Luis García, un populista en Cornellá

Para empezar, el asturiano se encontró con una pancarta de 40 metros que rodeaba el perímetro de la Ciudad Deportiva cuando fue a dirigir su primer entrenamiento. «Estamos contigo a muerte, juntos saldremos de esta», trataba de animarle la peña Juvenil. Los 262 partidos jugados y 60 goles marcados en las seis temporadas que defendió la camiseta del Espanyol hicieron mella en una afición que ahora necesita resultados de forma inminente. Tanto como su implicación con el club. «Lo mejor de Barcelona es ser del Espanyol», comentó hace algo más de una década apelando al orgullo perico, que batalla día a día contra el transatlántico culé. Algo que no ha cambiado un ápice en su forma de sentir los colores y meterse a la grada en el bolsillo: «Cuando hay problemas en casa y te llaman, vas», aseguraba durante su presentación como nuevo técnico del equipo.

No lo tendrá fácil. El reto es de órdago y su única experiencia es la de haberlas vivido de todos los colores en el mundo de fútbol, pero sobre el césped. Tres años en el juvenil A de la DAMM y lo que llevamos de temporada en el RSC Internacional (proyecto para convertirse el próximo curso en el Real Madrid C) del grupo VII de la Tercera Federación es su único bagaje como entrenador. Aunque el fútbol está lleno de ejemplos de entrenadores que han triunfado sin experiencia previa, como Guardiola en el Barcelona o Pochettino en el Espanyol. «Mauricio no había dirigido a ningún equipo como entrenador. Yo he estado tres años en un juvenil de la Damm y ahora salgo del Real Madrid, con la exigencia que eso conlleva. Tengo un trabajo detrás porque soy un trabajador nato. Los entrenadores nunca dejamos de evolucionar. Yo tengo las ideas muy claras», se defiende.

Con Tintín Márquez, Luis Aragonés y Pep Guardiola como referentes, hoy debutará en Primera, cumpliendo un sueño, ante el Athletic (16.15 horas/Movistar LaLiga). La primera ocasión para comprobar si el sentimiento es más potente que la experiencia.