Desde el tartán

Victorias agridulces

La marcha ha ido perdiendo protagonismo con los años, como si molestara en el arrogante mundo del atletismo puro

Cuatro gritos enormes resonando en la oscuridad. Las medallas de oro de Álvaro Martín, el extremeño sin miedo, y María Pérez, la andaluza rompedora, han causado un gran estruendo en el mundo de la marcha atlética, siempre adormecido, siempre cuestionado, infravalorado muchas veces. Precisamente cuando ... más incierto es el futuro de la especialidad es cuando los marchadores españoles han hecho resonar su calidad, su superioridad, su rabia.

La marcha ha ido perdiendo protagonismo con los años, como si molestara en el arrogante mundo del atletismo puro, del rendimiento físico máximo, de las gestas para la posteridad. Atrás han quedado los tiempos en que los marchadores culminaban sus pruebas emergiendo de forma mágica por un túnel a un estadio abarrotado, que los festejaba. Eran instantes emocionantes, como el protagonizado por Jordi Llopart en los Europeos de Praga'78, en el primer gran triunfo internacional del atletismo español.

Las pruebas de marcha se disputan ahora en la calle, como si molestaran en el estadio, como si ocuparan de forma ilícita un espacio sagrado. Otro de los golpes a la especialidad ha sido la desaparición de los 50 kilómetros, una distancia épica, superior al maratón. Una distancia larga, mas lógica, que hacía más difícil romper el contacto mantenido con el suelo, el gran, el eterno problema de la marcha.

No habrá 50 kilómetros en los Juegos de Paris'24. Tampoco 35 kilómetros. El Comité Olímpico Internacional está apagando la luz de la marcha progresivamente, lentamente, como para que no se note. Sin embargo, en Budapest se ha encontrado con los oros de Álvaro y María, dos duros, aguerridos defensores de la caminata, como se conoce en México. Dos atletas que no temen a nadie.

La amargura de estos triunfos reside en la posible desaparición olímpica de la marcha. Por el contrario, la dulzura está, gloria aparte, en su rentabilidad.

Tanto Álvaro como María se van a embolsar 130.000 euros (por sus dos oros de Budapest) más los 60.000 de la beca para la próxima temporada.

Dentro o fuera de los Juegos Olímpicos, la marcha seguirá. Dentro o fuera del atletismo, la marcha pervivirá, porque, pese a sus peculiaridades, a ser considerada o no una especialidad natural, cuenta con 120 años de tradición a sus espaldas. Sin embargo, deberá tomarse algo muy en serio: la incorporación de la tecnología para juzgar las descalificaciones. Eso es ya urgente.

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