El malestar se apodera de la Gran Bretaña de la recesión
Una de cada cinco familias «lucha» por sobrevivir financieramente a la crisis
BORJA BERGARECHE
«Que [el tenista escocés] Andy Murray gane en Wimbledon sería bueno para la psique británica». Quien expresaba el viernes en Twitter un deseo así, tan habitual en una España que implora la victoria de sus deportistas para mantener la moral, no era ningún cándido ... patriota sino David Aaronovitch, columnista de «The Times» y uno de los analistas más cáusticos y corrosivos del panorama británico. La oficina de estadística confirmó la semana pasada que el PIB del Reino Unido se contrajo un 0,3% en el primer trimestre del año, y agravó una décima la contracción en los últimos tres meses de 2011, de -0,3% a -0,4%. La Gran Bretaña postimperial ha caído en la segunda recesión doble (2008-2009 y 2011-2012) desde 1975. Pero algunos indicadores sociales apuntan a retrocesos hasta niveles de la Segunda Guerra Mundial en algunos ámbitos.
La producción industrial en el Reino Unido se hundió de nuevo en junio después de caer en mayo, según estimaciones conocidas esta semana. Una tendencia que agrava las últimas mediciones oficiales de la Oficina Nacional de Estadística, relativas al mes de abril, que recogían caídas en marzo y abril mayores de las esperadas por los economistas, después de que el desplome del 1% en febrero fuera el mayor en 20 meses. Al Reino Unido se le están parando las máquinas. El sector manufacturero supone el 10% del PIB británico. Y es la gran esperanza para sacar al país de la crisis, a rebufo de industrias competitivas como el automóvil. «Un revival de la actividad industrial es vital para reequilibrar la economía», escribía Claire Jones en «The Financial Times» el lunes.
Los indicios en el sector servicios no son mejores.Una encuesta de Markit Economics detectaba una menor actividad en servicios en junio con respecto a mayo, debido al encogimiento de la «confianza» de los consumidores en el rumbo de la economía. Estas informaciones macroeconómicas parecen haberse filtrado ya al tejido social británico, donde casi un 80% cree ya que la vida para las familias es «más dura que hace una década», según datos recientes del Centro de la Familia Moderna, vinculado a las Viudas Escocesas (uno de los fondos de pensiones más grandes del mundo).
«La vida ha cambiado mucho en estos diez años y las familias están haciendo verdaderos sacrificios para salir adelante», explicaba el presidente del «think-tank» familiar, Lord Leitch, según recoge «The Times». Según los datos del estudio, una de cada cinco familias «lucha por sobrevivir financieramente», y solo un 7% dice vivir «cómodamente». «La imagen que dibuja de la familia en Reino Unido es cruda, desesperada en algunos casos», aseguraba Leitch.
La percepción parece ajustarse a ciertos datos, que apuntan, por ejemplo, a una caída real de la capacidad adquisitiva del 7% en tres años, según publicaba el mes pasado el Instituto de Estudios Fiscales, un centro de datos independiente de Londres. «En 2002, los datos indicaban un crecimiento anual robusto de los estándares de vida y niveles a la baja de pobreza.
Diez años más tarde, la foto es sorprendentemente diferente. Tras la recesión, los ingresos medios han caído en cifras casi récord, la desigualdad ha vuelto a niveles de mediados de los 90, y la pobreza relativa sigue creciendo», asegura el informe.
En una conferencia reciente en la Real Sociedad de Estadística, el profesor Danny Dorling, de la universidad de Sheffield, explicaba que el 1% más rico se lleva a casa el 15% de los ingresos totales. En 1979 la cifra era solo del 6%. «La última vez que los más pudientes se hicieron con un porcentaje tan alto de los ingresos fue en 1940», aseguró este especialista en geografía humana.
Desigualdades por las nubes
La inauguración esta semana en Londres del «Shard», el nuevo rascacielos más alto de Europa, obra de Renzo Piano, no hacía más que agravar el espejismo que supone contemplar la realidad británica a través de la capital. Un refugio para las finanzas globales con una población superior a la suma de Gales y Escocia, dotada de un dinamismo que irradia riqueza al resto de un país alicaído. Tanto que el alcalde Boris Jonson, reelegido en mayo, prometió durante la campaña «devolver» a la ciudad 3.000 euros por londinense en inversiones, para compensar la aportación de la capital al PIB de la nación.
Este malestar que se ha apoderado del Reino Unido tuvo su expresión más dramática en los disturbios en varias ciudades de Inglaterra del verano pasado. Ahora, cerca deun año después y a tres semanas de las Olimpiadas, Londres se mira con horror en ese espejo y aguanta la respiración ante la posibilidad de que se repitan. La mayoría de los 130 oficiales de policía entrevistados por un equipo de investigación de la London School of Economics y «The Guardian» creen que se repetirán.
Les preocupan los recortes impuestos por el Gobierno, que reducirán el número de agentes en 5.800 en tres años y provocarán el cierre de 179 comisarías de policía. Los analistas sociales y económicos, por su parte, intentan todavía dibujar el mapa de causas de aquel estallido de violencia, buscando conexiones con el clima económico de la recesión.
«El Gobierno y la sociedad británica deben preocuparse por la tendencia hacia la apatía política, los disturbios fueron en parte una manifestación de esta línea de la separación entre los jóvenes y el Estado, muchos de ellos describían su falta de compromiso, interés o de voz en la sociedad y, ahora, todo ello se agrava con la falta de perspectivas que sienten algunos jóvenes», nos explica Gareth Morrell, director de investigación en NatCen, un respetado centro de estudios sociales. «Hubo muchos otros factores menos fundamentales que llevaron a la gente a actuar como hicieron en agosto pasado, pero creo que el mensaje social más sobresaliente es este», asegura a Empresa.
A un año de las revueltas
NatCen publica cada año una amplia encuesta sobre «Actitudes Británicas», que está considerado como uno de los termómetros que mejor miden la «psique» del país. Hasta septiembre no se conocerán los resultados de la edición 2012, pero ya han adelantado una inesperada manifestación del malestar socioeconómico que recorre el país. El nivel de «satisfacción general» con el Servicio de Salud público (NHS por sus siglas en inglés), la institución más valorada y venerada del Estado del Bienestar británico, ha sufrido la peor caída desde 1983, pasando de un 70% de satisfechos en 2010 a un 58% en 2011.
Es la constatación estadística de las primeras manifestaciones de la lenta erosión de la vida pública que acarrean, inevitablemente, las políticas de recorte del gasto público. Con una inflación del 2,8% y unos niveles récord de endeudamiento público, el Gobierno británico cuenta con los manguerazos de «alivio cuantitativo» del Banco de Inglaterra, que el jueves anunció la tercera inyección de «papel monetario» por valor de 63.000 millones, que se suman a los más de 400.000 millones insuflados ya en el sistema.
Las políticas de austeridad puestas en marcha por el Ejecutivo de coalición que preside David Cameron dejarán las Fuerzas Armadas en 82.000 soldados en 2020, el ejército británico más pequeño desde las guerras napoleónicas. Y la Educación perderá un 13% de recursos de aquí a 2014-2015, el año mágico en que el gobierno británico espera empezar a cuadrar las cuentas, y crecer a un 3% del PIB.
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