LIBROS
Pere Gimferrer: «En este oficio, es más fácil decir que no que decir que sí»
ENTREVISTA
Poeta, prosista, ensayista, crítico, traductor y académico de la lengua desde 1985, el 7 de octubre recibe el homenaje de la feria internacional del libro Liber por su trayectoria como editor, campo que cultiva desde 1970
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Iniciar sesiónRecuerdos del lector adolescente. Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) no puede precisar el año, entre los trece y los quince en un Turó Park invernal. El colegial ha hecho novillos: «Era una clase de educación física y me escabullí en el itinerario colectivo hacia Piscinas ... y Deportes. El control, en aquellos casos era nulo; mi ausencia pasaría inadvertida», recuerda en su ‘Dietario’. El joven fugitivo busca un banco acariciado por el tibio sol desde el que se divisa una estatua y el estanque donde flotan unas flores en las que quiere ver los nenúfares leídos en algún poema. Saca un libro del amplio bolsillo del abrigo. ‘Yerma’, de García Lorca: «Palabras de un poeta muerto. Palabras de otro mundo: las palabras bárbaras y genesíacas de las tierras de la sequedad, las palabras de la sensualidad áspera como un puñal de piedra o delicada y tenue como el aliento que, mientras caminamos, se hiela ante nosotros en una mañana de invierno».
Vendrían muchas mañanas de todas las estaciones para el lector Gimferrer. De libros y autores. Como Julio Cortázar. Subraya «la vivacidad de sus ojos; la precisión, firme y suave, de las palabras. Cada palabra se deslizaba, tensa y tenue, con el silabeo del habla argentina». Describe al autor de ‘Rayuela’ corrigiendo galeradas. El oficio. «Todos los que escribimos lo sabemos: un trabajo de este tipo no es nunca un simple trámite de comprobación. Volviendo a leer las palabras, a veces no nos parecen lo suficientemente justas, son inexactas o, al contrario, insistentes. No puede haber repetición ni poquedad. A veces es preciso que algún estímulo exterior nos ayude a no amodorrarnos, a no leer pasivamente, a no dejarnos llevar por la inercia».
Converso con Gimferrer en el Grupo Planeta. Inquiere si vendrá el fotógrafo. Cuando una digresión erudita se desvía de la pregunta recalca que ese comentario originaría otra entrevista. Idas y venidas de un obseso de la exactitud: si una fecha no acude a su magín sobreviene el desasosiego. Poeta, prosista, ensayista, crítico, traductor y académico de la lengua desde 1985, el 7 de octubre recibe el homenaje de la feria internacional del libro Liber por su trayectoria como editor, campo que cultiva desde 1970 como jefe de la sección literaria de Seix Barral hasta pasar en 1981 a la dirección literaria de la editorial. Entre los autores desvelados en manuscritos, Eduardo Mendoza, Muñoz Molina, Julio Llamazares o Bolaño. En su palmarés: Alberti, Octavio Paz, Aleixandre, Carlos Fuentes o Juan Goytisolo.
El Gimferrer de aquellos tiempos se identificaba por su aliño indumentario: gafas de pasta, melena, sombrero y sempiterno abrigo de una personalidad ensimismada en la literatura. De nuevo el ‘Dietario’ de 1980, una foto antigua en el paseo de Gracia: «Llevo un abrigo grueso, de aquellos que se llamaban -¡o se llaman aún?- de «pelo de camello». Sí, me acuerdo bien de aquel abrigo, rojizo, solemne e hirsuto. Hará diez años que lo abandoné definitivamente».
«Combinaba la vocación literaria con el cine. En 1965 Aleixandre leyó poemas míos y me decantó por la poesía»
—Vamos a 1970. Su incorporación a Seix Barral como editor coincide con su inclusión por Castellet en los ‘Nueve novísimos’.
—Desde 1963 llevaba publicados cuatro poemarios y combinaba la vocación literaria con la cinematográfica. Soñaba con ser director, pero no reunía las condiciones psicológicas y visuales requeridas. En 1965 Aleixandre leyó poemas míos y su valoración me decantó por la poesía. Había estudiado Filosofía y Letras, la primera intención era dedicarme a la enseñanza universitaria. Trabajar en la edición me abría un campo amplio.
—¿Tenía maestros para su trabajo de editor?
—Gabriel Ferrater pasó un tiempo en Seix Barral redactando informes de lectura y también lo hizo para Suhrkamp. Marià Manent, que trabajaba para editorial Juventud… Y referentes como Césare Pavese y el T. S. Eliot de Faber & Faber.
—Eran los años del ‘boom’…
—El 'boom' ya había comenzado antes de que me incorporara a Seix Barral. Publiqué la primera reseña de ‘Cien años de soledad’ y uno de los primeros artículos sobre Julio Cortázar y Octavio Paz, con quien desde 1968 entablé un prolongado contacto epistolar. Conocí a Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig. Además del ‘boom’ se desarrollaban otras tendencias innovadoras en el territorio hispánico. Estaba Juan Benet a quién dediqué críticas, Luis Martín Santos con ‘Tiempo de silencio’… Javier Marías empezó a publicar en 1971. A lo largo de los setenta edité la obra poética deAlberti y Octavio Paz. También la de Neruda, aunque no lo traté personalmente.
—El editor de Proust, Bernard Grasset, afirmaba que en este oficio hay que decir mucho que no.
—Es más fácil decir que no que decir que sí. Si dices no, no te comprometes; si dices sí quedas ligado al libro que editas.
—Más descubrimientos. El primer Eduardo Mendoza con su caso Savolta
—Al principio yo confundía a Eduardo con su primo José Eduardo, al que había conocido en el colegio. Vino a verme en 1973 con una novela que había titulado ‘Los soldados de Cataluña’ y que habían rechazado otras editoriales. La leí de un tirón y me gustó por su tono barojiano. Le propuse cambiar el título por ‘La verdad sobre el caso Savolta’ y así se publicó en 1975. En 2015 recuperó el título original.
—Antonio Muñoz Molina.
—Lo conocí en Granada adonde me desplacé como jurado de un premio. Él trabajaba para el ayuntamiento y un amigo común me había hablado de su novela ‘Beatus ille’ título poco prometedor de autor desconocido. Fui su primer lector. Puse pocas pegas, pero le aconsejé que aligerara el texto en unas cuarenta páginas.
«Publiqué la primera reseña de ‘Cien años de soledad’ y uno de los primeros artículos sobre Cortázar y Octavio Paz»
—Un desconocido Roberto Bolaño pasó por su despacho…
—Traía ‘La literatura nazi en América’. Era un autor sin padrinos, eso que en el gremio se etiqueta de «espontáneos». Mario Lacruz consideraba que aquella obra era un ensayo. A mí me pareció una sátira de América Latina: más que nazis, aquellos personajes eran unos friquis. Aquel libro dio a conocer a Bolaño, que luego pasó a Anagrama.
—Juan Manuel de Prada.
—Su agente literaria me envió ‘Las máscaras del héroe’. He seguido toda su trayectoria: ganó el Planeta con ‘La tempestad’ y el Biblioteca Breve con ‘El séptimo velo’… Y me incluyó de personaje en ‘Las esquinas del aire’.
—Frases de novelas grabadas en la memoria.
—En mis dietarios dediqué un capítulo a los comienzos inolvidables. El de Melville en ‘Moby Dick’: «Llamadme Ismael». El de Stendhal en ‘Rojo y negro’: «La pequeña ciudad de Verrières puede pasar por una de las más bonitas del Franco Condado». O ‘El castillo’ de Kafka: «Era hacia el atardecer cuando K. llegó».
—¿Proust, no?
—Sí, también. Aunque su primera frase es de una concisión que contrasta con las periodos largos de su prosa: «Pasé muchos años yéndome a dormir temprano» es difícil de traducir y existen varias versiones.
—¿Cuánto lee al día Gimferrer?
—Puedo leer mucho o quedarme en una página. Gabriel Ferrater decía que con la lectura de una sola página ya sabes si la novela es buena o no.
—¿Y que ha leído de bueno últimamente?
—No han sido lecturas editoriales. Dediqué el verano a las cuatro mil páginas de los cuentos de Chéjov. Y a ‘La nausea’ de Sartre que había leído en mi juventud.
—¿Se aguanta Sartre?
—No se parece nada al recuerdo que tenía. Bajo la capa filosófica que antes predominaba ahora he valorado la sinceridad del autor y un tono de novela de costumbres cercano a ‘Muerte a crédito’ de Céline.
—¿Qué diferencia hay entre la lectura obligada por el trabajo editorial y estas lecturas por placer?
—Juan Benet distinguía dos tipos de lecturas: las que tienen como finalidad una crítica, un ensayo o un informe editorial y las que se realizan sin finalidad alguna: las segundas son las que tienen efecto real en tu obra.
—Gimferrer, jurado del Planeta. ¿Qué obra votó con pasión?
—‘Riña de gatos’ de Eduardo Mendoza, ambientada en el Madrid de 1936.
—No es un Mendoza típico…
—Tampoco lo es ‘La isla inaudita’, o ‘Una comedia ligera’ sobre la vida teatral en la Barcelona de posguerra: es de lo mejor de su obra, pero no obtuvo la aceptación que merecía.
—Se cumplen treinta años de ‘El sexo de los ángeles’, sátira de Terenci Moix sobre la burguesía catalana de Cadaqués. Corría el rumor de que usted tuvo mucho que ver en la escritura de esa novela…
—Yo era jurado del Ramon Llull de literatura catalana y José Manuel Lara Hernández me pidió una novela para relanzar el premio. Sabía que Terenci tenía una sin publicar, ‘El sexo de los ángeles’. Es su mejor libro: como sale gente de la ‘gauche divine’ y del mundillo literario catalanista molestó en esos ambientes. Yo solo propuse la edición a Lara Hernández y Lara Bosch, nada más.
—¿Tendremos una gran novela sobre el 'procés' catalán?
—Tenemos una que leí, ‘El sanatorio’ de Nuria Amat.
—Javier Cercas alude al 'procés' en ‘Independencia’…
—Sin ser una novela, me ha interesado ‘Tumulto’, volumen colectivo sobre el octubre de 2017 en el que participa el historiador Enric Ucelay-Da Cal. Desde su cultura norteamericana identifica a Puigdemont con la ideología confederada.
Acaba la entrevista y Gimferrer insiste en lo que me comentó sobre el encuentro en Granada con Muñoz Molina: está mejor expresado en la novela de este ‘Como la sombra que se va’. A las siete de la tarde emprende la búsqueda por los anaqueles de Seix Barral. Concienzudo como el lector en busca de la errata o la mejora de la cadencia de una frase escruta entre los títulos de Muñoz Molina, pero no halla el deseado. «Habla del asesino de Kennedy. Es un volumen muy grueso», advierte a una chica que nos ayuda en la búsqueda. Como el libro no aparece, Elena Ramírez, directora editorial de Seix Barral, propone un Pdf para localizar el párrafo en cuestión. El recurso digital no convence a Gimferrer. Con G de Gutenberg en un universo de algoritmos. «Mejor en papel, ¿no?»
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