Oviedo, una fe inquebrantable
El histórico club asturiano, siempre sostenido por su afición, quiere regresar a Primera tras 24 años de dura travesía
Mirandés: una lucha continua contra el «ya caerá»
Si regresar al ático donde habita la élite del fútbol español desde el piso de abajo de la Segunda División nunca es fácil, hacerlo desde el oscuro y embarrado sótano de Tercera (hoy 2ª RFEF) es misión titánica. El Real Oviedo lleva 24 ... años buscándolo.
La dura travesía del histórico club de la capital de Asturias —cumplirá 100 años en 2026— arrancó el 17 de junio de 2001. La derrota en Mallorca y la descarada 'hermandad' entre equipos vasco-navarros certificaron su adiós a Primera. En aquella plantilla, un serbio, Veljko Paunovic, que reclutado por el entrenador, su paisano Radomir Antic, jamás imaginó el protagonismo estelar que le depararía la historia azul.
Dos años más tarde, agosto de 2003, una nueva catástrofe deportiva y un cataclismo económico se juntaron para empujar al Oviedo al abismo. Sobre la hierba descendió a 2ª B y desde los despachos le mandaron a 3ª. El arrojo que les faltó a algunos jugadores en el campo les sobró para denunciar al club por deudas y, sobre todo, para rechazar avales de pago pese a saber que estaban condenando al escudo que decían amar.
A partir de ahí, desbandada y caos. Plantilla y cantera diezmadas, filial desaparecido y puñalada del Ayuntamiento. Los políticos idearon un engendro, lo llamaron Oviedo ACF y afiliaron a 6.500 presuntos socios sin saber que acababan de reavivar el fuego eterno del oviedismo verdadero. Hubo protestas, manifestaciones y la más contundente de las respuestas: apoyo masivo al viejo 'Oviedín'. Con un plantel de circunstancias y con una sanción de -6 puntos en la clasificación, el equipo arrancó la temporada con 10.800 socios, cifra nunca vista en 3ª División.
El oviedismo se remangó, apretó los dientes, se llenó de barro hasta las cejas en recónditos campos de la geografía astur y soportó las crueles burlas de familiares y amigos afines al club rival de Gijón. Lo que comenzó siendo un acto de rebeldía como reacción a una situación límite mutó en un ejercicio de orgullo, fe y resistencia constantes durante un cuarto de siglo.
Hubo que esperar un par de temporadas para ascender a 2ªB (año 2005), en 2007 el equipo se despeñó de nuevo a 3ª y en 2009 volvió a subir. Estancado en la tercera categoría del balompié español, en 2012 se le apareció de nuevo el fantasma económico con la amenazante guadaña de la desaparición bien afilada. Hacían falta dos millones de euros para no incurrir en «causa de disolución».
Se abrió una campaña de venta de acciones y la respuesta popular fue de nuevo extraordinaria. Ayudó sobremanera la difusión internacional realizada vía redes sociales por un periodista inglés, Sid Lowe, enamorado de Oviedo y del Oviedo tras cursar Erasmus en la capital del Principado. Se despacharon unas 40.000 acciones, miles de ellas en manos de ciudadanos extranjeros de los cinco continentes.
Aún faltaba dinero. Y entonces, una broma radiofónica entre Paco González y Marcos López, periodista y comentarista asturianos de la Cope, fue respondida en serio por el Grupo Carso, propiedad de uno de los empresarios más ricos del mundo, el mexicano Carlos Slim. Este invirtió dos millones y encargó a su yerno, Arturo Elías, el control directo de la entidad carbayona.
Obtenida por fin la solidez financiera, era necesario el impulso deportivo definitivo, el regreso a la Liga profesional. El ascenso se logró en 2015, pero la readaptación a Segunda se fue alargando hasta hacerse bola, así que en 2022 Carso vende la mayoría de sus acciones a otro grupo mexicano, Pachuca, dueño en su país del club del mismo nombre y del León, y con participaciones importantes en el Everton chileno y el Atlético Atenas uruguayo. El cambio revitalizó al equipo. El año pasado se le escapó el ascensor hacia Primera en el último partido del playoff ante el Espanyol. Este domingo y el próximo sábado 21 de junio lo intentará ante el Mirandés.
Por el enriscado camino, además de los ya citados, muchos nombres propios inolvidables. Entre otros: Manuel Lafuente, el presidente que sostuvo el paraguas bajo el peor chaparrón; Antonio Rivas, Pacheta, Sergio Egea, Anquela o Ziganda, entrenadores que dejaron huella; los jugadores Armando y Pelayo y el director deportivo Arnau, trágicamente fallecidos y para siempre en la memoria; Diego Cervero, antes gran capitán, hoy doctor del primer equipo y por siempre ídolo humilde de la capital en las buenas y en las peores; estrellas como Esteban y Michu, dos 'guajes' (niños) de la cantera que retornaron para arrimar el hombro cuando su casa se caía a pedazos; o Melendi, que jugó de juvenil en el Oviedo y de mayor le compuso y le cantó un sentido y premonitorio himno oficioso: «Volveremos».
Mención especial merecen las dos figuras sobre las que se ha asentado el proyecto en esta temporada. En primer lugar, un pequeño gran centrocampista: Santiago Cazorla. Un futbolista mayúsculo, de calidad y visión de juego descomunales, que ha sabido sobreponerse una y otra vez a durísimas lesiones para volver a los campos y triunfar en el Villarreal, el Arsenal, la selección española... y el Real Oviedo. Santi (40 años), amable y cercano, en vez de jubilarse quiso tirar del club de su vida para llevarlo a Primera. Y en el tramo final del sendero apareció Paunovic. A finales de marzo sustituyó a Calleja en el banquillo. No ha perdido ni un partido y ha dotado al equipo de la consistencia y carácter que precisaba.
Todos ellos bajo el protector manto azul del inquebrantable oviedismo. Muchos padres y abuelos ya no están, pero nunca se fueron. Muchos hijos y nietos se han incorporado y nunca se se irán. Son el alma de un club que, pase lo que pase, siempre ha sido y será de 1ª. Con orgullo, valor y garra.
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