Fútbol
El Atlético de Madrid es un equipo agónico
Champions League | Jornada 2
Remontan por enésima vez los rojiblancos en lo que va de curso para conseguir su primera victoria en esta Champions League
Morata, en dos ocasiones, y Griezmann sellan el triunfo en el Metropolitano
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Madrid
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Iniciar sesiónUn partido de Liga de Campeones en la media tarde de un miércoles quizá no sea el horario que mejor se adapta a la estructura arquetípica de la vida española. Las jornadas laborales están lejos de terminar, los quehaceres diarios suelen estar en pleno ... proceso; tal vez por ello, ante el fútbol a contrapié, el Metropolitano presenta demasiadas mellas en un día que se intuye trascendente.
El sol brilla sobre el impoluto tapete verde y el personal mira con extrañeza a la esquina donde los más de 3400 hinchas del Feyenoord protagonizan el único ruido del casi siempre bullicioso estadio rojiblanco. El ambiente es raro, pretemporadesco incluso, y en tal aire veraniego, el Atlético de Madrid comienza a ser víctima de su desgana. Decide temer ante las primeras bofetadas de los talentos exteriores Stengs y Paixao, se abraza a su propia área y paga caro el siempre desdeñable arte de la especulación. Paixao baila por enésima vez en siete minutos a Molina, imagina un bello balón interior a Ueda y este, en el mano a mano, falla frente a la enormidad de ese salvavidas de nombre Oblak. Sin embargo, la pelota rebota en el muslo de Hermoso y de manera inverosímil cruza la línea de gol atlética.
Es trágico este equipo y se recrea en el infortunio que le persigue por la historia como si una sombra fuera. Hace dos semanas fue el cabezazo de un portero el que le impidió salir con la cabeza alta del Olímpico de Roma; ahora es un autogol quien destroza su plan.
A medio camino entre el caos y la incredulidad, es el aliento del paciente Metropolitano el que obliga a los suyos a cuadrar tres pases seguidos y a invadir por vez primera el campo de los de Róterdam. Es más, como consecuencia a la tímida reacción, su mejor hombre Antonie Griezmann recibe al fin en zonas de peligro; y cuando esto sucede, el Atlético es un equipo mejor.
Sin emabargo, otro designio del azar es quien empuja a los rojiblancos hacia el empate. Morata recoge el balón rebotado tras una de las pocas aventuras ofensivas de Lino, es pillo en el barullo y bate por bajo a Wellenreuther en el minuto 12. El juez de línea levanta la bandera mientras el exmadridista, que no aprende de su íntima y nociva relación con el fuera de juego, celebra enloquecido; pero el VAR acude al rescate.
Entretanto, pese a que Simeone calienta al gentío, le acompaña al infierno con palmas y aspavientos, como si tuviera un boleto ganador entre manos, el Atlético regresa al recogimiento. La consecuencia es directa: el central Hancko remata dos veces a bocajarro y, por decantación, hace el 1-2 (minuto 34) ante la debilidad aérea de un Atlético, salvo la excepción de Hermoso, sin zagueros sanos.
Un Potosí al descanso
La nueva ventaja neerlandesa, lejos de provocar en el equipo local una lógica histeria, es respondida con serenidad. Queda demasiado tiempo y, a veces, el Atlético es consciente del inmenso potencial que tiene en el último tercio de campo. Aparece Saúl en esta vuelta a su mejor versión y estrella un balón en el palo; los cambios de orientación de Hermoso a Molina son la llave para desencajar al cerrado Feyenoord y Morata remata cada centro lateral. El 2-2 parece una deducción natural al empuje de los de rojo y blanco, y como tal, en la última jugada del primer tiempo, de chilena tras mil rebotes en lo más profundo del área visitante, es Griezmann quien provoca el júbilo del ya repleto Metropolitano.
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Corre eufórico el Atlético hacia el vestuario y, como si un cuarto de hora no hubiera pasado, regresa a la alegría infinita cuando pisa el césped de nuevo. Es otra vez Morata quien sonríe; en esta ocasión al convertir en óptimo un precioso envío lateral de Molina. Se abraza en comunión el argentino con Simeone y sus compañeros, se quita un peso de encima el carrilero, es consciente de que no está viviendo su mejor momento de forma como jugador del Atlético.
Tiene por única vez en el partido algo que perder el equipo madrileño, pero parece haber aprendido de su pasado reciente. El Feyenoord, con el orgullo herido de muerte, se topa entonces con un agigantado Oblak, quien es vital en el desahogo rojiblanco en esta Champions League. Con sustos, remontada y un sinfín de goles, el Atlético respira aliviado.
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