Riccardo Muti triunfa en el Real con el Fígaro de los jóvenes
Su trabajo con la orquesta fue magistral. La sonoridad exquisita, la riqueza de matices, la habilidad sobrenatural con que logra que cada melodía suene exactamente como debe sonar
ANDRÉS IBÁÑEZ
La ópera de Saverio Mercadante tiene lugar quince años después de «Las bodas de Fígaro», pero todos en escena son jóvenes, rabiosamente jóvenes. Tan jóvenes que el conde parece de la misma edad que su hija Inez, cuyo matrimonio, concertado con el pícaro Figaro ... con un rufián para repartirse la dote pero enamorada en secreto de Cherubino, es el motor de la acción.
Deslumbrante construcción musical hecha a base de crescendi rossinianos
También los músicos de la orquesta son jóvenes: la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini , formada por Riccardo Muti en 2004, está formada por instrumentistas de menos de treinta años. Pero el más joven de todos, con diferencia, es Riccardo Muti, que nos regala en esta interpretación de una obra prácticamente desconocida del repertorio, una fiesta de musicalidad exquisita. Música que tiembla, que brilla, como recién inventada.
Fue sobre todo la noche de Muti. Su trabajo con la orquesta fue magistral. La sonoridad exquisita, la riqueza de matices, la habilidad sobrenatural con que logra que cada melodía suene exactamente como debe sonar (esas sutilezas de retrasar casi imperceptiblemente el tempo para hacer que un dibujo melódico endiablado pueda sonar con claridad), el encaje camerístico de las escenas más íntimas, la espectacularidad y al mismo tiempo la claridad y transparencia absolutas de esas grandes escenas como el final del primer acto, un septeto con coro, deslumbrante construcción musical hecha a base de crescendi rossinianos en los que aparecen siempre nuevas melodías siempre sorprendentes, siempre líricas, siempre inolvidables en un efecto que acaba por ser avasallador y hace que nos sintamos felices.
Y no solo de que exista la ópera, no solo de que exista Riccardo Muti, no solo de estar aquí sentados en el Teatro Real, sino también del mero hecho de estar vivos.
El cautivador central de la ópera
Los cantantes son irregulares. Mario Cassi no logra redondear su difícil papel, que desgraciadamente es el central de la ópera, pero el tenor Antonio Poli nos cautiva con la exquisita belleza de su timbre. Rosa Feola ejecuta su coloratura con enorme agilidad y gran musicalidad, pero la estrella de la noche es la joven soprano Eleonora Buratto, que va creciendo a medida que avanza la representación y que logra al final una más que merecida ovación.
¡Tantas cosas tienen que ir bien en una ópera para que sea un éxito y tantas cosas pueden ir mal…! Salimos del Teatro Real y vemos el extraño cielo de 2012: la luna horizontal y esa nueva estrella inexplicable. Pero estamos felices.
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