Balance de Hernández de Cos

En 2018, el nombre del sustituto de Luis María Linde era un asunto crítico. El crédito del Banco de España estaba bajo mínimos. El tránsito judicial del 'caso Bankia', con una guerra abierta de inspectores que usaron los juzgados para ajustar cuentas con la institución, dañó su reputación. Además, la intervención del Banco de Madrid y la quiebra del Popular tensionaron la situación. Estaba claro que con Linde, el modelo español de banqueros centrales que había forjado Luis Ángel Rojo -buenos economistas, pero ante todo humanistas-, había llegado a su fin.

La crisis financiera exigía un elevado nivel técnico, tanto en el área económica como en la regulatoria. Las hojas de Excel eran muchísimo más importantes que las del Quijote. Hernández de Cos fue el hombre que Linde, con muy buen ojo, apoyó desde el principio, tras auscultar el sentimiento de una institución que sabía herida. Lo nombró jefe del servicio de estudios en sustitución del sempiterno José Luis Malo de Molina y lo puso en la rampa de salida para gobernador. El resto ha sido mérito suyo.

Su gestión finaliza entre parabienes generalizados. Un exgobernador me decía que lo mejor que ha podido ocurrirle es que no ha tenido problemas con ningún banco español. Pero, además, ha recuperado el prestigio de la institución. Hay quienes le critican esa distancia técnica con que procesa hasta los temas más calientes. Como el mismo Hernández de Cos decía ayer en su despedida, la solidez del Banco de España se asienta en «el rigor analítico y la independencia», dos características que él encarna a la perfección y que lo han convertido en un hombre admirado y valorado en Fráncfort.

Varios políticos del norte de Europa han defendido que Hernández de Cos tiene cualidades para liderar el BCE. Y si no está en el camino para hacerlo es porque ha tenido mala suerte con los plazos de las instituciones. Pero es una carta que España debe proteger.