EL CLÁSICO

Real baño de masas

Casi tres mil enfervorecidos aficionados colapsaron el aeropuerto y el hotel para aclamar al Madrid a su llegada

Real baño de masas EFE

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Dicen los más viejos del lugar que desde lo de Luis Figo no se había visto algo igual. El espectáculo daba reparo aunque Valdano dijera: «Si eres madridista, no da miedo; miedo da si no lo eres». El recibimiento al Madrid en el aeropuerto fue ... multitudinario. Una muchedumbre entusiasta de casi tres mil aficionados esperaba al Real , que fue homenajeado, vitoreado y alabado como si aquello fuese La Cibeles. Ya desde la misma salida del avión, la Guardia Civil rodeaba a la expedición blanca que andaba hacia la salida con multitud de aficionados acompañándoles en los laterales con sus flashes y vítores. Andaban deprisa los blancos, un tanto expectantes ante tal recibimiento.

Cuando se llegó a las escaleras para bajar a la primer planta, donde estaban los autobuses, se vio lo que había abajo en su plenitud. Un escalofrío pasó por la espalda de los blancos: una multitud tremenda, pero tremenda, agitaba banderas, fotos, bufandas mientras que la policía se afanaba en dejar un estrecho pasillo.

Mourinho se reía. Llegó el primero, se volvió y dijo algo así como «a ver, el primer valiente». ¿Quién salió? Claro, el que se esperaba. Con su cresta de mohicano, Cristiano dio un paso al frente y se lanzó hacia la marabunta con la sonrisa por bandera. Detrás, todos con Mou en segunda fila, siempre sonriente, saludando con la mano cual monarca.

En la entrada del hotel más de lo mismo. Los enviados especiales agitábamos la tarjeta de la habitación para que se abrieran las puertas. Por ahí, entre empujones e intentonas de los chiquillos, pasamos como pudimos. Tampoco nos dejaron coger los ascensores, colapsadas sus entradas por los forofos, que buscaban hambrientos un mínimo garabato en las fotos destrozadas por el gentío.

La Prensa hizo lo de siempre, buscar los ascensores de servicio para llegar a las habitaciones. Casi como aquello de «ya pueden dejar entrar a los periodistas y denles unos bocadillos, que no se mueran de hambre...».

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