copa del rey
Los suplentes esbozan su cruz
Partido inconcluso del Madrid, casi rozando el fracaso, al no poder con un defensivo Murcia. El equipo B no dio la talla y algunos lo tienen muy crudo
El peligro de apretar tanto el cuello a la gente es que si no están hechos de acero se derriten, al menos algunos. Mourinho amenazó: «El que no juegue a tope está muerto». Y el corsé apretado sobre sus cabezas desmoronó a la mayoría. ... Muchos intentaron brillar por su cuenta, y se estamparon contra el mal estado del terreno de juego y el orden murciano. Otros empujaron con fe ciega y sin ninguna idea, y se toparon contra su propia ceguera, y en ese maremagnum del miedo al ridículo, casi hicieron el ridículo. No fue tanto porque lo cierto es que el Madrid, con mucha actitud, dominó el partido por completo pero, una vez dicho esto, el dominio dejó en cueros a muchos porque con tanto balón o se empacharon de él o no supieron qué hacer, si cocinarlo o dejarlo crudo. [Narración y estadísticas]
El primer desnudo fue el de Diarra , que falló nueve pases de diez. El segundo fue de Granero , perdido en mil arabescos que no llegaron a nada. Ni ellos, ni Canales , también perdido en tierra de nadie, acertaron a ver el juego colectivo. El curso del partido les obligaba a dejar de pensar en ellos y en ver lo que necesitaba el choque: toque de primera y aperturas a las bandas para abrir a un rival metido en su concha.
Fue un error de los tres, pero también de Pedro León , pegado al lado de Benzema cuando una lectura correcta le hubiera llevado al costado derecho para abrir el campo. Se metió junto al francés y este, obcecado y confuso de «per se», se ofuscó aún más para aparecer donde no debía y no estar donde en verdad se le requería con cierta urgencia.
En medio del guirigay del partido, sólo la defensa y Cristiano mantuvieron la compostura. Ellos y el Murcia claro, que hizo lo que tenía que hacer: sufrir con resignación cristiana, puños prietos, diente sobre diente y a aguantar lo que hubiera que aguantar. La ceguera blanca y el descontrol de sus suplentes les facilitó la tarea, mientras que en el banquillo el rostro pétreo del jefe luso empezaba a tener un temible color rojizo: el de la ira desencajada.
Con la cabeza baja
Mourinho les dio veinte minutos más, por si acaso. No salió bien. Una vez cumplido el tic tac, la arena ahogó a Benzema y Granero, que se llevaron al vestuario clavos y martillo para el ataúd. Salieron Khedira e Higuaín y la presión fue superior. Dani tuvo que sacar dos disparos de Cristiano y Pedro León falló lo increíble. Todo el Real Madrid apretó una tuerca más pero con los mismos defectos que antes: todo por dentro, nada por fuera.
Los centrales rojillos se hacían fuertes, bien protegidos por el escudo del medio campo. El tiempo pasaba y los suplentes veían en la letanía la tarjeta roja de Mou, si bien Diarra mejoró algo. Casi todo lo que esbozó el Madrid en el tramo final fue cosa de los titulares. Empujó con el fútbol de Khedira y amartilló con la determinación de Di María , que creó innumerables problemas a la cada vez más agotada zaga pimentonera. Pero no hubo más. El Madrid fue demasiado estático y todo quedó para la vuelta.
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