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Una lenta decepción

Su absentismo, clamoroso, en bajar a defender y cubrir su banda, pasa a los anales del club

Fernando R. Lafuente

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Gareth Bale no ha respondido a lo esperado, ni a lo deseado, ni a lo soñado, ni a lo imaginado por los aficionados del Madrid. «Lo que me parece lo más alto en el Arte (y lo más difícil) no es ni hacer reír ni ... hacer llorar –escribió Gustave Flaubert– ni excitarnos ni ponernos furiosos, sino actuar a la manera de la naturaleza, es decir, hacer soñar». Al Bernabéu uno va a soñar. Con lo que no existe, con lo que es posible, con lo que espera y no espera, con el asombro y la sorpresa. Pocos jugadores hacen soñar. Cada vez menos. Bale es, o fue, uno de ellos. Hizo soñar en la final de Copa frente al Barça, con aquel carrerón que humilló al bueno de Bartra y dejó en evidencia a Pinto; hizo soñar con el segundo gol en la final de Lisboa y arruinó al Atleti; hizo soñar con la chilena al Liverpool hace menos de un año. De Bale, el madridista esperaba más, mucho más, porque razones había dejado para ello.

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