Lo que sea

Juan Fernández-Miranda

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16/04/2019
Actualizado a las 16:39h.

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El 15 de noviembre de 2017 echó a andar en el Congreso la Comisión para la Modernización del Estado Autonómico . La impulsó el PSOE y la apoyó el PP, aun a sabiendas de que era un paripé innecesario que no conduciría a ningún sitio . Pero en esos tiempos, recién aprobado el 155, a Mariano Rajoy le convenía mantener contento a Pedro Sánchez. Y la comisión echó a andar hacia ninguna parte.

Esa misma mañana, en esa misma comisión, uno de los máximos dirigentes del PSOE -hoy purgado- hizo una petición, casi un ruego, a uno de los máximos dirigentes del PP -también purgado-: «Esta comisión tiene que acabar aprobando algo, lo que sea». La cuestión no era «Modernizar el Estado Autonómico», sino montar un paripé para dotar al PSOE de un instrumento para ganar tiempo y discurso ante los suyos. Pues bien: por allí desfilaron todo tipo de próceres constitucionales -la mayoría, curiosamente, para criticar los anhelos federalistas del PSOE- y al final quedó en nada, porque claro, el PP ya no necesitaba a un Sánchez que les había desalojado del poder. Aquella comisión, idea personal del hoy presidente del Gobierno, se convirtió en el vacío. El ridículo. El dispendio.

Diecisiete meses después, ayer, el PSOE presentó su modelo territorial. Mil quinientas palabras de equidistancias, el mayor ejercicio de funambulismo en política desde que Pablo Iglesias nos intentó convencer de que es compatible vivir en un chaletazo y representar a los parias de la tierra. Claro que los anhelos pequeñoburgueses del líder de Podemos son un tema inane de un personaje menor y el desafío separatista es una cuestión grave. De hecho, es el mayor movilizador de voto en las elecciones generales y buena parte de las autonómicas. Que se lo pregunten a los socialistas andaluces y a la cara de susto que se les quedó en diciembre.

En sus 1.500 palabras de verborrea territorial, el PSOE se sitúa en el centro de dos bloques, y al hacerlo, los pone al mismo nivel: el del derecho de autodeterminación y el de la aplicación del artículo 155, una equiparación incompatible con el respeto a la Constitución y a la Ley.

Como triste y equidistante conclusión, Sánchez no pone el acento en lo que une, sino en lo que separa a los españoles. Y entretanto, a seguir jugando con el modelo territorial, para seguir gobernando, aun a costa de «lo que sea».