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La soledad de Adolfo Suárez en los últimos años de la Transición

«Secretos de la Transición» relata los acontecimientos que llevaron al ex presidente del Gobierno, abatido, a convencerse de que lo mejor para España era su dimisión

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«He llegado al convencimiento de que hoy, y en las actuales circunstancias, mi marcha es más para beneficiosa para spaña que mi permanencia en la Presidencia». Cuando Adolfo Suárez apareció en todos los televisores pronunciando estas palabras, el 29 de enero de 1981, cargaba ya a sus espaldas varios meses de desánimo y soledad.

El ex presidente del Gobierno estaba harto de encajar golpes —entre ellos una moción de censura que superó y hasta dos intentos de golpe de Estado— tanto de los de fuera como de los de su propio partido, algunos con demasiada saña.

Los últimos años de la Transición fueron un calvario para un Suárez abatido y convencido de que lo mejor para España era su dimisión. Así lo narra el libro «Secretos de la Transición» (Ed. Plaza y Valdés), del periodista Abel Hernández. La soledad en la que sitió Suárez los últimos meses de su Gobierno, el diálogo entre Tejero y el ex presidente en una sala dónde le tenían retenido, el dinero que su cuñado trataba de reunir desesperadamente para fletar un avión y sacar a la familia del presidente de España o su delicado estado de salud ya en 1980 son otros de los «secretos» silenciados relatados en este reciente volumen.

El libro explica cómo, el 18 de noviembre de 1976, cuando las cortes franquistas votaron su propia disolución, la estrategia para que los votos en contra fueran los menos posibles fue enviar a una veintena de diputados discrepantes al Caribe con todo pagado para que no estuvieran presentes en la votación.

También relata el proceso de negociación que llevó a sentar a la mesa a los que finalmente se convirtieron en los «padres de la Constitución española. El PSOE cede un asiento a CiU para evitar que el «viejo profesor» Tierno Galván se sentara a la mesa porque Felipe González, según relata el periodista, quería así que el socialismo sólo hablara a través de su partido.

El gran error fueron las ausencias. Cuando el PNV se ve desplazado, Arzalluz pronuncia la frase: «Nunca se arrepentirán suficientemente de que estemos allí». Este hecho, asegura el autor, ha marcado la política española desde entonces.

Los grandes pactos se tomaban lejos de la Carrera de San Jerónimo. Incluso en la intimidad de un convento de monjas tomaron forma alguno de los que marcarían más el futuro de la política española. Este fue el caso de Felipe González que, aun estando en la oposición, se reunió con prebostes de la Iglesia para trazar un plan sobre Educación.

Muestra de que los acuerdos no se realizan en la Cámara Baja era que las primeras sesiones plenarias en las nuevas cortes democráticas más bien parecían partidas de mus. Torcer la boca hacia derecha o izquierda era la forma con la que los negociadores anunciaban a sus compañeros hacia qué lado se había decantando el consenso.

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