Metáfora total del palco del Bernabéu

Lo que tiene valores es la derecha y no hay nada más de derechas que el palco del Bernabeu. Yo soy de aquí, aunque sea del Barça por deformación sentimental y no pueda evitar la gran alegría de ganaros. El palco del Real Madrid, con Florentino y Rajoy , representa una España en la que durante los primeros años de la crisis algunos dejaron de creer pero que es la que nos ha sacado del angustioso apuro. Cuando la izquierda nos asuela y parece que no va a haber salida, siempre la derecha comparece y nos rescata, arrancándonos de las tinieblas y devolviéndonos la esperanza.

Hoy podría presumir de equipo y de resultado, y no es que en cierto modo no lo haga, pero esto de no mezclar el fútbol con la política es una tontería, porque no hay nada más político que el fútbol, y todo Estado vertebrado se ve reflejado en un equipo . Y en España, este equipo es el Madrid, aunque a veces como ayer tenga una mala tarde. O incluso, como fue el caso, una muy mala tarde. Si yo volviera a nacer y pudiera librarme de las pulsiones sentimentales, y mi espíritu libre y dispuesto sólo fuera guiado por la derecha, sería sin dudarlo del Madrid, como Dios manda. Ayer el equipo se hundió, y mostró de un modo algo desmoralizante sus vergüenzas, pero en el palco prevalecieron el orden y la jerarquía, y era algo más que un rumor que el PP remonta en todas las encuestas y que está ya coqueteando con los 140 diputados.

Son las mismas histéricas las que acusaban de inmovilista al presidente del Gobierno, y le exigían que pidiera el rescate o que mandara los tanques a Cataluña, cuando en realidad su política era la acertada, como el tiempo ha demostrado; las que ayer pidieron la dimisión del presidente del Madrid porque sus chicos andaban un poco atontados y no acabaron de chutar, cuando todo el mundo sabe que Florentino no es que sea el mejor presidente que pueda tener sino el único . ¿Hay alguien más?

Por mucho que diga Podemos -en plena y feliz decadencia- un Estado, como un palco, se construye de arriba para abajo, la masa nunca tiene razón, y siempre que la derecha se precipita, las hordas populistas nos acaban quemando la iglesia.

Un palco con un presidente empresario que paga 210.000 nóminas, y un presidente del Gobierno de derechas, con algunos de sus ministros, es la estampa de un país que funciona aunque el Barça ganara de un modo inapelable. Estaban la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, Jorge Moragas, la delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, el ministro de Justicia, y este prodigio de la incontinencia -entre pedante y presenil- que es José Manuel García-Margallo, que tengo la primicia de poder contarles que por lo menos cuando habla el presidente del Gobierno consigue estar callado, y no frustrar las expectativas electorales del Partido Popular.

Saliendo del estadio, me senté en el maletero abierto de un furgón de la Policía Nacional para terminar el artículo. El palco del Bernabéu, el presidente Rajoy, mi equipo triunfador, y la mesa reservada en Sushi 99 para acabarnos de llevar la noche por delante. Entre el esplendor de la policía armada e impecable, y el prodigioso olor a gasolina que emergía del tubo de escape, pensé que el mundo es una pasada, que los quejicas no saben de qué hablan, y que la derecha, la libertad y el amor son el mismo gran invento de Dios, que aparte de tener toda mi fe puesta en él, he de decir que es un tipo que me cae realmente bien.