Este Barça no da más de sí

Costaba determinar si era más aburrido el partido de ayer o el debate electoral del lunes. Basta con decir que Semedo era el único jugador del Barça que se expresaba con una cierta profundidad. Estaba tan aburrido Messi, y confiaba tan poco en el trabajo en grupo, que en el 21 hasta intentó el gol olímpico , una de las pocas medallas que aún no se ha colgado en su meritoria carrera artística. Partido ideal para prostáticos porque por mucho que te levantaras para ir al baño, cuando volvías no había pasado nada.

El Slavia, en el 27, estuvo a punto de marcar, pero uno de los suyos desvió con la espalda la trayectoria del disparo. Qué malo es el Slavia, y hay que decirlo no para ofenderlos sino para resaltar la absoluta miseria futbolística y moral de los jugadores del Barça. Decir que el Slavia juega bien es de pobre gente vencida, de Bartomeus que ya no esperan nada de la vida. Este club, el Barça, necesita una purga, que empiece por la directiva , continúe por el entrenador y se cebe con las vacas sagradas del primer equipo, salvo con Messi. Es tristísima esta decadencia y es un insulto a la afición la actitud de Piqué y compañía. Messi chutó a la escuadra sin la punta de suerte que merecía y le faltó. Brillante jugada y brillante realización. Lástima.

El portero Kolar salvó a su equipo en el tramo final de la primera parte, en que el Barcelona tuvo unos cuantos córners y los administró con un cierto peligro, tampoco se crean que demasiado. ¡Qué castaña de partido! ¡Qué vergüenza de equipo y de club es hoy el Barça! Cualquier excusa es un desprecio a la inteligencia y una forma de complicidad con la terrible vulgaridad que este equipo encarna. Hay que entrar con los tanques y arrasar. Lo más dramático, en el fondo, es que por mucho que se esforzara -que no es el caso- el Barcelona no podía dar mucho más de sí y por su nivel actual, lo que le toca, es empatar a 0 en el Camp Nou contra el Slavia.

Sergi Roberto sustituyó a Jordi Alba en el descanso y Rakitic y Ansu salieron a calentar. El geriátrico culé hacía aguas por todas partes, y la lesión de Alba era un síntoma más. Qué triste es ver cómo se desmorona lo que fue grandioso. Pésima entrada en el Camp Nou: 67.023. Sólo contra el Valladolid -soberbio peñazo- fuimos menos.

El partido continuó, entró Ansu Fati por Dembélé y Rakitic por Busquets, pero el Barça continuó sin encontrar su juego y los aficionados sin poder creer que aquella miseria, aquel desecho, fuera su equipo. Y la cosa fue paulatinamente a peor: el equipo perdió cualquier conexión con Messi y pasó a cometer una interminable lista de errores no forzados. Ansu se esforzaba -magnífica asistencia con el exterior a Messi-, pero no se le puede pedir a un chaval que fecunde a toda una residencia de la tercera edad. El Slavia pasó de no sufrir a sentirse cómodo. Rakitic demostró que hace tiempo que ha perdido el ritmo de la competición, y quién sabe si algo más.

El empate final, más que un resultado, fue una lápida. Y bajo las lápidas, lo que hay son cadáveres (a menos que los resucite Pedro Sánchez). El Barça es un equipo vergonzoso y un club que necesita una demolición total para volver a empezar.