Fórmula 1
Adiós de Vettel a la Fórmula 1: el hijo del carpintero que frenó a Alonso
gran premio de abu dabi
Se crio en la ebanistería de su padre y ganó cuatro títulos con el Red Bull que derrotó al Ferrari del español

El imponente escenario de Yas Marina -su hotel a media pista que cambia de luz, el puerto de yates fotocopia impostada de Mónaco, el parque temático de Ferrari a la vuelta de la arena- vive este domingo otra despedida de alcurnia. Sebastian Vettel (35 años) ... deja la Fórmula 1. Y no parece un hasta luego como el de Fernando Alonso en 2018, sino un hasta siempre. El germano se va sin mirar atrás. Cuatro títulos de campeón, 53 victorias, 122 podios, 57 poles...
Cifras de leyenda para un piloto de origen proletario, el hijo del carpintero que frenó a Alonso. El primer proyecto triunfal de Red Bull.
Vettel, quien dice no descartar dedicarse a la carpintería en su jubilación deportiva, se une a la nómina de leyendas del deporte alemán que el paso del tiempo retiró de la circulación. Beckenbauer, Matthaus, Boris Becker, Steffi Graf, Jan Ullrich, Michael Schumacher, Dirk Nowitzki… El piloto es uno de ellos después de un trayecto de éxito durante 16 temporadas en la F1 y 298 carreras.
Un tipo singular que se ha educado en la Fórmula 1 desde que echó los dientes en 2007 al sustituir en un BMW al accidentado Robert Kubica. Un martirio para los periodistas en su momento de esplendor porque no mostraba un perfil cósmico, como la mayoría de sus colegas. Centrado en los coches, promocionado por la cantera militar de Red Bull y sin un gran gancho entre los medios o el marketing publicitario, pese a sus títulos a bordo de una locomotora supersónica, el Red Bull que diseñaba cada año el Leonardo da Vinci de la F1, Adrian Newey, y que fulminaba a la competencia.
Vettel destrozó los récords de precocidad que estaban en posesión de Fernando Alonso, fue el campeón más joven de la historia. Sin mucha gracia que exportar al exterior, bautizaba a sus monoplazas con nombres y adjetivos de chicas que, se supone, había conocido. Randy Mandy (Mandy la cachonda), Kate dirty sister (hermana sucia de Kate), Luscious Liz (seductora Liz) o Kinky Kylie (pervertida Kylie).
Sin redes sociales
El detalle más sintomático de su función pública es que nunca ha usado las redes sociales, tan reacio como ha sido para mostrar su intimidad.
Con Vettel al volante del Red Bull, Alonso se tuvo que conformar con los subcampeonatos en Ferrari. Cinco años de segundo plano frente al auto imbatible. «Me gana el coche, no el piloto», decía entonces el español ante la superioridad de Vettel y su dedo marcando el número uno en cada victoria.
Vettel también se cansó de Red Bull y buscó el desafío de convertir en campeón a Ferrari, objetivo que Alonso no logró. Tampoco lo hizo el alemán en sus seis años como estrella del «cavallino rampante». Obtuvo 14 triunfos en grandes premios con la escudería italiana y ningún título. El coche lo es todo para todos los pilotos. Así ha quedado constatado en su último viaje, Aston Martin, solo un podio en dos temporadas.
En el trayecto que le ha trasladado a la madurez, el alemán ha derivado hacia un activismo social más intenso. Ha utilizado su casco como fondo para la recaudación: más de 400.000 euros pintando su herramienta de trabajo con los colores del arco iris o subastándolo con fotografías de personas en favor de las personas homosexuales.
En mensajes favorables a la diversidad, se ha significado en Arabia Saudí al organizar una carrera de karts solo para mujeres para exponer la desigualdad de género que impera en el país árabe.
La vida cruzada con Alonso se plasma otra vez. El asturiano le sustituirá en Aston Martin la próxima campaña, tenaz en su empeño por levantar un tercer título mundial.
No es el caso del hijo del carpintero, quien asume en esta hora del adiós otras prioridades. «Ser piloto nunca fue mi única identidad. ¿Quién soy? Soy Sebastian, padre de tres niños y marido de una mujer maravillosa. Mis objetivos cambiaron: de ganar carreras y luchar por campeonatos a ver a mis hijos crecer y transmitir valores, ayudarles cuando se caen, escucharlos cuando lo necesiten, no tener que decirles adiós y, lo más importante, aprender de ellos y dejar que me inspiren».
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