selección española
Y con el «19», Diego Costa
El delantero estuvo discreto en su debut, más pendiente de gustar que del remate
enrique yunta
Diego Costa, por fin, es español a todos los efectos, uno más para la causa brasileña que preocupa a todos. La selección, mientras resta los días y comprueba que faltan menos de cien para defender su corona, se refuerza con el delantero de moda, natural ... de Lagarto y que prefiere a su país de adopción antes que al de nacimiento. Ayer, en un triste y semivacío Vicente Calderón, Diego Costa juró bandera con todos los honores, orgulloso al defender sus nuevos colores.
Es la imagen a recordar de un amistoso extraño entre las dos últimas campeonas del mundo, recelosas por idoneidad de la cita. Se homenajeaba a Luis Aragonés, era la última prueba antes de la lista definitiva para ir al Mundial y ni por esas se llenó el coliseo rojiblanco, despoblado por el intempestivo horario. Y ahí que estaba Diego Costa, titular en su bautismo, pendiente de agradar para devolver todo el cariño que ha recibido estos días en Las Rozas.
Lució el «19», su número con el Atlético de Madrid y que tanto le ha dado en este curso de locura. Toda cámara buscaba al hombre del día, protagonista sin discusión desde que entró en la lista de Vicente del Bosque, y Costa tampoco regaló demasiadas imágenes para el recuerdo. Sin aires de grandeza, salió el noveno al césped, se arrodilló en un ruego a modo de gladiador y fue el primer en tocar el balón. Diego Costa ya era uno más, Diego Costa, al fin, ya era español.
Adaptación exprés
Su actuación se queda en el aprobado, en un simple bien y a expensas de que se amolde a un estilo que queda lejos del que predica. España es toque infinito, rapidez y técnica y Costa es un jugador que se busca la vida a la carrera, encantado cuando pelea contra todos. La magnitud del evento le hizo modificar sus hábitos y se empeñó en descargar siempre de primeras, más pendiente del pase en corto que de la portería de Buffon, renuncia evidente a su innata capacidad para rematar sin pensárselo un segundo. De todos modos, y aunque es él quien se tiene que hacer a España, el equipo también sabe que hay otro recurso para buscar el gol sin la necesidad de entrar con la pelota en la portería.
Costa salió como delantero, pero caía a la izquierda cuando Cesc, de vez en cuando, se dejaba ver por el centro como falso «9». No se acercó ni al casi y sus único intentos de disparo se quedaron en eso, en el intento. Uno lo taponó Paletta, en el primer acto, y ya en el segundo golpeó demasiado forzado dentro del área. A falta de grandes ocasiones, se dedicó a trabajar sin respiro, emparejado con Barzagli y moviéndose de un lado al otro.
Líder natural en el Atlético, al atacante le faltan galones en la selección, pero no se escondió jamás y levantó siempre la mano para reclamar su presencia. Calmó sus nervios cuando recibió una dura entrada a la altura del tobillo, noble cuando le toca recibir porque él entiende y comparte el fútbol al límite. Ya está con España, ya es como cualquier otro.
Y con el «19», Diego Costa
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