El último imposible de una selección de leyenda

El baloncesto, decía estos días la FIBA, es un deporte de cinco contra cinco en el que se trata de meter la pelota en un aro durante 40 minutos y en el que siempre gana España. Broma que sirve para ilustrar la capacidad competitiva de un equipo que va más allá de las generaciones y el talento. ADN ganador que se trabaja con los jugadores desde que son unos niños y que se refleja en la pista a lo largo de los años. «Nosotros, estos días, representamos a muchísima gente de las categorías inferiores. Entrenadores, trabajadores de los clubes, jugadores, padres… Todos los que han ayudado a crear esta personalidad y estos valores», explica Scariolo horas antes de la final.

Un duelo clásico que tendrá enfrente a una Francia irregular que se ha visto hasta dos veces fuera del campeonato, pero que luchará por su segundo oro. De hecho, ante Turquía en octavos y ante Italia en cuartos, los galos tuvieron pie y medio fuera, pero la fortuna y una dosis de fe infinita les permitieron seguir con vida. «Voy a seguir rezándole a los dioses del baloncesto», afirmaba Gobert, la gran estrella francesa. La fe contra la ciencia. Los dioses contra el ADN.

«El secreto de todo es esta camiseta», apunta Rudy Fernández, señalándose el pecho. Y no le falta razón. Tiene algo de mística enfundarse la zamarra roja, pues catapulta el rendimiento del que lo hace y arruga a los rivales. Lo sabe bien Francia, derrotada en 17 de los 21 enfrentamientos que ha vivido ante España en un Eurobasket. Derrotas que escuecen, como la de hace siete años en Lille, con una exhibición de Pau Gasol -40 puntos en semifinales- que todavía sobrevuela en el imaginario colectivo de los jugadores galos. Algunos de ellos soñarían anoche con la incansable defensa de Alberto Díaz, la determinación de Willy o la imparable muñeca de Brown. También con la espigada figura de Pau, los pases de Ricky Rubio o los triples de Sergio Llull. Verdugos durante años de las ilusiones de los de azul, siempre a la sombra de la selección a pesar de haber tenido una generación maravillosa comandada por Tony Parker.

«De los partidos contra Francia tengo recuerdos muy buenos. Como aquel Europeo de 1999 en su casa al que llegamos como esta vez. Nadie contaba con nosotros. Hicimos una fase de grupos desastrosa en la que llegamos a perder de 17 contra los galos, pero terminamos levantándonos hasta lograr la plata. En semifinales, por cierto, eliminamos a Francia en un pabellón lleno que no se lo podía creer». Habla para ABC Carlos Jiménez, manager del equipo, que estos días vive como testigo de primera mano lo que está ocurriendo en el vestuario de España.

«Está siendo un verano maravilloso. Desde el primer momento se ha creado una atmósfera muy buena, así que no me ha sorprendido lo que están consiguiendo los chicos. Volver a alcanzar una final, con un equipo que dos días antes de viajar a Tbilisi no sabía todos sus integrantes, es algo que solo ocurre en este vestuario», señala.

De todos aquellos franceses frustrados en las últimas dos décadas quedan todavía algunos en el vestuario. Equipo también en renovación, en el que Gobert o Fournier siguen siendo sus referentes. El escolta de los Knicks arengó ayer a sus paisanos en busca de una atmósfera favorable en el Mercedes-Benz Arena. «Moved vuestros culos hasta Berlín y alumbrad el pabellón», escribió en sus redes sociales el jugador, segundo máximo anotador del equipo con casi 15 puntos por partido. En sus manos reside buena parte del peligro galo, que esta vez tiene otros muchos recursos. El madridista Yabusele lidera la ofensiva, con Gobert -13 puntos y 10 rebotes- como amenaza interior.

La defensa, que le ha salvado del adiós en varias eliminatorias, es una tarea coral en la que el semidesconocido Tarpey se ha convertido en capitán general. A todo eso suman su habitual exuberancia física, lo que obligará a la selección a multiplicar su compromiso para optar a la victoria. «Tenemos un bonito reto por delante. Otro más. Un reto muy exigente contra un equipo de grandísimo talento físico, atlético y técnico. Un grupo que juega junto desde hace mucho tiempo y que tiene muchísima experiencia. Una vez más, sobre el papel, no salimos con los favores del pronóstico pero hemos conseguido más de una vez reducir la distancia que nos separa para, incluso, terminar ganando», advertía Scariolo, cuyo rostro denotaba la tranquilidad de quien ya ha transitado por estas cumbres.

El italiano reconocía tener ya un plan preparado «para seguir engañando al personal». «No nos queda otro remedio. Lo que tengo claro es que jugar de cara ante Francia no creo que nos convenga mucho. Hemos tenido muchos partidos importantes contra ellos y hay una rivalidad sana, al menos por nuestra parte. Tal vez haya sido más fácil tenerla sana por nuestra parte...», bromeaba ayer el técnico, que solo ha perdido una vez contra Francia como seleccionador.

Más emocionado se veía al grupo, sonriente y distendido en la última sesión previa al partido. «A mis compañeros solo les diría que disfruten del momento. Ninguno sabemos si vamos a estar de nuevo en una final. El deporte da muchas vueltas, así que toca disfrutar e intentar reflejar en la cancha el trabajo que prepara el cuerpo técnico», señalaba el capitán, Rudy Fernández.