CRÍTICA DE:
Transformaciones de Markus Linnenbrink
Palma de mallorca
Es Baluard y Casal Solleric ceden sus superficies para transformarse en parte de la pintura expandida de este creador alemán
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Las paredes se licúan en cascadas cromáticas, los suelos vibran y los techos parecen disolverse en una sinfonía de pigmentos. Así es como se presenta la doble intervención del artista alemán Markus Linnenbrink (Dortmund, 1961) coproducida por el Museo Es Baluard y Casal Solleric en Palma de Mallorca, ... titulada 'Whatwethink as Insignificant Provides the Purest Air Webreathe' (Lo que pensamos que es insignificante proporciona el aire más puro).
Las obras, concebidas como instalaciones efímeras, forman parte del último proyecto comisariado por Fernando Gómez de la Cuesta y Jackie Herbst, que han sabido ver el potencial de reconfigurar tanto el espacio como la percepción, sin caer en frivolidades propias de un 'photocall' (pese a que los visitantes que descubren las piezas no puedan evitar hacerse 'selfies' sin parar).
Ambas intervenciones parten del mismo planteamiento, desplegado en dos contextos distintos. En Es Baluard, enclavado sobre las murallas renacentistas de la ciudad, el color irrumpe cual gesto de ocupación radical hasta el ascensor. No se limita a invadir: se rebela contra la ortodoxia del cubo blanco, desbordando los límites tradicionales del espacio expositivo.
En Casal Solleric, un palacio barroco reconvertido en centro de arte, el despliegue cromático se entrelaza con la arquitectura, generando un contrapunto entre la ornamentación histórica y la saturación contempo- ránea. No es una mera repetición, pues la experiencia en un espacio condiciona la mirada en el otro, como si formaran una coreografía dividida en dos actos.
Linnenbrink lleva décadas explorando los márgenes de la pintura con una técnica singular que combina acrílicos y resinas vertidas en capas a rayas, endurecidas con brillo. Su práctica desborda el lienzo y se expande hacia muros, suelos y techos. El espectador atraviesa mientras observa. Habita una obra y habita una atmósfera. Ese gesto de inmersión convierte la pintura en experiencia física sin renunciar a su dimensión conceptual.



Si tratamos de acotarlo, este trabajo podría inscribirse en lo que conocemos como la condición 'postmedia'. Porque no pertenece estrictamente a la pintura ni a la instalación, sino que opera en un territorio intermedio, donde las disciplinas se entrelazan sin jerarquía. El cromatismo escogido y la rendición ante la gravedad como guía de los flujos pictóricos parecen remitir a una ética de lo procesual. No impone formas sino que orquesta posibilidades. Esto recuerda a la noción deleuziana de devenir, donde lo relevante no es el objeto ya acabado, sino el movimiento interno que lo genera.
Las superficies de resina, brillantes, translúcidas, casi táctiles, convocan al espectador a una experiencia alterada de la percepción. El color deja de ser representación para convertirse en cuerpo, en luz suspendida. Hay algo casi alucinógeno en estas obras, desbordando la realidad sin romperla. Como si, de alguna manera, intensificasen el presente.
La elección de Es Baluard y Casal Solleric por los comisarios no responde a una lógica institucional, sino a la voluntad de construir un relato expandido entre pintura y memoria arquitectónica. Linnenbrink ha tejido un dispositivo que evita el espectáculo y apuesta por la resonancia.

Markus Linnenbrink
'What We Think...'. Es Baluard. Pl. Puerta de Santa Catalina, 10. Casal Solleric. Paseo del Born, 27. Palma de Mallorca. Comisarios: Fernando Gómez de la Cuesta y Jackie Herbst. Hasta el 7 de septiembre. Cuatro estrellas.
El proyecto se inscribe en la trilogía 'Nachleben' de Es Baluard, término que remite a la vida posterior de las imágenes. Aquí, lo que permanece no es una imagen, sino una huella sensorial. Un eco cromático que se instala en el cuerpo. Una reverberación lenta que transforma no solo el espacio, sino también a quien lo atraviesa.
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