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ABC Cultural

My Bloody Valentine, el principio del final

jesús lillo

A más de uno lo cogió con el paso cambiado, con la desconfianza que dan los avisos de que viene el lobo y luego la bestia nunca viene, pero al despertar, hora española, el disco estaba allí, como el dinosaurio, aquí contrahecho, mezcla de huesos ... desenterrados y piezas sintéticas. Historia natural. My Bloody Valentine cierra con «Mbv» un ciclo de silencio, retoque, búsqueda, rumores, obsesión y locura que durante veintidós años solo ha servido para sobrevalorar su obra maestra, aquellos puntos suspensivos colgados del alambre de las guitarras eléctricas que en «Loveless» sonaban y disonaban, cosas del eco teledirigido hacia objetivos parabélicos, como ninguna otra antes. «Mbv» es el final del principio y viceversa, el episodio final de una serie de ficción, quizás un «reality show» de carácter psiquiátrico, cuyo desenlace no debería haber existido por la dificultad que entraña satisfacer las expectativas de su audiencia. Hay que reconocer que, como final abierto, «Loveless» ha resultado desde 1991 insuperable.

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