Crítica De:
'Los pintores de las cavernas', de Gregory Curtis: los comienzos de la pintura
Ensayo
El autor norteamericano narra, con rigor periodístico y asombro contagioso, la fascinante historia de los primeros artistas
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Iniciar sesiónHace unos años, concretamente en 2009, la editorial Turner publicó un libro sobre la pintura rupestre prehistórica y la historia de sus descubrimientos a partir del siglo XIX. Accedí por aquel entonces a ese libro y lo devoré con el mismo apetito con que devorarían ... nuestros ancestros la pieza cobrada en el bosque primigenio después de una sesión de pintura propiciatoria de una buena caza.
El autor, Gregory Curtis, era —y continúa siendo— un periodista texano nacido en 1944 y poseedor de una de esas plumas anglosajonas que hechizan al lector por su sencillez, cercanía e inteligencia. Nadie como un periodista avezado en el arte de la comunicación masiva para contarnos la apasionante historia de los primeros artistas, aquellos que para Picasso inauguraron y clausuraron a la vez el arte de la pintura, pues llegaron a unos extremos de perfección técnica insuperable.
ENSAYO
'Los pintores de las cavernas'
- Autor Gregory Curtis
- Editorial Alianza
- Año 2025
- Páginas 352
- Precio 14,90 euros
Y eso que Picasso murió sin que se hubiese descubierto la cueva de Chauvet en el departamento de Ardèche (sudeste de Francia), nueva Capilla Sixtina del arte rupestre paleolítico en detrimento de las que lo fueron antes que ella: Altamira (Cantabria) y Lascaux (Dordoña). La cueva de Chauvet tomó su nombre de uno de los espeleólogos que la exploraron por primera vez en diciembre de 1994.
Aquel libro de Turner de 2009 se agotó y ahora se ha reeditado en la preciosa colección 'El libro de bolsillo', de Alianza Editorial, diseñada por Estrada Design, que, con el gran Manuel Estrada a la cabeza, ha creado una de las colecciones de bolsillo más bellas que existen en el panorama nacional e internacional.
Inserta en una serie tan sugestiva en los aspectos formales, la voz de Gregory Curtis se escucha con verdadera fruición. La labor de la traductora, Eugenia Vázquez Vacarino, certifica la bondad del producto. Si quieren ustedes tener una idea precisa y bien articulada sobre la pintura de las cavernas y sus principales descubridores y 'connaisseurs', adopten el delicioso ensayo de Curtis como guía de viaje insustituible. No se perderán por el camino, se lo aseguro.
El universo de las pinturas rupestres paleolíticas se reduce, con alguna excepción, al territorio francés y a la franja cantábrica de nuestra geografía
El universo de las pinturas rupestres paleolíticas se reduce, con alguna excepción, al territorio francés y a la franja cantábrica de nuestra geografía. El primer gran hallazgo tuvo lugar en Santillana del Mar (Cantabria) y fue un español, el santanderino Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888), quien, con la azarosa ayuda de su hija María, que tenía tan solo ocho años, descubrió el techo de la cueva de Altamira.
Sanz de Sautuola apostó desde un principio por el hecho de que aquellas pinturas eran obra de pobladores prehistóricos de la zona, lo que le acarreó un aluvión de críticas, pues los arqueólogos y prehistoriadores de aquella época, incluido Cartailhac (que luego se arrepentiría de su inicial escepticismo), rechazaron la antigüedad de aquellas maravillosas muestras del quehacer artístico humano.
Luego del 'affaire' Altamira, y una vez aceptada por la comunidad científica la autenticidad de las pinturas rupestres paleolíticas allí ubicadas, menudearon los descubrimientos, sobre todo en la región francesa de Dordoña. El más relevante de todos fue el de la cueva de Lascaux en 1940, que tomó la antorcha de manos de Altamira en lo que atañe a cantidad de pinturas descubiertas. Cincuenta y cuatro años después, mediados los años noventa del siglo pasado, Chauvet tomaría el testigo de Lascaux como el contenedor más importante de pinturas prehistóricas del mundo.
Curtis pasa en sus páginas amenísima revista a los grandes estudiosos en este tipo de pinturas cavernarias, y así el lector va familiarizándose con nombres como el abate Henri Breuil, André Leroi-Gourhan, Annette Laming-Emperaire, Robert Bégouën, Jean Clottes y otros muchos que figuran citados en las treinta páginas de apretada bibliografía que constituyen, junto con el catálogo de ilustraciones y el capítulo de agradecimientos, la parte final del volumen.
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