El misterio de Serena

Serena dio un recital en su anterior partido. Lágrimas, gestos, mareos... Se encontraba fatal, dice, y aun así fue capaz de remontar contra Timea Bacsinszky un partido que tenía perdido. Así es ella, número uno del mundo que persigue su vigésimo grande. Y tiene argumentos de sobra para asumir el papel de favorita, esté como esté.

Después de ese encuentro de semifinales, fue directa a los servicios médicos y ni siquiera atendió a la prensa. Y tampoco lo hizo el sábado, una tradición del día previo a la final. Informó sobre la situación a través de un comunicado.

«Creo que tengo algún tipo de gripe que hace que sea difícil, es solo una cuestión de reposo y mantenerme hidratada», dijo. «He sentido mucho frío; así que estoy luchando, contra eso, intentando sudar . Ayuda que pueda estar en mi apartamento, y tener conmigo a mi familia y amigos».

Williams tiene una estadística tremendamente favorable en las finales de Grand Slam. Ha jugado 23 y en 19 ha vencido, a tres títulos de alcanzar la leyenda de la alemana Steffi Graf. En París ya ha ganado en dos ocasiones y este año ha llegado a la final después de superar situaciones límite.

Enfrente tiene a Safarova, una checa intersante, zurda y peligrosa que juega muy bien si se libera de los nervios. Ya lo demostró contra Garbiñe Muguruza en semifinales y también ante Ivanovic en la penúltima ronda. Es la 13 del mundo y tiene poco que perder. Además, la estadística le dice que ha caído en los ocho enfrentamientos previos con Serena.