Objetivo: Estadio Olímpico

La estrategia de seguridad olímpica elaborada por las fuerzas de seguridad británicas destaca el terrorismo entre las principales amenazas a las Olimpiadas de Londres. « El terrorismo está considerado firmemente como la amenaza más seria a la seguridad en los Juegos» , corroboran, por su parte, Barrie Houlihan y Richard Giulianotti en un reciente informe de Chatham House titulado «Los Juegos de la (in)seguridad».

Por su parte, el gobierno insiste, como hacía la ministra del Interior, Theresa May, la semana pasada , en asegurar que «seguimos sin tener ninguna amenaza concreta contra las Olimpiadas, y los niveles de alerta no han cambiado». Pero el impresionante despliegue de seguridad que ha tomado ya las calles de Londres, y el antecedente cercano de los atentados yihadistas del 7 de julio de 2005, que dejaron 52 muertos en varios metros y autobuses de la capital, sirven de recortadorio de la evidente amenaza que constituye el terrorismo islamista.

Así lo destaca una reciente evaluación de riesgos realizada por una consultoría de seguridad privada de la City londinense, a la que ha tenido acceso ABC. «Una sucesión de ataques yihadistas sobre eventos deportivos internacionales en los dos últimos años eleva la probabilidad de que los Juegos de Londres sean considerados como un objetivo», aseguran los expertos de Exclusive Analysis.

Recogen, por ejemplo, la alegría expresada en un foro yihadista tras la adjudicación del Mundial de Fútbol de 2022 a Qatar. «Será el primer mundial para los muyaidines, nos llevaremos la copa, las medallas, y las cabezas de los Cruzados y apóstatas», exclamaba un participante, en referencia a los habituales objetivos occidentales y musulmanes del neosalafismo radical.

El informe enumera algunos de los ataques yihadistas a objetivos deportivos en 2009 y 2010, entre los que figuran el ataque al autobús del equipo de cricket de Sri Lanka en Lahore (Pakistán) en marzo de 2009, las bombas en el estadio de cricket de Bangalore (India) en abril de 2010, el doble atentado suicida –atribuido al grupo somalí Al Shabab– que mató a 74 personas en Kampala (Uganda) mientras veían la final del Mundial de Fútbol en julio de 2010, o el doble ataque con bomba, «probablemente perpetrado por Al Qaida», en el estadio de fútbol al-Wahda de Aden (Yemen), en octubre del mismo año.

Estos antecedentes llevan a muchos analistas a dar por hecho que atacar eventos deportivos se ha consolidado como como un objetivo legítimo para el terrorismo yihadista. «Y una vez algo se legitima como objetivo, ese objetivo es imitado», advierte Anna Murison, analista de Exclusive Analysis.

Pero, al mismo tiempo, no creen que el estadio olímpico tenga por qué ser el objetivo preferido. «Debido a la dificultad que plantean las fuertes medidas de seguridad a la hora de atacar sedes olímpicas, resulta más probable que estos grupos intenten coordinar ataques contra objetivos "blandos" con menor seguridad durante los Juegos con el fin de provocar el máximo nivel de pánico y disrupciones», aseguran en el informe citado. Entre estos hipotéticos objetivos posibles, citan ataques a eventos al aire libre en Hyde Park o, «más probablemente», «el servicio de lanzadera entre el centro de Londres y el Parque Olímpico», o el «nuevo centro comercial Westfield», que sirve de antesala obligatoria para quien quiere acceder al Parque Olímpico de Stratford.

Los responsables políticos con los que ha conversado este diario en los meses previos a los Juegos confían plenamente en el dispositivo de seguridad, que tendrá su parte visible en la presencia en la calle de 12.000 agentes de policía, más de 10.000 vigilantes privados y hasta 17.000 militares. Este amplio despliegue forma una férrea sucesión de perímetros de seguridad en torno al estadio de Stanford, que incluye francotiradores y baterías de misiles en varias azoteas. Pero no por ello dejan de prepararse para lo peor.

Así, el Estadio Olímpico dispone, entre otras medidas de seguridad, de «habitaciones del pánico» en sus bajos para «in-vacuar» a personalidades y espectadores, sin sacarlos de las instalaciones, en caso de atentado.