cambio de tercio
La gramática es facha
Me ha colocado en el bando de los opresores, de repente, porque resulta que escribir bien es elitista. Casi burgués, parece
En esta guerra fui una tibia. Acabo de descubrir, gracias a la vuelta a la aceptación académica de la tilde del sólo, que me comprometí 'regulinchi' con la causa. En mi descargo diré que soy muy de aceptar las reglas. Sobre todo las ortográficas. ... Así que, aunque me dolió su exilio y en la intimidad, en un sutil y casi imperceptible acto de rebeldía, la utilizaba para esos sólo que equivalían a únicamente, en mis artículos prescindía de ella.
Porque estaba de servicio y me debo a mi oficio y, mi oficio, al respeto y cuidado de la lengua (y a la verdad, pero esa es otra historia). Precisamente ese acatar las reglas, someterme a los dictados de lo que es correcto y lo que es incorrecto, ese poner las tildes empecinadamente donde toca y las 'h' donde corresponde (pese a su mutismo inservible), me ha acarreado algún 'disgustillo'. Leve, tampoco quiero ponerme melodramática.
¿No sería mucho más deseable, como objetivo, que todo el mundo pueda conocer nuestra lengua?
Pero me ha colocado en el bando de los opresores, de repente, porque resulta que escribir bien es elitista. Casi burgués, parece. ¿Qué digo burgués? ¡Aristocrático! En opinión de algunos, las reglas gramaticales son trabas que dificultan la democratización de nuestra lengua y, conocerlas, es de privilegiados. Cositas fachas. Desde mi cariño y respeto por el español, pedir la abolición de la tilde del sólo apelando a que debe ser aligerado para ser asequible a todos me parece abogar por una progresiva analfabetización. Un igualar por abajo.
¿No sería mucho más deseable, como objetivo, que todo el mundo pueda conocer nuestra lengua y sus peculiaridades? Porque se empieza quitando la tilde del sólo, para facilitar las cosas, y detrás viene, irremediablemente, la del mí. Y luego, aquellas que rompen diptongos para convertirlos en hiatos, que son un lío, con sus vocales débiles pero tónicas. Y una vez has quitado estas, nada te impide ir, en nombre de la igualdad de derechos, contra las diéresis. Porque para qué. Y al final, los signos diacríticos se nos antojarían del todo prescindibles. Por clasistas y por hijos de puta.