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ABC Cultural

Paula Ortiz estrena 'La virgen roja': «Seguimos siendo hijos de los mayores sueños y pesadillas de la razón»

Paula Ortiz hace de la historia de Hildegart Rodríguez una fábula sobre los abismos de la sinrazón más racional y sobre cómo la libertad es el motor más poderoso de la naturaleza humana. Una película en la que Alba Planas da vida a la joven educada por su madre para ser la «mujer del futuro» y que terminó asesinada por ella

'Montando una escena': Paula Ortiz y Alba Planas desvelan los secretos de 'La virgen roja'

Paula Ortiz y Alba Planas, directora y protagonista de 'La virgen roja' Isabel Permuy
Fernando Muñoz

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Hildegart Rodríguez sobrevivió ocho décadas en lo fantasmal, un recuerdo etéreo enterrado en los abismos de la memoria de una sociedad donde los traumas posteriores de la guerra fueron más grandes que la pequeña historia de una niña eugenésica educada por su madre para convertirse ... en «la primera mujer del futuro». El futuro era entonces 1931. Tiempos convulsos, salvajes, páginas nuevas en los libros de historia a cada puesta de sol. Un mundo por construir para unos, por derribar para otros, por conservar para los demás. En cada portada de periódico una guerra, en cada casa una revolución. Y en la de Aurora Rodríguez, la mayor de todas: en la calle Galileo, 57 de Madrid estaba dando forma a la mujer que debía abrir el porvenir a las demás, una Marianne como la que pintó Delacroix pero sin banderas y con el pecho cubierto por una rebeca de lana negra. Al menos, eso intentaba Aurora, madre de una niña sin padre a la que educó con una rigidez que haría las delicias de los progenitores de 'La cinta blanca' de Haneke.Hildegart Rodríguez ya leía a los dos años, con tres escribía; hablaba media docena de idiomas cuando otros niños apenas empezaban a vocalizar. Con 14 años ya publicaba en prensa, con 16 se licenció en derecho con sobresaliente (fue la abogada más joven de España) y empezó a estudiar Medicina y Filosofía. Sus libros, «de ideas avanzadísimas», según la prensa conservadora de la época, hablaban de la educación sexual de la mujer, de política, de feminismo… y llegaron a Londres, donde H. G. Wells quiso prologarlos y Havelock Ellis (otro profeta de la eugenesia), traducirlos. El experimento -porque Hildegart fue, ante todo, un experimento de su madre Aurora- daba sus frutos. Hasta que la niña prodigio descubrió algo que no estaba en los libros: la vida.

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