A las finales no se puede llegar con retraso (86-71)

A como diera lugar, la consigna tras el primer cuarto era taponar la sangría: 27 puntos recibidos en diez minutos de metraje eran demasiados. Al Betis, en cambio, lo traicionaron sus prisas, la ansiedad por no descolgarse. No supo navegar en esas aguas y se desarmó. En ataque no diversificó, no pisaba la zona, se la jugaba al triple y se equivocó porque sólo Hughes acertaba desde la línea mágica. Un parcial de 7-3 orlado con otro triple desde la esquina, esta vez de Micovic, obligó a otro tiempo muerto del técnico bético (34-16), pero el equipo, lejos de corregirse, se hundía. Nada cambiaba. Porque el Obradoiro era mejor en el triple y se imponía en los tableros por el tamaño de sus pívots. A falta de cinco minutos para el descanso, el equipo verdiblanco, de azul en Burgos, estaba en la lona. Caía por 20 tras entrada hasta la cocina, sin aranceles defensivos, de Arroyo Varela (41-21).

Benite, siempre insistente aunque no le acompañe el acierto, reducía a 18 (43-25), pero Millán Jiménez respondía para ni siquiera abrirle la puerta de la esperanza al Betis Baloncesto (46-25). Otra vez el alero riojano puso la máxima con el Monbús Obradoiro desatado, en vena, mientras el Betis rogaba por el descanso para resetearse completamente y despertar de la pesadilla con tintes fuenlabreños. Asombraba el marcador (51-30), pero también la paupérrima estadística del Betis, que sólo había anotado dos canastas de dos de sus doce intentos (16%) mientras su oponente sacaba pecho con un 69% en el tiro de campo y en el triple (9/13).

Al Betis, en fin, lo había arrollado un tren de mercancías. Sus tres pívots (Kasibabu, DeBisschop y Tunde) estaban a cero en puntos y rebotes. Con tan pobres registros, competirle a un equipo de la eslora del Obradoiro, del que ya se avisaba qué poder tiene en los tableros por la fisonomía de sus hombres altos, era una utopía. Al Betis le quedaba tirar de orgullo y defensa para intentar meterse en el partido en el tercer cuarto. Claro que para eso precisaba una reacción huracanada. Tendría que jugar rápido (como realmente no le gusta) y ser eficiente en el tiro, todo eso que no había logrado hasta el ecuador. Dos triples de Benite (53-36) pusieron en alerta al Monbús, que paró el encuentro a modo de medida preventiva. Es cierto que el Betis aumentó entonces los niveles de agresividad, mejoró las vigilancias y su disposición en defensa, qué menos, pero todo de manera insuficiente. Radoncic lijaba a quince la diferencia (60-45), Muñoz se la devolvía con un triple a tabla (63-45) y Hughes contestaba de nuevo (63-48).

El Betis, monotemático en la anotación, se abastecía esencialmente del triple porque las conexiones entre sus perimetrales y los pívots seguían brillando por su ausencia. Remaba y porfiaba por reducir a diez, pero el Monbús, firme aunque ya no impetuoso, no se lo permitía. Le fe del Betis, sin embargo, no se agotaba. Renfroe restó a 14 (69-55) y Hughes, a once (69-58). Tras un 18-28 en el tercer parcial, objetivo conseguido: el Betis, que ya sumaba doce triples, se asomaba a la ventanilla de la remontada, pidiendo la vez. Benite había destapado la caja de los truenos (69-61), simbolizando el cambio radical de su equipo. En consistencia, pasó de porcelana a puro granito (70-63). Había colapsado al Obradoiro a través de la defensa y los gallegos se chocaban una y otra vez contra un muro.

Hughes, estelar desde el triple (24 puntos), ponía el 72-66, pero Micovic achicaba aguas (75-66) y Jelinek seguía apretando (75-69) para que cristalizara una remontada que hacía unos minutos se creía impensable. No cesaba la persecución del Betis Baloncesto, al que el reloj le jugaba en contra. Las prisas eran suyas por más que ya hubiese traspasado parte de su ansiedad al Obradoiro, que mantuvo el tipo. A falta de tres minutos, el Monbús se disparó de nuevo (79-69) y entre Arroyo Varela y Micovic, vía triple (86-71), le echaron definitivamente el lazo al primer billete para la final de Burgos. Donde no estará el Betis, que desde la próxima jornada tendrá que picar mucha piedra, centrarse ya exclusivamente en la Primera FEB y mejorar todo lo posible, recuperando sus señas de identidad, porque a partir de ahora el nivel de dificultad del ascenso crece un poquito más.