Actuarios, así son los especialistas en intentar poner orden en la incertidumbre

La gestión de riesgos empresariales (ERM-Enterprise Risk Management) parte de una muy detallada información, en actividades como la propia del sector asegurador o en otras como realizar una inversión. De hecho, existe una acreditación de gestión de riesgos empresariales exclusiva para actuarios, la acreditación CERA (Certified Enterprise Risk Actuary), que contempla todo el conocimiento transversal de la gestión de riesgos, de la economía de empresa y de la ciencia de datos. Importante, además, para el cálculo de las pensiones, por lo que la administración pública cuenta con perfiles de este tipo (aunque en menor medida que en el sector privado).

La actuaría supone una formación multidisciplinar para estudiar problemas desde varios enfoques, con la ventaja de saber (o procurar) anticiparse a la tozuda realidad. Como destaca Rafael Moreno, presidente del Instituto de Actuarios Españoles-IAE (creado en 1942): «Los actuarios son expertos en cuantificación económica y gestión de riesgos, proporcionando información útil para tomar decisiones que garanticen la solvencia. Trabajan, principalmente, en la industria aseguradora y de previsión social, pero su cualificación les permite aportar mucho valor añadido en el sector bancario o en empresas en las que la gestión de los riesgos y de los datos y sean críticas».

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Desde la institución también señalan la importancia de funciones como (respecto a la responsabilidad civil, y en estrecha relación con la abogacía), «valorar y cuantificar el lucro cesante y los daños emergentes de carácter patrimonial que sufren las víctimas de los accidentes de tráfico conforme al llamado Baremo de Accidentes de Tráfico». Y añaden la importancia de una actualización regulatoria que «confiere reservas de actividad en el ámbito de seguros (notas técnicas, cálculo de provisiones técnicas, función actuarial, revisión del informe de la situación financiera y de solvencia de las entidades…), previsión social (revisiones trienales, función actuarial…), el mencionado de la responsabilidad civil, gestión de riesgos climáticos, el reto de la longevidad ante los seguros de vida y de ahorro, o la sostenibilidad en el sentido amplio de la palabra (sostenibilidad de la industria y las empresas, o la sostenibilidad de los productos en los que se invierte)».

En línea con la paradoja, ya había estudios de actuaría en 1915, como destacan desde el Instituto con unas palabras de Eduardo Dato: «El actuario se ha definido como el funcionario encargado de transformar en arte práctico la ciencia pura del seguro de vida. Habiéndose comparado la tabla de mortalidad con la brújula, no existe símil más adecuado que el de piloto de las entidades aseguradoras, para aplicarlo al Actuario». El paso del tiempo ha ubicado esta disciplina como última fase en las licenciaturas económicas para quien lo desease y, en la actualidad, y en línea con el marco europeo sólo se imparte vía máster de dos años (disponibles en nueve universidades españolas).

Juan de Lucio, profesor investigador de la Universidad de Alcalá, coordinador del Máster Universitario en Ciencias Actuariales y Financieras de la UAH y codirector de la revista 'Actuarios' comenta cómo este posgrado supone una buena decisión de estudio… tanto como exigente: «En muchos casos, se necesitan complementos formativos para acceder al máster o durante él, ya que se requieren conocimientos de diversas disciplinas (economistas, matemáticos, estadísticos, ingenieros, etc.). Y, en todo caso, la tecnología, la informática, es esencial, sin olvidar los aspectos éticos de una profesión de compromiso social, ya que no sólo existe para beneficiar a la empresa, sino para que las transacciones sean más eficientes y justas».

El profesor De Lucio también destaca la importancia del 'después': «Por ejemplo, en el caso del hundimiento de un navío, hay que saber cómo recuperar parte de la inversión; o conviene, y mucho, saber las consecuencias de un impago o de los riesgos geopolíticos para las relaciones comerciales, incluso de los efectos del clima, etc.». Aspectos que conoce a la perfección una referencia en el sector, José Boada, presidente de Grupo Pelayo y presidente de honor de la Fundación Pelayo: «Esta formación y experiencia son fundamentales en tiempos como los actuales, de evidente incertidumbre, que hacen que este oficio sea de pleno empleo. Y la actuaría es decisiva en este aspecto, como se demuestra con el dato de que muchos CEO de aseguradoras son actuarios». De hecho, según el Informe de Tendencias Salariales para 2023 de Randstad, el actuario entre uno y cuatro años de experiencia percibe un salario bruto entre 23.000 y 40.000 euros, mientras que puede alcanzar entre 45.000 y 70.000 con más de seis años de experiencia.

En esta ocupación holística de manual, en la que caben diversos desempeños, Boada no teme al desembarco de las nuevas oleadas tecnológicas «ya que, de una u otra forma, la tecnología siempre ha estado ligada a esta ocupación. Debemos estar preparados para las excepcionales ventajas que nos ofrecen las nuevas disrupciones ('machine learning', 'big data', IA, internet de las cosas) que podrán eliminar algunas tareas que, seguro, se reemplazarán por otras nuevas, para que el servicio a la sociedad sea cada vez más eficiente, con mejores productos y servicios».

En el caso del Consejo General de Economistas, comentan cómo «son muchas las profesiones en las que, a día de hoy, hablar de IA les produce un cierto grado de vértigo y desconcierto por no ser aún una herramienta conocida en todas sus posibilidades y derivaciones. Así sucede en muchos de los procesos de la actividad de los economistas, sobre todo en aquellas áreas que tienen un desarrollo más mecánico, y también en el caso de los actuarios». La IA, por lo tanto, debe servir para crear nuevos eslabones en la cadena de la eficiencia «en la capacidad de la profesión para llevar a cabo un análisis práctico de problemas empresariales y moldear determinadas situaciones financieras, teniendo siempre presente la enorme responsabilidad que conlleva tomar decisiones que afectan a las personas y las organizaciones».

Por ello, la institución apunta a la importancia estratégica de «dominar herramientas y programas informáticos especializados para el análisis de datos y el desarrollo de modelos (R, Python o SAS) que agilizan los procesos de forma vertiginosa. En el caso de la IA, las posibilidades se multiplican, con lo cual debemos ser optimistas en cuanto a la fiabilidad de los resultados, velocidad de los procesos y otros retos, por lo que los profesionales tenemos que ser capaces de configurar nuevos modelos de pronóstico ante entornos de mucha variabilidad».