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Ada Colau: el ego de la alcaldesa activista

Referente de los «descamisados», Colau tiene enmarcado en su piso un artículo que «The New York Times» le dedicó

Ada Colau: el ego de la alcaldesa activista iván mata

maría jesús cañizares

Ada Colau (Barcelona, 1974) pisa fuerte y con sandalias . Calzada así la vimos el pasado jueves en el Ayuntamiento de Barcelona, donde se entrevistó con Xavier Trias, a quien previsiblemente sustituirá al frente del gobierno municipal tras ganar las elecciones del pasado 24 de mayo. La imagen del «señor de Barcelona» acompañado de la desenvuelta activista ejemplifica un antes y un después en la política catalana. El asalto al poder de los «descamisados», el triunfo del populismo, la voz de la desafección a la política.

Colau podría convertirse en la primera alcaldesa «indignada» de Barcelona, aunque hay otros antisistema que irrumpieron en el sistema antes que ella, como el diputado de la Candidatura de Unidad Popular (CUP), David Fernández, con quien comparte edad, sandalias y ropa «casual». El tiempo dirá si también independentismo, pues Colau se encuentra ahora inmersa en un proceso de pactos postelectorales que la obliga a coquetear con el secesionismo.

Detective privado

A las caras visibles de los movimientos alternativos no les gusta que les identifiquen como líderes, pero como cualquier ser humano, también tienen su ego. Ada Colau guarda en su piso del barrio obrero de La Sagrera, por el que paga 900 euros al mes, un artículo enmarcado que le dedicó «The New York Times» por su lucha en favor del derecho a la vivienda. Es precisamente este activismo y su trabajo al frente de la Plataforma Antidesahucios (PAH) los que convirtieron a esta exalumna de colegio concertado con estudios universitarios de Filosofía y que un día soñó con ser detective privado, en un personaje popular. Ada Colau, hija de padres separados -el padre es publicista y vive en Almería y la madre es comercial-, debutó en el mundo de la protesta asistiendo a una manifestación en contra de la guerra del Golfo cuando estudiaba BUP.

Confiesa que su pasión son los libros y que llora con mucha facilidad. No son pocas las historias traumáticas que ha presenciado a través de la PAH. Y los ataques de los que, dice, ha sido víctima, por parte de la «brunete mediática», en la que incluye a ABC por desvelar que el Observatorio DESC en el que trabaja había recibido 3,7 millones de euros en subvenciones públicas . «Hemos cambiado la lógica y el miedo está de su lado. Tenemos a Goliat contra las cuerdas, con síntomas de fatiga. No le dejemos respirar», escribe en su libro «¡Sí se puede!», un ajuste de cuentas con quienes critican su participación es «escraches» o protestas en domicilios particulares. El libro arranca con una carta abierta a Mariano Rajoy: «Les molesta que podamos ir a protestar frente a su casa. Lo entiendo. A mí tampoco me gustaría. Pero si alguna vez hubieran acudido a un desahuicio, entenderían que se trata de algo infinitamente más molesto».

«Superwoman»

El activismo le permitió conocer al hombre de su vida . Se trata del economista Adrià Alemany, cinco años más joven que ella, padre de su hijo Luca y técnico en la Fundación del F. C. Barcelona. Ada se enamoró de su actual marido cuando éste irrumpió en un debate de candidatos a la alcaldía de Barcelona en 2007, vestido de superhéroe.

La campaña «V de Vivienda» les unió, y también la afición a los disfraces, pues las redes sociales han recuperado recientemente un vídeo en el que Colau vestida con un traje negro y amarillo de «superwoman» que recuerda a la abeja Amaya, revienta un acto de Iniciativa per Catalunya, que entonces cogobernaba la Ciudad Condal.

Curiosamente, este partido forma parte hoy de la coalición Barcelona en Comú con la que Ada Colau ha ganado las elecciones en Barcelona, tras protagonizar una campaña muy personalista. Tanto que en las papeletas de voto aparecía su foto. Notable salto mediático, el de esta fanática del orden, tocada con el don de la palabra, que pocos meses antes de oficializar su candidatura negaba que la política estuviera entre sus planes de futuro.

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