Relevo generacional
Jóvenes y política: ¿Quién ignora a quién?
La «generación de la abstención», una «prioridad política» a menudo olvidada por los partidos, busca un espejo político en el que mirarse
M. Ruiz Castro
Mientras dentro del Parlamento se peinan las canas, los jóvenes vociferan en las calles . Se quejan de que desde los escaños del Congreso de los Diputados llevan tiempo pareciendo invisibles. Tras el 25-M son muchos los que los miran, porque aquella generación nacida ... a partir de finales de los 70, cuando la Constitución tenía aún la tinta fresca y nuestra democracia apenas había empezado a andar, es ahora un votante que suma casi cuatro millones de papeletas y que no encuentra espejo político en el que mirarse.
La juventud es una situación de transición, «una religión de la que uno siempre acaba por apartarse», en palabras de André Malraux. Pero la crisis económica ha venido a prolongar ese periodo para los conocidos como «millenials» , los nacidos casi a la vez que la democracia española, hijos de generaciones predecesoras como las del «baby boom» y la «generación Nocilla». Sus padres crearon un mundo a su medida, de paz, que los hijos del nuevo milenio recibieron como legado. Pero este legado llegó de la mano de una idiosincrasia que poco tiene que ver ya con ellos. «Impacientes, malcriados, egocéntricos y con un título académico», como los definía la periodista Leslie Kwoh. Una generación que «ha pasado gran parte de su existencia disfrutando de los mayores niveles de bienestar, pero que ahora vive un duro despertar».
La desafección de la juventud por la política se acrecienta a medida que ven en sus representantes a personas «que no les representan». Los partidos — especialmente los «recién nacidos» — empiezan a mirar ahora hacia los jóvenes, habitualmente acomodados en la abstención, para canalizar en sus programas esos cuatro millones de votos de descontento.
Históricamente apartados: Los gobiernos socialistas
Un estudio del sociólogo del CSIC Pau Marí-Klose asegura que el poder político y económico ha recaído históricamente en los estratos de mayor edad. La razón principal es que los Estados de bienestar «son más generosos con sus personas ancianas de lo que lo eran hace tres o cuatro décadas». Un ejemplo serían las políticas de Empleo, que flexibilizan las vías de entrada en el mercado de trabajo —generando mayor riesgo de desempleo y precariedad—, pero mantienen un nivel de protección del empleo estable alto.
De hecho, un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) concluía que en las tres últimas décadas los riesgos de pobreza han aumentado progresivamente entre los menores de 25 años y disminuido entre los mayores.
Corría el año 1982. Felipe González, zamarra puesta y melena en la que no se apuntaba una cana, prometía en su programa electoral crear más de 800.000 puestos de trabajo, especialmente para jóvenes y mujeres. Ese programa mencionaba las palabras «jóvenes» y «juventud» en 28 ocasiones. Ocupación y educación fueron los pilares. Cuatro años después, la juventud aparecía como un «colectivo prioritario» y se mencionaba hasta 47 veces en el programa electoral del Partido Socialista.
Pero en 1989 se produce un cambio sustancial. Otros asuntos copan las promesas electorales de los socialistas, y en 1993 el partido ya habla de «recuperar la confianza de los jóvenes», que presuponían perdida en la misma proporción en que sus promesas habían sido incumplidas. ¿Por qué dejó aquel PSOE de mirar a los jóvenes? Marí-Klosé habla de varias causas. Una de las principales fueron los incentivos electorales.
El voto joven, el gran olvidado
Un estudio del profesor de Ciencias Políticas Carles Boix en 1996 apunta a que «el PSOE afianzó su voto entre los sectores sociales a los que prestó mayor atención». Entre 1982 y 1993 los socialistas perdieron ocho puntos porcentuales de voto; sin embargo, aumentaron su apoyo en seis puntos porcentuales entre las personas de 65 años o más. La ocupación y la educación se vieron desbancadas por las pensiones y la sanidad, con las que el PSOE pretendía lograrse el apoyo electoral de los mayores .
Los votantes se fugaron del PSOE por asuntos como la educación, la vivienda, el paro, la droga, sueldos o salarios, pensiones y sanidad. Estos siete asuntos preocupaban casi en la misma medida a los jóvenes —asegura Boix que «muestran una orientación hacia la política social» en general— mientras que a los votantes de mayor edad solo les preocupaban pensiones y sanidad, mostrando una orientación más pragmática y «egocéntrica». La explicación parece sencilla. Los jóvenes tienen motivos para preocuparse por asuntos que atañen a personas de más edad: algún día ellos también se harán viejos; pero los mayores sólo se interesarían en políticas juveniles por puro altruísmo.
El politólogo y doctor en Ciencias Políticas Pablo Simón, que acaba de publicar el libro «La urna rota» junto a otros autores, lo explica en una sola frase: «Se recorta en becas antes que en pensiones». El colectivo al que afectarán las segundas siempre será mayor que al que afectarán las primeras.
Los jóvenes votan menos
Los jóvenes también votan menos. La Encuesta Social Europea de 2013 señalaba que sólo un 54% de los menores de 32 años declaraba haber votado en las últimas elecciones. Ese porcentaje era de un 78% en el resto. En aquellos años de socialismo, además, su desencanto no se traducía en votos al principal partido de la oposición. «Alianza Popular y más tarde el Partido Popular no engrosaban sus filas con los desafectos del PSOE», continúa Marí-Klosé. Los jóvenes simplemente quedaban relegados a partidos de la izquierda minoritaria o a la abstención. Por ello al socialismo no le preocupó en exceso perder su puñado de votos.
La última causa que apunta Marí-Klose para argumentar que los jóvenes hayan sido una «prioridad poco prioritaria» durante las primeras legislaturas socialistas es el déficit de promotores capaces de trasladar sus propuestas a los dirigentes: sus intereses quedaban fuera de la agenda política. El PSOE del 82 estaba encabezado por políticos jóvenes y casi la mitad de los diputados socialistas tenía 39 años o menos. Con el paso de las legislaturas, el gabinete socialista iba envejeciendo. Algunos de esos socialistas de antaño siguen aún ocupando escaños.
El caso paradigmático , como apunta Simón, es el de Alfonso Guerra. Nacido en 1940, ha sido diputado desde las Cortes Constituyentes, previas a la Carta Magna. Todavía hoy es vocal de la Comisión Constitucional del Congreso, y presidente de la de Presupuestos, dos de los pilares de la actividad de la Cámara Baja.
Así las cosas, parecen quedar solo las asociaciones juveniles, desde fuera, y las juventudes de los partidos, desde dentro, para ejercer de grupos de presión que lleven a la primera línea política sus interes.
El papel de las juventudes
Durante los primeros años de Gobiernos socialistas, la organización juvenil del partido «rara vez cuestionó las prioridades del Gobierno». El Plan de Empleo Juvenil de 1988 provocó movilizaciones en gran parte de las organizaciones juveniles . Sin embargo, las Juventudes Socialistas la defendieron como el «plan de choque» necesario para ayudar a los jóvenes. Tampoco las organizaciones estudiantiles, críticas con la labor del Gobierno, «gozaron de capacidad movilizadora frente a otras iniciativas gubernamentales», como recuerda Marí-Klosé. Las Juventudes Socialistas, además, quedaban maniatadas frente a los poderosos aparatos de partido. Se quejaban entonces del estado de bloqueo que les impedía acceder a puestos de responsabilidad. «Si la voz de los jóvenes desde dentro del PSOE fue poco determinante en la configuración de la agenda política, no lo fueron tampoco las voces juveniles externas», asegura Boix.
La situación hoy podría no ser diferente. Nino Torre, líder de las JSE, recuerda que las Juventudes son «las encargadas de realizar el discurso de políticas de juventud, prestando atención a cuestiones como el desempleo juvenil, la educación o la emancipación». «Nuestra función es la de que el PSOE siempre incluya en su proyecto político referencias a la situación juvenil y soluciones a los problemas existentes», asegura.
Pero, además, su otra gran función es la de «proporcionar al partido un recambio político generacional constante», y en este punto asegura que no están «maniatadas»: «Toda la actividad política que organizamos desde JSE se concibe desde nuestra autonomía como organización respecto al PSOE».
Torre asegura que nadie les censura y que se les escucha, aunque a veces quizás con demasiado retraso: «Cuando en Juventudes Socialistas hablábamos de laicidad hace ya años, nadie nos ataba para que dejáramos de hacerlo. Y, con el tiempo, el conjunto del partido se dio cuenta de que teníamos razón en nuestros argumentos», explica a ABC.
Parece que los «cachorros» de los partidos no se autocensuran. Ni siquiera cuando hablan del aparato del partido. Fueron famosas las palabras de la líder de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas Beatriz Talegón, hace apenas año y medio, cuando recriminaba a los líderes sus reuniones en hoteles de cinco estrellas y sus coches de lujo: «No hagáis que los jóvenes nos avergoncemos», les dijo.
No opina de igual forma Pablo Simón, que pone el acento en el proceso de «reclutamiento» de los partidos. La mayoría provienen de las juventudes o nuevas generaciones y éstas, en muchos casos, «tienen problemas de socialización, están desconectadas de la calle y de los jóvenes, no son abiertas y pecan de vicios como el seguidismo a la cúpula de los partidos».
El líder del JSE explica que el poder de decisión de los jóvenes dentro de la formación política es «relativamente pequeño», pero insiste en que su función «no es la de influir en el aparato». «No es la de estar metido en cada asunto orgánico que haya en el PSOE, sino en cada asunto político, y en ese sentido tenemos influencia en cuestiones como la política educativa y universitaria», señala. «Juventudes Socialistas tiene que ser de utilidad a la juventud, y somos útiles si reforzamos el discurso político del PSOE y no si nos dedicamos a estar en eso que llaman 'el aparato'», replica.
Torre apunta que la lista electoral confeccionada para las Europeas tenía muchas incorporaciones jóvenes, en puestos además de salida.
Participación: no sólo desde los partidos
«Para que la política no ignore a los jóvenes, los jóvenes deben hacer política». Lo dice Pablo Simón en «La urna rota». Pero la alta abstención y la aparición de movimientos sociales que logran agrupar a más jóvenes entre sus «filas» que los propios partidos parecen mostrar que esta máxima está, aún, demasiado lejos. ¿Es la política la que no se interesa por los jóvenes o son éstos últimos los que no se interesan por la política?
El sociólogo Lluís Mangot calificaba a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca como «el movimiento más potente de los últimos dos años en términos de impacto en las estructuras políticas y económicas, así como de presencia en los medios de comunicación». Encabezado por Ada Colau , aglutinó a jóvenes y no tan jóvenes para intentar convertirse en un «lobby» con el que lograr frenar los desahucios de quienes se hipotecaron en tiempos de brotes verdes y ahora se les quedaban las hojas secas.
Simón señala que aquella plataforma surgió porque había gente hipotecada con fuerza para hacerse visible, pero «¿qué hay de los desahucios por alquiler?», apunta. De esta forma explica que «todos los jóvenes no participan de la misma forma en los movimientos sociales, porque no tienen acceso a ellos». Al final la representación de estos grupos es sesgada. Incluso señala como una de las claves de su éxito agotar precisamente todos los cauces que les brindaba el propio sistema. También apunta Simón a los formaciones sindicales: «No existen sindicatos de precarios», lo que explicaría la aparición de movimientos como Juventud Sin Futuro , que denuncia este tipo de casos.
«El voto es el mecanismo más igualitario», insiste Simón. «Esta es una batalla que hay que librar por tierra, mar y aire. No despreciemos todo lo que no se nos brinda; utilicémoslo también», indica, contundente, Simón. «Involucrémonos en movimientos sociales, pero también con nuestro voto».
Torre también parece tenerlo muy claro: «Los jóvenes tienen que estar organizados. No únicamente entrando a formar parte de un partido político, sino también nutriendo el tejido asociativo juvenil de cada ámbito territorial». Pero añade: «Donde se cambian de verdad las cosas, donde uno puede sentir que lo que hace tiene una influencia radical, es dentro de los partidos políticos por el simple hecho de que su labor institucional deviene en creación legislativa».
¿Jóvenes «apolíticos»?
Sobre ese «yo soy apolítico», a veces demasiado habitual entre los jóvenes, Torre recuerda que «cuando se quejan de que no son capaces de encontrar un puesto de trabajo, o de que sus condiciones laborales son malas, o de que tienen que salir a buscar trabajo al extranjero , están hablando de política». Y explica dónde está, a su juicio, el matiz: «Lo que no les interesa, y de hecho les molesta, es que haya gente que esté en política para robar, aunque sean un pequeño porcentaje. Lo que molesta es que haya demasiado ruido y pocas nueces. Y lo que no les interesa es la política partidista», insiste. Simón recuerda que la «abstención activa», que muchos movimientos como el 15M reivincaban con su «no les votes», es «desperdiciar mucha pólvora».
«Los jóvenes necesitan un Gobierno que ponga por delante sus demandas», señala Nino Torre. «Sólo así, conseguiremos a la vez, que la juventud vuelva a creer en la democracia como la manera más justa de representación y que la política tenga en cuenta a los jóvenes activamente para llevarla a cabo».
Decía el escritor John Knitell que se es viejo «cuando se tiene más alegría por el pasado que por el futuro». Y es a ese pasado, ligado a una transición que tachan de modélica, al que se parecían aferrarse los viejos partidos para intentar mantener el estado de las cosas. Pero la aparición de nuevas formaciones, con caras nuevas y rostros jóvenes, capaces de «comprar» esos cuatro millones de voto joven y de arrastrar de nuevo a los treintañeros a las urnas, ha obligado a que los viejos partidos se replanteen parte de su discurso.
IU apuesta por Alberto Garzón, el diputado más joven del Congreso y rescatado del 15-M, para que diseñe un nuevo partido renovado. El PSOE se debate entre tres candidatos a liderar el partido y dos de ellos apenas acaban de llegar a la cuarentena. El relevo generacional ha pasado de ser una asignatura pendiente a ser una asignatura casi inminente, sobre todo cuando la reforma de la Constitución parece estar sobre la mesa . Quizás porque, como dijo Shakespeare, la «sangre joven no obedece un viejo mandato».
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