiento oscilante de Ciudadanos, que corre otra vez el eterno riesgo de ser sobredimensionado en los sondeos pese a tener garantizado un notable aumento del voto.
Temor a al bloqueo
El temor, una vez más, crece en torno al bloqueo político que pueda producirse para alcanzar la mayoría imprescindible de una investidura por el «empate técnico» que hoy ofrecerían el bloque de izquierda sumado al separatista, y el bloque de la derecha con PP, Ciudadanos y Vox. Nada novedoso respecto a lo que viene pronosticándose en las últimas semanas, y que ofrece más incertidumbre que certezas. Lo único seguro es que la campaña impondrá el «voto del miedo» como cláusula inexcusable, y sin matices, para el ciudadano: el miedo a la derecha contra el miedo a que Sánchez repita.
El enfoque de la campaña de cada partido será crucial. Días atrás, el responsable del CIS, José Félix Tezanos, coincidió con otros expertos en demoscopia electoral en un dato relevante: uno de cada cuatro votantes duda y no decide su voto hasta última hora , probablemente condicionado también por el contagio del «voto útil». Otro dato significativo, e imposible de pronosticar a dos meses de las elecciones, es que un simple tres por ciento más de abstención, o de participación, puede hacer variar hasta una veintena de escaños y alterar cualquier mapa sociológico previo. Nadie pronosticó lo que ocurriría en Andalucía el 2 de diciembre, cuando 400.000 votantes tradicionales del PSOE optaron por no acudir a las urnas, y el recuento de escaños resultó demoledor para la izquierda.
El PSOE roba a Podemos
Por eso, el PSOE y Pedro Sánchez volcarán todo su esfuerzo en una movilización a tres bandas: la del votante ilusionado con Sánchez y con el giro táctico que ha dado a su partido con su permisividad hacia el independentismo; la del votante socialista clásico que no comparte ese criterio y tiene una visión más «españolista» de su partido, al que Ferraz ya da por convencido con el argumento de que Sánchez siempre será mejor opción que la «ultraderecha»; y por supuesto, al desencantado con Podemos que ha dejado de creer en Pablo Iglesias. La previsión de que la izquierda «podemita» se llegue a fragmentar en distintas marcas y candidaturas -Podemos, IU, Mareas, Compromís…-, empujará sin duda a un segmento de ese electorado a optar por el PSOE por puro pragmatismo y como única marca «útil» con opciones de gobernar frente a la «amenaza» de la derecha. El esquema de la estrategia de campaña del PSOE será explotar una fingida moderación de Sánchez frente a los extremos ideológicos, una vez fagocitado Podemos, y crear un clima de «miedo» social a la derecha.
El PP busca efecto hinchazón
El arranque preelectoral del PP no será fácil. Repetir los resultados de 2016, 137 escaños, será misión imposible por la irrupción de Vox, que ha dejado de ser una ilusión óptica para un segmento del votante tradicional del PP. Arrancará a Pablo Casado una veintena de escaños si durante la campaña no se produce una catástrofe para Santiago Abascal . Pero es cierto que en la treintena larga de provincias que aportan tres o cinco escaños no pueden obtener escaños todos los partidos. El voto de la derecha se repartirá entre tres opciones, y los efectos de los restos y cocientes de la Ley D´Hondt convertirán en inútiles muchos de esos votos si la pretensión real de ese votante es que Sánchez no repita como presidente.
Esa es la única obsesión del PP, al que solo le queda la alternativa de apelar al «voto del miedo» a Sánchez como recurso para retener escaños. Sin embargo, la pugna interna por la confección de las listas tampoco ayudará. En el PP creen que los sondeos infravaloran a Casado y habrá un «efecto hinchazón» según se acerquen las urnas, especialmente si se consolida -como está ocurriendo- la percepción de que Sánchez dispondrá de escaños suficientes para revalidar una investidura junto a los partidos independentistas. «Votar a Vox equivale a revalidar a Sánchez», arguyen. Generar esa percepción en una derecha tan movilizada como dividida, además de presentar a Casado como un líder «con chaqueta presidencial», y no como «mero candidato» para un PP aún en rehabilitación, es el clavo ardiendo al que se acoge Génova.
Rivera arriesga
Ciudadanos siempre es una incógnita. Su crecimiento está asegurado, más allá de las interpretaciones dispares de si ha cometido un error vetando de antemano una investidura de Sánchez, o sobre si ese veto es creíble. Ciudadanos goza de buena imagen en el sector moderado y constitucionalista del elector. Es empático, pero también fue siempre ambiguo. Y eso hoy, en una sociedad polarizada a izquierda y derecha, incluso radicalizada, lleva aparejado un riesgo penalizador. Lo cierto es que dos millones y medio de votantes de los tres que tuvo en 2016 provenían de un PP molesto con Mariano Rajoy . Hoy no está Rajoy, y además Ciudadanos no muestra reparo en compartir intereses con Vox, mientras bloquea a Sánchez.
Ciudadanos siempre arranca bajo la expectativa de «sorpassos» sobredimensionados y después cumple el objetivo a medias. Incluso, las fricciones internas sobre el guión que debe protagonizar Inés Arrimadas, o el temor a que la vida privada de Albert Rivera se frivolice en campaña, pueden convertirse en un lastre. Ciudadanos sumará escaños, pero el «efecto retorno» que pueda producirse al PP a última hora por parte de un votante de mediana edad, perfil urbano y nivel adquisitivo medio, aún no se ha calculado. El único cálculo seguro es el desmoronamiento de Podemos.
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