AJUSTE DE CUENTAS
Ver falsos ‘brotes verdes’ causa recesiones
Un estudio demuestra lo que Rodríguez Zapatero ya intuía en 2008 cuando se negaba a hablar de crisis: que fingir optimismo puede causar un ‘boom’ a corto plazo, pero una recesión años después
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Iniciar sesiónSe sabía que un exceso de optimismo puede tener consecuencias nefastas para la economía, pero no había prueba científica de ello. Precisamente el padre de la economía del bienestar, el inglés Arthur Cecil Pigou , inventor de los impuestos a las externalidades negativas (por ... eso se llaman impuestos pigouvianos), teorizó en la década de 1920 que las fluctuaciones macroeconómicas pueden deberse a las dificultades que experimentan los agentes económicos para predecir correctamente el futuro. Esta teoría es la que está detrás de todos aquellos que piensan que pueden prolongar una etapa de bonanza económica manipulando las expectativas de la gente.
El caso más reciente en España fue el del expresidente Rodríguez Zapatero que convirtió en tabú la palabra ‘crisis’ porque creía que si la ocultaba las dificultades económicas no se agravarían y los ‘brotes verdes’ germinarían por doquier. En octubre de 2013, ya fuera del poder y con motivo del lanzamiento de su libro ‘El dilema’, afirmó en una entrevista en La Sexta que «tardé en utilizar la palabra crisis y fue un error, un error claro». Y añadió: «No creo que afectara a lo que fue el combate contra la crisis, dada la dimensión».
El conocimiento económico ha venido a echar por tierra su opinión. Un estudio de los economistas Paul Beaudry y Tim Willems , que se titula ‘Sobre las consecuencias macroeconómicas del exceso de optimismo’, ha demostrado que un exceso de optimismo puede evitar problemas a corto, pero a largo plazo empeora las cosas. Estudiando las predicciones del FMI para sus 189 países miembros, concluyen que «sobrestimar el crecimiento anual promedio en un punto porcentual reduce el crecimiento del PIB real tres años después en aproximadamente un punto porcentual». También encontraron indicios de un vínculo causal con una mayor incidencia de reestructuraciones de deuda soberana, crisis bancarias y recesiones económicas.
El mecanismo confirmado por Beaudry y Willems funcionaría así: el exceso de optimismo alentaría una mayor tolerancia a la deuda, tanto pública como privada, que introduciría fragilidades en el sistema que se vería expuesto a un sobrendeudamiento inmanejable cuando las (falsas) expectativas de ingresos no se concretaran.
Hay varios ejemplos recientes. Uno es el caso de la crisis portuguesa de 2010 que fue muy similar a la española. Los desequilibrios fueron fruto de grandes entradas de capital producto del endeudamiento de los portugueses. Estos, según el economista Ricardo Reis , creían que «los préstamos del exterior eran el resultado de operaciones a cuenta del crecimiento futuro que generaría la convergencia con Europa». En España se pensaba algo parecido. Los problemas se empezaron a manifestar cuando la desconfianza en el euro endureció las condiciones de financiación. Dicha desconfianza se reflejaba en la famosa ‘prima de riesgo’.
También se cita el caso de Argentina. Los inversores, ilusionados con la idea de que Mauricio Macri haría reformas profundas, dejaron que éste retrasara el ajuste fiscal y le permitieron emitir deuda por 56.000 millones de dólares (un 9% de su PIB de 2017) entre enero de 2016 y junio de 2018, incluido un bono ¡a 100 años! que los mercados, complacidos, se tragaron. El flujo de capital externo elevó el tipo de cambio y empeoró el déficit por cuenta corriente del país. La situación de alto endeudamiento externo con un déficit gemelo (por cuenta corriente y fiscal, parecido al que se produjo en España entre 2009 y 2012) dejaron expuesto al país cuando las condiciones financieras se endurecieron y el FMI tuvo que ir al rescate de Argentina, en junio de 2018, con el crédito más grande que se ha dado a un país en toda la historia.
Dos formas se conocen de que el exceso de optimismo se pueda convertir en un desastre. Una es que las expectativas lleven a sobrestimar el valor presente de la riqueza. Esto facilitaría el sobrendeudamiento. Fue el caso de Argentina, Portugal y también de España. La otra es la aparición de un falso sentimiento de seguridad: los riesgos se subestiman. También conduce al sobrendeudamiento. En esta última categoría, los autores citan un refrán que en España es conocido: «El ladrillo nunca baja». Esta frase fue el padrenuestro de la burbuja inmobiliaria española de principios del siglo XXI y de las famosas hipotecas ‘subprime’ en EE.UU.
¿Y qué sucede con quienes subestiman las expectativas? Bueno, los autores sugieren que ser un poquito más pesimistas podría contribuir a evitarse recesiones. Citan, por ejemplo, el caso de Chile, país que pudo sortear con éxito los coletazos de la crisis financiera de 2008 porque había hecho unas predicciones del precio del cobre, su principal exportación, más modestas. El resultado es que el país entró en la crisis con un amplio margen de maniobra fiscal lo que le permitió ejecutar políticas contracíclicas independientemente de las condiciones financieras internacionales.
Los efectos de este estudio se ven mucho más claramente en países emergentes y en desarrollo porque es allí donde las previsiones del FMI tienen más peso. No ocurre lo mismo en economías avanzadas, como las de EE.UU. o Europa, donde hay muchas más instituciones económicas vertiendo al mercado sus predicciones.
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