El G-20 contra Obama

El gobierno de Estados Unidos llega al nuevo plenario del Grupo de los Veinte con una postura defensiva y un tono de justificación ante las críticas expresadas por diferentes países con volumen de clamor ante la política de abaratar el dólar como herramienta de estímulo económico adoptada por Washington. Esfuerzo materializado en la intervención puesta en marcha por la Reserva Federal, dispuesta a adquirir 600.000 millones de dólares en deuda pública de Estados Unidos .

Según ha recalcado el presidente Obama, una economía fuerte y con empleo en Estados Unidos es la mejor y más importante contribución que puede hacer su país para fomentar la recuperación del resto del mundo. En una carta remitida a sus colegas antes de llegar a Seúl, el ocupante de la Casa Blanca ha insistido en que "cuando todas las naciones hacen su parte -las economías emergentes no menos que las avanzadas, las que tienen superávit no menos que las que tienen déficit- todos nos beneficiamos de mayor crecimiento".

Esta monumental batalla dentro de la llamada "guerra de divisas"ha quedado simbolizada en la decisión de China de rebajar la calificación de la deuda de Estados Unidos. Todo un dato para el gigante asiático que tiene invertidos más de un billón de dólares en bonos del Tesoro americano. Y al que también se acusa de mantener artificialmente a la baja la cotización de su moneda para otorgar a sus masivas exportaciones una injusta ventaja.

La multimillonaria ironía de todo este pulso pasa porque los países del Grupo de los Veinte se han comprometido desde el principio a no utilizar sus divisas como armas de promoción comercial. Dejando claro desde el arranque hace dos años de este proceso de coordinación que lo último que necesita la economía mundial, siguiendo las lecciones aprendidas en la Gran Depresión, es una guerra comercial.

El borrador de comunicado final que circula por Seúl refleja todas esas diferencias sin solución a la vista. El G-20 sólo parece encontrar consenso suficiente para declarar la genérica intención de dejar que los mercados marquen la cotización de divisas, con mayor flexibilidad y reflejo de los fundamentos de cada economía.

En un segundo plano de menor confrontación, el gobierno de Obama espera obtener en Seúl respaldo para una mayor supervisión sobre la banca e instituciones financieras, siguiendo los términos de la reforma de Wall Street aprobada por el Congreso de Estados Unidos. Pero los diferentes países del G-20 mantienen grandes diferencias como adoptar similares regulaciones a nivel global para prevenir futuras crisis financieras y evitar multimillonarios paquetes de rescate en el futuro.

De la cita de Seúl se espera un impulso definitivo a nuevas reglas que limiten el riesgo que pueden asumir grandes instituciones bancarias, al menos duplicando las reservas de capital requeridas en el pasado. Pero eso consenso no parece llegar a compromisos en otras áreas, como qué se debe hacer ante otra nueva crisis financiera. Según advierte la carta remitida por Obama a sus colegas: "El mercado no va a esperar a que nosotros terminemos. Nos va a poner a prueba cada día. Necesitamos persistir y completar nuestra agenda de reformas".