España baloncesto
Epopeya de oro para España
Final
La selección también doblega a Francia en la final y conquista su cuarto torneo continental
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La obra maestra de Scariolo
Comienza la era Hernángomez
El cuento de hadas de España, el que Scariolo no quería que terminara nunca, alcanzó su final y no pudo ser más bonito. Oro para la selección, de nuevo soberbia en el momento de la verdad. Leyenda de la canasta europea que atrapa su ... cuarto título en trece años. Alegría que engorda la historia de este equipo inmortal que tampoco se arrugó esta vez ante Francia. Exhibición coral que corona a un grupo para el recuerdo. El oro más inesperado. El más bonito. La medalla con final feliz.
Ni en los sueños de Garuba, el que mejor duerme de la selección, estaba un amanecer tan favorable en la final. Un despertar agradable como ninguno en el campeonato. Ni siquiera en la primera fase había dominado así un partido España, que casi al final del primer cuarto mandaba ya con autoridad en el encuentro (20-9, min. 9). Una ventaja cimentada, de nuevo, en la defensa. Otra vez pétreo el equipo. Un muro para la selección gala.
Dominaba el choque Brown, que siempre sabía dónde iba a ir la pelota. El mejor amigo del balón en la pista. Entre él y Willy amasaron una diferencia que empujó a Collet a pedir tiempo muerto antes de lo esperado, pues el atasco francés era total, apenas dos canastas en juego en los primeros nueve minutos.
El parón, lejos de ayudar a su equipo, se convirtió en su peor pesadilla. Porque aprovechó Scariolo para poner en pista a su segunda unidad, la que normalmente rompe los partidos con su defensa y que se tornó en verdugo ofensivo. Anotó España siete triples del tirón. Festival exterior que parecía de mentira. Seis de ellos llevaron el sello de Juancho, al que le daba igual la posición para acertar con el aro. El menor de los Hernangómez había entrado en trance y nada podía pararle. Lo intentó Collet con una zona y con una presión contra él, pero nada funcionaba. Como si tuviera una extensión entre su brazo y el aro (47-26, min. 18). Un vendaval que habría derribado a cualquier rival, pero no a esta Francia indomable que se había acostumbrado ya a vivir situaciones extremas en el Eurobasket. Acunada por esa fe, por el recuerdo de las dos eliminatorias en las que estuvo con pie y medio fuera, empezó a crecer el equipo galo, que se subió a los brazos de Fournier para volver a soñar con el partido.
Remontada francesa
Un parcial exprés de 20-2 a caballo entre el descanso y el tercer cuarto rebajó la euforia nacional (49-46, min. 23) e invitó a Scariolo a sacar bandera blanca. Lo hizo el italiano, que aprovechó para templar los ánimos. Respiro que le sentó fenomenal a España. Se encontró la selección con un aliado inesperado. Un Jaime Fernández que había pasado inadvertido durante el campeonato y que decidió acaparar su cuota de protagonismo en el momento más importante. Justo cuando más apretaba Francia, el escolta liberó por fin su talento. Dos triples y un robo con canasta que le dieron aire a la selección (61-48, min, 28). Un balón de oxígeno al que sumó una bocanada de Rudy en forma de triple y un tapón de Garuba a Okobo en la última jugada del tercer cuarto. Trabajo en equipo que llevó el duelo a los diez minutos finales con España nueve arriba (66-57).
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El duelo, que había caminado tranquilo hasta ese momento, se enredó de repente. Un lanzamiento desviado de Rudy, que apenas rozó el aro, acabó en manos de Garuba, que escuchó la bocina del final de la posesión con el balón en los brazos. Las protestas de la selección, que entendía que el reloj tenía que haberse reiniciado, acabaron en una técnica a Scariolo, desesperado después de haber visto la repetición en el videomarcador. De nada le sirvió el berrinche al italiano, pues Francia siguió sumando ante el desconcierto del personal. Remontada que secó Garuba, un gigante en la zona, y Juancho. Siempre Juancho. Inmenso en el lanzamiento con otro triple más, el séptimo de su casillero en nueve intentos (71-61, min. 33).
No bajó los brazos Francia, lo que engrandece su torneo y la victoria de España. Siguieron percutiendo los galos con un Fournier acertadísimo, pero los dioses del baloncesto, a los que Gobert aseguraba haberse encomendado días atrás, estaban ya con España.
No hubo milagro esta vez, porque Brown se encargó de disiparlo. El base americano, el último en llegar a la Familia, volvió a lucirse en los instantes de la verdad. Cuando tiemblan las muñecas. Con su habitual tranquilidad, jugando casi a cámara lenta, mató las esperanzas de su rival y encargó un título que encontró también la rúbrica final de Alberto Díaz con dos triples postreros. Puñaladas que encendieron a la grada nacional y desataron, ahora sí, la euforia. Final a una epopeya preciosa. Una de las más bonitas de estas dos décadas de alegrías que no parecen tener fin. Epílogo de oro para el cuento de hadas de la selección.
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