CRÍTICA DE:
'Renata sin más', de Catherine Guérard: oda a la libertad
NARRATIVA
La escritora francesa siempre estuvo envuelta en el mayor de los misterios. Ahora se recupera esta maravillosa e inclasificable novela
Otras críticas de la autora
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Iniciar sesiónEn su día, y aún ahora, este sorprendente libro, 'Renata sin más', de una escritora francesa totalmente olvidada, no se parecía a nada. Su autora, Catherine Guérard, acaba de ser felizmente rescatada, con una excelente traducción de Regina López Muñoz, en esa magnífica editorial, ... Tránsito, que periódicamente publica auténticas joyas, como también lo fue otra anómala escritora en lengua francesa, la belga Caroline Lamarche.
Desde muy pronto, Catherine Guérard siempre estuvo envuelta en el mayor de los misterios. Escrita en 1967 'Renata sin más', en un año premonitorio para todas las rebeliones que no sólo en París se extenderían por toda Europa, esta maravillosa e inclasificable novela fue seleccionada para el Premio Goncourt, sin lograr ganarlo.
NOVELA
'Renata sin más'
- Autora Catherine Guérard
- Editorial Tránsito
- Año 2023
- Páginas 164
- Precio 18,50 euros
Pero su impresionante monólogo interior, de una sola frase entre tozuda y alucinatoria, de una mujer que elige ser libre y vivir según ello, en la mayor de las radicalidades, sin concesiones, no dejó indiferente a nadie. Se trataba de un segundo libro tras otro publicado, 'Ces princes', de 1955, que había recibido igualmente críticas muy positivas. Pero nada más aparecida doce años después la singular hazaña de la indómita Renata, su autora desaparecería. Nada se sabía de ella ni a dónde había ido y corrieron los rumores que o bien se había suicidado o simplemente, alejada de todo, murió en 2010. Por otro lado, Guérard, nacida en 1929, sería la autora de un buen número de cartas dirigidas a un tal François, al que le dedica 'Renata sin más', que no era otro que François Mitterrand.
Un día cualquiera, Renata que, alérgica a dar datos precisos en su relato escoge llamarse así, al tuntún, emprende una elección feliz y perfectamente meditada. Una elección insobornable, de una inocencia entre salvaje y cándida, que no atiende a razones. Empleada del hogar le dice adiós a sus sorprendidos patrones y sin una maleta siquiera, porque ello simbolizaría algún tipo de atadura, sólo con unas cajas de cartón, se lanza a deambular como una vagabunda por las calles de París.
Su impresionante monólogo interior de una mujer que elige ser libre y vivir según ello, no dejó indiferente a nadie
Obstinada, tozuda, altiva, enfadada cuando alguien le pregunta por su procedencia o por el porqué de empeñarse en dormir a la intemperie o en cualquier portal, Renata se adentra en la selva hostil de la ciudad. Sin cesar es humillantemente rechazada y sin cesar siente una mezcla de piedad y desprecio por todas las profesiones con las que se va cruzando (porteros, empleados de metro, gente con uniforme, vendedores) que ella relaciona tan sólo con la esclavitud. Una esclavitud que impide disponer, sobre todo, de tiempo para uno mismo y de hacer lo que se quiere.
Sin embargo, en una sociedad regida por reglas severas y basada, como en una obra de Beckett, en el más total de los absurdos, donde «los demás están encerrados entre cuatro paredes y yo en cambio estoy al aire libre», vivir fuera de esa cárcel común no es tarea fácil. Expulsada, interrogada a cada paso como una delincuente, encontrar un simple lugar donde descansar o echar una cabezada exige de un esfuerzo casi sobrehumano: «Si no se puede una sentar ni en los autobuses, ni en los jardines bonitos, ni delante de las casas, qué pasa, que hay que estar andando siempre, bancos tampoco hay tantos». Renata goza de una libertad total e indomesticable, no se fija objetivos, como sí hace la gente que ella considera sumisa y alienada. Ella solo quiere «ir a cualquier parte, como una aventura, los demás siempre van a algún sitio en concreto y sufren por llegar tarde».
Sociedad injusta
Lo insólito de este pequeño e insólito panfleto anarquista y antisistema como pocos, que su autora escribiría un año antes de 1968, es que estaba completamente libre también —como su díscola protagonista— de grandes proclamas y manifiestos que clamaran por el fin de la esclavitud del trabajo en una sociedad injusta y tiránicamente capitalista. Una sociedad que obligaba a cada paso a cumplir con leyes muchas veces incomprensibles.
Acercándose a aquellos vagabundos que vagaban por campos y periferias de ciudades del suizo Robert Walser o del feroz noruego Hamsun, la anti-hazaña incomprensible para los biempensantes de Renata, le devolvía simplemente el deseo de silencio, el ansia de escuchar el trino de los pájaros en un banco o «el sol que da la felicidad»: «Los demás, los que están a la sombra, son unos lerdos».
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