Xabi Alonso, un entrenador sobre el césped

A sus 30 años, Xabi afronta la Euro 2012 en un momento de madurez personal y profesional. El título liguero obtenido con el Real Madrid, el primero de su carrera, redondea un palmarés en el que no falta de nada. Sin hacer ruido, se ha labrado una trayectoria internacional que muchos quisieran y que le convierten en una de las referencias del grupo, tanto dentro como fuera del campo.

Sobre el césped, nadie como él interpreta mejor ese nexo de unión entre la defensa y el centro del campo que requiere jugar en su posición. Si acaso Busquets, su alumno aventajado, aunque con unas características diferentes. Defensivamente cumple con sobresaliente las tres exigencias que se piden a todo «cuatro»: dominio del juego aéreo para evitar que el equipo tenga que recular si el rival le supera por alto ; rigor táctico para interpretar en qué momento debe salir a la presión y en cuál debe guardar la espalda al compañero; e inteligencia para realizar la cobertura a los centrales cuando el balón supera su posición.

Parece fácil de decir, pero pocos jugadores del mundo saben discernir las diferentes situaciones de juego a la velocidad a la que lo hace. Sus cinco años en la Premier League y los tres años en el Bernabéu , especialmente los dos últimos con Mourinho, le han convertido en un muro de granito en la línea en la que se ganan las batallas.

Su inteligencia en el juego la aplica en su misma expresión a la hora de atacar. Más destacable que sus espectáculares cambios de orientación, indispensables sobre todo ante enemigos que asfixian con la presión, es su alto porcentaje de acierto en la entrega. No falla un pase y lo que es mejor, rara vez supera los dos toques a la hora de ejecutarlo. Ello confiere continuidad y velocidad al juego colectivo.

Lo que hace singular a Xabi es que reúne dos condiciones que difícilmente se dan en otro jugador: su visión de juego y rapidez de pensamiento, lo que le hace ir dos jugadas por delante del resto, y la capacidad de llevar a la práctica aquello que ha pensando.

A todo esto se añade un espíritu competitivo y una fe en sus posibilidades sin límites, hererados de su padre Periko, el pulmón de la Real campeona de los ochenta y que protagonizara grandes duelos con Vicente del Bosque , algo que el seleccionador ya le ha recordado en alguna ocasión.

Un ejemplo fue el penalti que dio la Champions al Liverpool en 2005 ante el Milán. Después de ir perdiendo por 3-0 al descanso, los reds acortaron distancias y se situaron 3-2 cuando llegó la pena máxima. Mientras a los capos del vestuario les temblaron las piernas, aquel bisoño de 23 años cogió rápido el balón.

No le importó que hasta ese momento no hubiera lanzado ninguno como profesional. Sólo pensaba en la gloria: «Nunca voy a tener una ocasión así de marcar en la final de la Champions» , me confesó días después cuando le pregunté por su osadía. En esto también tiene una visión diferente. Y no sólo del fútbol, sino de la vida.