Las claves de la batalla entre Djokovic y Nadal

Si se tiene en cuenta el momento, Djokovic parte con mucha ventaja. Lleva 26 victorias consecutivas y este curso únicamente ha perdido dos veces. En su palmarés de 2015, el Abierto de Australia, Indian Wells, Miami, Montecarlo y Roma, una máquina de ganar. Nadal, por su parte, aterriza con dudas y sólo ha mordido en Buenos Aires, un torneo menor que no le satisface.

Son 43 capítulos de esta rivalidad, con 23-2o para Nadal. En tierra, 14-5 también para el balear con seis de seis en Roland Garros. El año pasado, al igual que en 2012, le superó en la fuinal. Y en 2013 fue en semifinales. Nadal tiene ese dato en mente y también Djokovic, que siempre recela del potencial del enemigo. El último choque entre ambos fue el de Montecarlo, con doble 6-3 para el balcánico.

Hoy por hoy, Djokovic parece más fuerte, un profesional que trabaja como nadie. Se ha desgastado un poco menos y llega sin ceder un solo set. Nadal, por su parte, no tiene problemas este año y ya ha cogido el tono que necesitaba. Le falta, eso sí, un poco de chispa, que es algo que llega con las victorias. Perdió un set contra Sock y eso le hizo estar un rato más en la pista.

Está previsto que el día empiece mal, con lluvias y tiempo desapacible. Sin embargo, se despeja para la hora del partido, que será sobre las 16 horas. Nadal reclama la presencia del sol y necesita que haga calor, pues eso beneficia a su juego y al bote de su bola.

Llegados a este punto, Nadal sabe que necesita dar un paso al frente y meterse más en la pista si quiere tener opciones. Debe buscar la profundidad de su derecha para llevar a Djokovic al fondo y no permitir que el serbio, que lo tiene todo, domine el intercambio. «Solo así tendrá alguna oportunidad», explica Paul Annacone, exentrenador de Roger Federer.

En diez años, Nadal ha perdido un solo partido en Roland Garros. Fue en 2009, en los octavos de final contra Soderling. En total, son 70 victorias por una derrota, asombroso camino. Djokovic, por su parte, suspira por un título que le elevaría a los altares. Es el único que le falta para cerrar el círculo