La unión bancaria europea no supera el boceto

Todas las soluciones presentadas apuntan a una mayor asunción colectiva de los riesgos de estados y bancos. Pero, a meses vista de las elecciones alemanas -en octubre de 2013-, cada parche propuesto conlleva un «nein» germano hasta que no se completen las medidas necesarias para garantizar que este respaldo colectivo no desencadene un abuso de liquidez por parte de los países receptores. Así, a la propuesta de eurobonos, Alemania exige unión fiscal en primer lugar para asegurar el control sobre los estados; a la recapitalización directa a la banca, necesaria para que las ayudas concedidas no contabilicen como deuda pública, pide un supervisor único que vigile a las entidades que reciban fondos continentales.

La experiencia explica este recelo. «Hasta ahora los supervisores vivían demasiado cerca de las entidades a las que supervisaban», resume Monique Goyens, directora de la Organización Europea de Consumidores (BEUC). La Comisión Europea presentó su propuesta de unión bancaria en septiembre, con la entrada en vigor del supervisor único fijada el 1 de enero de 2013. Pero la fecha se ha postergado hasta 2014 y el borrador no convence.

Hay varios obstáculos que superar. En primer lugar, el alemán: a qué bancos podrá inspeccionar el BCE cuando sea el supervisor único. La canciller germana, Angela Merkel, alega que solo se puedan poner bajo lupa a los bancos sistémicos con tal de dejar fuera a las entidades más pequeñas entre ellas los «Landesbanken», bancos estatales germanos con cuentas dudosas que Berlín pretende que no pasen por la lupa continental. El pasado viernes, el presidente del BCE, Mario Draghi , manifestó su preferencia por que el futuro supervisor controle a todo el sistema bancario ya que las pequeñas entidades concentran el 30% de los activos bancarios de la eurozona.

Las tornas han cambiado respecto a los avances logrados hace unos meses. «El momento de la unión bancaria se ha desvanecido», considera Diego Valiante, director de investigación del European Capital Markets Institute (ECMI). En Bruselas se masca la tranquilidad. «Casi tres años después, la perspectivas de la eurozona parecen mejores ahora que antes del verano», afirma Janis A. Emmanouilidis, analista del think-tank European Policy Centre, que avisa de que «el mayor riesgo ahora es la complacencia: la UE necesita acordar una agenda detallada y ambiciosa para una genuina unión monetaria y económica en diciembre».

Fuentes del Consejo afirman que «las decisiones vendrán a final de año» y apuntan que el único sujeto de discusión por el momento tratan del supervisor único. «Lo importante es que los inversores sepan que en varios años habrá unión bancaria», enfría expectativas otra voz próxima al Consejo.

El otro gran campo de batalla es que los países de dentro y fuera de la eurozona cuenten con los mismos derechos en este supervisor único. Bruselas propuso la creación de un comité que represente a los que no han adoptado la moneda común, junto al consejo de Gobierno del BCE, que agrupa a las economías del euro. En un sistema financiero tan interrelacionado como el europeo, a países como Reino Unido, Polonia o Dinamarca les interesa estar en la unión bancaria.

Sin embargo, la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), encargada de coordinar la supervisión de los bancos, requiere mayoría cualificada, por lo que la eurozona siempre tendría más peso (17 países frente a los 10 fuera de ella). Por ello, Reino Unido reclama el derecho de veto. Los obstáculos se multiplican y no parece haber atajos. Ante el fuego, Bruselas acostumbra a retroceder un paso por cada dos que avanza. Pero sin presión alguna, la unión bancaria solo parece yacer anestesiada.