El Segundo palo
Engañé
Debo confesar que me inquieta el dontancredismo de la T4 por este chaval, esa paralización general a la espera de que vuelva a deshojar una vez más la margarita de Lamari
¿Es Guardiola mejor que Michelangelo?
Me gusta Kane porque es un futbolista vintage, un jugador normal y sin séquito, uno que no lleva a nadie detrás para que le pele la manzana. Hace algo más de un año, cuando dentro del vestuario ya se maliciaban que Engañé iba a ... dar la segunda espantá (la primera fue su paso del Mónaco al PSG después de alegar que aún estaba verde para el Madrid), un peso pesado, uno de esos a los que se les van cayendo las Champions de los bolsillos mientras va caminando por la calle, comentó en privado su extrañeza ante el comportamiento errático del delantero francés: «No es tan difícil, ¿no? Yo quise venir y aquí estoy». Del contexto de la conversación, y si damos por bueno que esa vaca sagrada era el termómetro de la plantilla, podría deducirse fácilmente que los protagonistas de la segunda era dorada del club deportivo más importante de la historia tan sólo por detrás de la que liderara en su día don Alfredo di Stéfano, consideraban que este chaval era tan bueno como poco fiable. Por eso me gusta el príncipe Harry Kane. Y citaré aquí a La Saeta: «Ningún jugador es tan importante como todos juntos».
Pero los tiros no van por Kane sino por Engañé. Debo confesar que me inquieta el dontancredismo de la T4 por este chaval, esa paralización general a la espera de que vuelva a deshojar una vez más la margarita de Lamari. ¿Nos quiere, no nos quiere, nos quiere, no nos quiere? Como narra el libro del Génesis que pasó con Edith, la mujer de Lot, en el Bernabéu se han convertido en estatuas de sal. A esta congelación de la planificación deportiva de un club del que siempre se espera que compita por todo se le llama ahora «fichaje estratégico» y acaba de ser apellidada con el sustantivo femenino «transición». Todo se dará por bien empleado, incluso un año en blanco, si al final viene Engañé porque él nos garantiza el edén, y no Hazard precisamente.
Es este un duelo a primera sangre (tampoco hay que ir más lejos) entre el gran maestro Florentinov, el hombre que siempre va cinco movimientos por delante del rival, y Engañé, el genio del disfraz. Y lamento mucho tener que decir que vamos 2-0 abajo. A Engañé hay que hacerle un Figo, presidente, porque si no nos la volverá a liar. Si le gusta a usted tanto, si lo considera tan importante como para que nos quedemos todos como Edith, átelo, que firme algo y luego, eso sí, compruebe que no lo haya hecho con tinta invisible.