Surtido de clásicos veraniegos

Ese vínculo canadiense lo encontramos en algunas de las seis exposiciones que se programan. Sylvie Bussiéres, natural de Quebec, protagoniza ‘Malas hierbas’ (Palacio Consistorial), inmersión en la exuberante flora de Canadá mediante fotos intervenidas dibujísticamente. Un elemento valioso de la programación recae, además de la presencia de artistas del país invitado, en la coherencia interna de las entregas expositivas y en cómo artistas de Murcia trabajan sobre ámbitos relacionados con Canadá.

Así, ‘Trauma’ (Domus del Pórtico), la propuesta de uno de los grandes nombres de esta edición, Joan Fontcuberta, aunque es una reflexión sobre la foto, comparte dosis de inquietud y enigma con la obra de Bussiéres. Fito Conesa, autor de la tierra –el otro gran nombre–, creador que hace confluir artes visuales y música –elemento insustituible en su poética–, no es la primera vez que participa en el festival. En esta ocasión lo hace con la conmovedora ‘Sinfonía para Rouyn-Noranda’ (Palacio Consistorial), propuesta audiovisual que traduce el espíritu y ánimo de aquel territorio de Quebec.

Esta coherencia interna que destacamos puede deberse a que estas exposiciones están comisariadas por las mismas personas, Nacho Ruiz y Carolina Parra, de modo que establecen guiños entre ellas y se entienden como piezas de una propuesta más compleja y rica. ‘Paranza’ (El Batel), de Catalina García, Ismael Cerezo y Chose García, ofrece el gozne con lo marítimo y la tradición alfarera del lugar al intervenir velas de barco con cerámica. Por Juan Francisco Rueda

Históricamente, la cultura ha enraizado en lugares específicos, como escuelas, escenarios, museos o bibliotecas. Aunque las nuevas tecnologías han expandido su volumen y alcance, sigue predominando una idea de la misma como producto elaborado y consumible. La pequeña localidad malagueña de Genalguacil lleva varias décadas desafiando esta dinámica: tras llevar su patrimonio más allá de los confines tradicionales, se ha consolidado como un Pueblo Museo único en el mundo. Aquí, la cultura no se ofrece como un resultado, sino que se integra y desarrolla en la vida cotidiana. En este proceso, las prácticas colaborativas han sido esenciales, uniendo a los vecinos con numerosos artistas, atraídos por un programa bianual de residencias.

Este verano, como cada año impar desde 2011, el pueblo celebra su ‘Festival Arte Vivo’, dirigido por Juan Francisco Rueda. Su trabajo presenta un enfoque reflexivo acerca del patrimonio cultural y paisajístico y su formulación en la memoria colectiva. En esta ocasión, su propuesta analiza el paisaje hídrico que atraviesa el valle del Genal, explorado y documentado por Linarejos Moreno (1974) y Moreno & Grau, quienes han formalizado sus piezas en talleres de la comarca y la provincia.

‘Cursos de la memoria, márgenes de vida’ aborda dos perspectivas complementarias: los recuerdos compartidos en torno al agua, sus usos y recorridos, en el caso de Moreno&Grau, y la indagación poética y especulativa acerca del origen de algunos accidentes geográficos encontrados en la zona, como las oquedades que aparecen en el cauce de los ríos y arroyos de Sierra Bermeja, en Linarejos Moreno.

Este verano también podremos descubrir la nueva puesta en escena de la colección permanente del Museo de Arte Contemporáneo, titulada ‘Opuestos’, donde se plantea un diálogo entre piezas inéditas de artistas como Paula Valdeón,Paloma de la Cruz, Pablo Capitán del Río, Arturo Comas, Martínez Bellido, Raquel Serrano, Ana Varea, Françoise Vanneraud y Rafa Jiménez. También destaca el arte textil de la artista local Marie-Isabelle Poirirer en ‘Crisálida’, espléndida muestra comisariada por Nerea Ubieto, que incluye un mural colaborativo con la participación de mujeres de Genalguacil. Por Carlos Delgado Mayordomo

No solo de calor, piscinas, playa, vacaciones, siesta, cañitas y terracismo vive el hombre o la mujer en verano. Las manifestaciones culturales y artísticas siguen brotando como flores estivales y tienen su corazoncito, quizás más necesitado que nunca de apoyos y cariños públicos.

Por todo ello encuentro muy positivas iniciativas como la puesta en práctica por la Comunidad de Madrid con el título de ‘Arte vivo en las villas’, en lo que supone ya su tercera edición. Un proyecto cuyo principal objetivo es el de acercar determinadas manifestaciones artísticas a una ciudadanía que habitualmente no tiene oportunidad de conocerlas. De esta manera, durante los fines de semana hasta el 10 de septiembre se van a desarrollar una serie de actividades artísticas en el ámbito de lo que se conoce como las Once Villas, un conjunto de municipios pertenecientes a nuestra Comunidad, formado por San Martín de Valdeiglesias, Manzanares el Real, Buitrago, Colmenar, Torrelaguna, Rascafría, Patones, Villarejo de Salvanés, Navalcarnero, Nuevo Baztán y Chinchón, y que tienen en común una reconocida singularidad en su patrimonio cultural y una bien ganada capacidad turística.

La propuesta, quizás algo arriesgada, pero por ello no menos atractiva, es la de combinar una serie de prácticas artísticas relacionadas con la ‘performance’ y el arte de acción (está detrás la Juan Gallery) junto a opciones más tradicionales, incluso artesanales. Por otra parte, se quiere poner el énfasis en la utilización de las plazas públicas como espacios de comunicación, expresión e intercambio. Una genealogía social que cuenta en nuestra cultura con un amplio recorrido, desde las ágoras y foros del mundo clásico a las plazas y mercados medievales y renacentistas.

Este interesante proyecto intenta así matar tres pájaros de un tiro: descentralizar la cultura, mostrar eventos artísticos poco conocidos y reforzar el sentido social y ciudadano de los espacios de encuentro. Un total de cinco artistas contemporáneos, Enrique Gimeno, Sara Ruiz, Lara Brown, Nayarit Fuentes y Jorge Bayo plantean diferentes propuestas creativas que tratan de implicar al público y convertirlo en fundamental parte (inter)activa.

Pese a la lógica disparidad de calidad y pertinencia de las propuestas, debemos apoyar y alentar este tipo de iniciativas, que siempre traen algo de acogedor frescor creativo a nuestros rigores estivales. Vayan, conózcanlas y disfruten. Por Francisco Carpio

Por tercer año consecutivo, la cita de las galerías barcelonesas en el Baix Empurdà toma forma. La iniciativa colaborativa abanderada por Bombon Project, Joan Prats y Nogueras/Blanchard sale de la Ciudad Condal huyendo en fechas veraniegas de las altas temperaturas y apostando por la descentralización hacia el idílico enclave de Corçà, pequeño pueblo medieval donde una antigua fábrica harinera les aporta los 500 m2 en los que se desarrolla una muestra.

La Antiga Farinera de la fábrica de harinas La Torre es el enclave elegido, con ocho salas en las que habita una propuesta en torno al movimiento con un elenco de artistas que va desde los históricos a los actuales, conjugando las líneas de trabajo de las tres galerías. ‘Meridiano espíritu fantástico’ es un título tan amplio como sugerente que tiene como eje central el ‘pneuma’ o ‘respiración’ en griego. Una conexión entre las obras que se puede respirar.

El aire penetra en la materia y, como si de un líquido se tratase, por su traslación, se produce el movimiento. Respiración, movimiento y vida conectan desde lo poético al ser humano y el cosmos desde las obras de arte, así como desde el acertado texto de Ángela Segovia que acompaña la experiencia y será interpretado por ella misma en una de las múltiples actividades de estas semanas. Una cita que tiene por objetivo propiciar el encuentro físico, volver a las relaciones en persona pausadas, con una programación interesante y variada.

Un recorrido fascinante a través de manifestaciones artísticas transversales en cuanto a medios y generación. Un viaje deslocalizado provocativo que sumerge al visitante en un universo creativo de formas libres en constante movimiento. El diálogo en sala se da con nombres de la talla de Miró o Tadáskía, de Joan Hernández Pijuan a José María Sicilia. Un elenco con una predominante visibilidad femenina de la mano de Ester Partegàs, Ludovica Carbotta, Juliana Cerqueira Leite o Joana Escoval. Especialmente alineadas con la idea del título destacan las esculturas en vidrio de Lara Fluxà, que ocupan el espacio de manera orgánica y cruda, directa y delicada padeciendo esa misma respiración que nos apunta el texto de Segovia, mientras los lienzos de Tadáskía aportan una nueva lectura de la abstracción de la existencia y desarrollo identitario a través de unas composiciones cromáticamente potentes y con un desarrollo tan personal como intrigante. Por Isabel Lázaro

Sa Pleta Freda es un espacio mítico de los veranos mallorquines. Inaugurado en 1976, acompaña desde entonces los estíos de la isla con singulares exposiciones en esas fechas. Nacido del espíritu y de la sensibilidad de Miquel Servera y Antoni Esteva, lleva programando talento desde hace casi 50 años. Por las salas de esta antigua casa mallorquina de Son Servera han pasado artistas como Saura, Chillida, Mompó, Rueda, Maria Girona, Ràfols, Zush, Perejaume, Amat o un jovencísimo Barceló. De hecho, si algo demuestra la habilidad de sus promotores es la temprana edad con la que muchos pasaron por esta localidad.

Ahora le ha tocado el turno a otro talento expansivo y prolífico: Rafa Forteza (1955). El comisario, Esteva, ha seleccionado obras de un periodo cronológico amplio que buscan más la sutileza del gesto, la introspección creativa y la contención cromática que otro tipo de formalizaciones más expansivas. Magnífica propuesta que se integra a la perfección entre los singulares muros de la casa.

No menos singular y apenas a unos kilómetros se halla la Torre de Canyamel, una construcción medieval que también lleva un interesante recorrido de propuestas estivales vinculadas a la creación contemporánea. En esta ocasión es Amparo Sard (1973) quien ocupa, y nunca mejor dicho, la médula de este edificio fortificado.

En ‘Ánima’, la artista se autorrepresenta trepanada, despellejada y descuartizada, con sus entrañas y su piel separadas de la carcasa hueca de su esqueleto. En un acto de verdadera y generosa creación, se ofrece para ser devorada, revelada y devorada.

En las piezas que presenta se ve un decidido paso hacia delante en el que comparecen, quizás para quedarse, una pintura sangrante de trazo sinuoso y contenido desasosegante, una geometría que aumenta la tensión al contraponerse a lo orgánico y un color sutil que confiere a sus piezas una nueva perspectiva. Por Fernando Gómez de la Cuesta