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Reacciones independentistas en la calle a la sentencia del procés Jaime García
Salvador Sostres

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«Saldrán antes de lo que esperaban», auguran en Esquerra. De hecho, los Jordis se han hecho la ilusión de estar en casa por Navidad. Es inofensiva y vacua la retórica indignada que llega de Lledoners. Sólo queda rabia de fondo en Waterloo . La rabia de quien sabe que alguien tenía que perder y han sido ellos. Y que su derrota no les servirá de nada. Todo el dolor, ninguna ventaja.

Igualmente, Torra se queda sin relato. Fueron los Mossos quienes cargaron en el aeropuerto y en Vía Layetana. La portavoz del Govern, Meritxell Budó, dijo ayer que las cargas «sirvieron para proteger a los manifestantes». A diferencia del 1 de octubre, esta vez la Policía ha ganado el relato.

Los que se sometieron a la acción de la Justicia han conocido su rigor pero también su clemencia. Que el Tribunal no sellara en su sentencia la obligatoriedad de haber cumplido la mitad de la pena, o sus dos tercios, antes de poderse acoger a beneficios penitenciarios es la clave de la disimulada satisfacción por el fallo que el lunes se dio a conocer y que cerró lo que hasta ahora hemos conocido como «procés».

Junqueras sabe que tendrá que esperar el que más, pero puede ya planificar su vida política a corto plazo. La inhabilitación le impedirá presentarse a unas elecciones pero no le impedirá ser el Arzalluz de Esquerra. De todos modos, no confía del todo en Pedro Sánchez y recuerda las veces que los socialistas lo han prometido todo y luego no han cumplido nada, como la promesa de Zapatero sobre el Estatut. Forn, hábilmente defendido por Javier Melero, se ha librado de la rebelión y de la malversación, que es lo que habría firmado antes de empezar el juicio, y podrá salir también en un plazo de tiempo no demasiado exagerado. La retórica del indignado que todos ellos pusieron el lunes en ondulación no tiene que ver con su verdadero sentimiento, que es el de alivio, sino con la honda humillación que la sentencia contiene. A los que iban de revolucionarios, y de que la independencia era para mañana, el juez Marchena les ha condenado por sediciosos, que es el modo educado de llamarles cínicos y farsantes. Son tan benévolas las penas que la propaganda independentista ha tenido que sumarlas para poder continuar con su victimismo de «paper d’estrassa».

En Lledoners saben que la sentencia deja su fraude al descubierto y por eso gesticulan y usan palabras gruesas; pero son conscientes también del camino que les abre y por eso Junqueras habla de «respuestas que sumen» y Rufián advierte que «el colapso no es la vía». Puigdemont entiende que la sentencia devuelve a la vida a los presos y que a él le condena a vagar entre la amenaza de una extradición inminente y el olvido, cuando a través de Esquerra y del PSC Cataluña recupere su normalidad institucional.

Sobre Esquerra, el PSC, las tesis de la Abogacía del Estado que son las que finalmente el Tribunal ha comprado, y la política de alianzas que Pedro Sánchez necesite tras las próximas elecciones generales, el fallo del Supremo parece encajar de un modo muy favorable a todos ellos, y hay quien ha dicho tanta, tanta casualidad no es probable. Lo cierto es que así como Puigdemont jugó desde el principio a reventarlo todo, desde que Junqueras ingresó en prisión, la actitud y el tono que ha mantenido es el de quien intentara una solución como la que finalmente ha obtenido.

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