Conversaciones veraniegas

Sánchez sigue ahí y, a los que pensábamos que tenía más que perder manteniéndose en La Moncloa, nos obsequian con algunas puyas con mayor o menor carga de condescendencia. Lo peor, probablemente, es que seguimos pensando lo mismo, y, dependiendo del día, lo argumentamos o no con el éxito esperado.

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Con respecto a Trump o Vox -el mismo perro con distinto collar-, lo que quizás sorprende más es que haya quien, visto lo que hemos visto estos últimos meses, les siga defendiendo con los mismos argumentos y vehemencia que hace un año. Ante esto hay poco que se pueda replicar.

Y en lo tocante a los cada vez más numerosos 'criptobros', las respuestas son las mismas que el verano pasado, pero sirven de poco a la vista de la fortísima subida de los últimos tiempos. Y aunque sea predicar en el desierto porque en este caso también juegan un papel importante las emociones -en este caso es la avaricia-, algunos nos amparamos en que las subidas por si solas no despejan las dudas sobre el valor fundamental de este pseudo activo. Que desde el verano pasado haya subido más o menos y que esas subidas hayan llevado a casas de inversión a validar estrategias con las criptos como subyacentes no legitima nada. Lo único que sigue habiendo detrás de lo que se está viendo en los criptoactivos es la idea de que detrás nuestro vendrá otro incauto dispuesto a pagar más caro.

Así las cosas, probablemente lo más sensato sea seguir el consejo de mi mujer que antes de cualquiera de estar reuniones veraniegas me insiste en que no diga lo que pienso. Mejor guardar silencio y que cada cual lo interprete como quiera. Hay que elegir que batallas se quieren dar y, visto lo visto, mejor callar porque soy de los que piensa que el que calla no dice nada. Ya le contaré como resulta.