Un paseo por el corazón cultural de la Armada

Visitamos los cuatro departamentos con los que el Instituto de Historia y Cultura Naval custodia, conserva, divulga e investiga el patrimonio pretérito de la marina española

Aciertos y errores históricos de 'Napoleón': «No te cuenta que España fue la tumba del ejército de Bonaparte»

Biblioteca Central de Marina, en el Cuartel General de la Armada Tania Sieira

Entramos de buena mañana allí donde la mar muta de masa de agua salada a un sentimiento que emana de las mismas entrañas. En el Cuartel General de la Armada, a la vera de la madrileña fuente de la Cibeles, se respira salitre y se ... palpan ocho siglos de historia marítima. Un pasado que, según confirma el vicealmirante Enrique Torres Piñeyro, «está ligado de forma íntima al de España». El director del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN) tiene claro que la marina ha vertebrado la evolución de nuestro país en todos los frentes. El militar es el obvio, pero sin la injusticia que supone obviar el científico.

La Armada nos abre su corazón cultural. Y lo hace aprovechando que faltan pocas horas para que levante la persiana la exposición temporal del Museo Naval de Madrid sobre Jorge Juan (1713-1773), mascarón de proa de una generación entera de marinos ilustrados que exploraron medio mundo, cartografiaron la otra mitad y lucharon por impulsar la construcción naval. Patrimonio sumergido todos ellos que conformaron la España que conocemos y que el organismo que encabeza Torres se esfuerza cada día en sacar a flote a través de cuatro departamentos. Desde el encargado de las exhibiciones, hasta un archivo que cuenta con kilómetros de legajos. Prometen enseñarnos todos en unas horas, y aceptamos el reto a la par que agradecemos el paseo.

Exponer la historia

Accedemos en pocos pasos al Museo Naval de la capital, integrado en el Cuartel General; el pragmatismo de la Armada. Tras dejar atrás el patio de modelos de arsenal, Torres cede el testigo al capitán de navío Juan Escrigas Rodríguez. El director del centro será el encargado de desvelarnos los secretos de la primera pata del IHCN: el departamento dedicado a mostrar al mundo las piezas históricas que custodian y conservan. El mejor ejemplo, confirma, es la muestra que han preparado durante meses sobre Jorge Juan y que podrá disfrutarse desde este sábado hasta el último día de marzo; 113 piezas únicas sobre el marino.

«Faltan pocos días para la inauguración y todavía estamos dando algunos retoques», confiesa Escrigas. A nuestro lado, un operario revisa con un nivel láser los lienzos; al fondo, uno de sus colegas mueve un foco. Es el último apretón antes de inaugurar. «Hemos dividido la exposición en cinco partes que van desde los orígenes del personaje, a sus últimas obras», explica.

Siempre con una sonrisa, Escrigas nos dirige a través de un ingente cantidad de piezas que recuerdan el primer gran hito de Jorge Juan: su participación en la expedición hispano-francesa que midió el arco del meridiano terrestre en el ecuador. Esa que demostró que la Tierra era redonda, pero achatada por los polos. «Aquí está la base geodésica que utilizaron para hacer los cálculos», confirma. Añade que es «original», la palabra que más repite a lo largo del recorrido.

Tampoco faltan una larga retahíla de recuerdos que demuestran la faceta de espía de Jorge Juan. Y es que fue enviado a Londres en 1749 para investigar los sistemas de construcción naval británicos. Desde el otro lado del canal envió, por ejemplo, astillas y cáñamo de las jarcias de los buques para que sus superiores pudieran comprobar su calidad. «Tenemos muestras de ambas en la exposición», confirma Escrigas mientras señala dos vitrinas. Aunque la pieza que más le llama la atención es una carta cifrada en la que el marino avisaba de la visita de uno de los maestros ingleses a la península. «Lo mandaba en un sistema numérico que se transformaba en palabras», advierte.

Resulta imposible abarcar todas las piezas de la exposición. Planos de sus obras como ingeniero; maquetas que demuestran cómo influyó en la construcción de los arsenales de Ferrol, la Carraca y Cartagena; libros de ingeniería; un modelo a escala de un navío que diseñó para los guardiamarinas...

Y, como colofón, un busto elaborado a partir de su máscara mortuoria. Fue, en palabras del director del Museo Naval, un genio ilustrado: «Participó en los tres ámbitos del poder naval que potenció el Marqués de la Ensenada: formación y desarrollo de las dotaciones, creación y mejora de los arsenales y construcción naval».

Libros con pasado

Al terminar la exposición, nos trasladamos a otro tesoro escondido que la Armada intenta alumbrar: la Biblioteca Central de Marina. Una de la docena con las que cuenta el Departamento de Bibliotecas Navales, la segunda pata cultural del IHCN. Tras una puerta de madera oscura, una gran sala de lectura y una línea de mesas de consulta se abalanza sobre el visitante. «Disponemos de unos 90.000 ejemplares entre monografías y publicaciones seriadas –revistas y otras obras periódicas–». El que habla es el capitán de navío Pedro Pérez-Seoane, director del centro y subdirector de la sección; un marino enérgico convencido de que, aunque custodia obras de todo tipo, su librería es «la más completa de España» en lo que se refiere a temas marítimos.

La nueva sede, en el barrio madrileño de Campamento Tania Sieira

El dato no pasa por alto y deriva en pregunta: «¿Dónde diantres se guardan tantos libros?». Pérez-Seoane esboza una sonrisa: «¿Queréis ver el depósito?». Como para negarse. Desde un lateral de la sala muestra sus barbas Guillermo Ortiz Ibáñez, director técnico de la biblioteca y ahora batidor improvisado de esta nueva expedición. Él nos guía hasta las profundidades de una galería de dos alturas. La primera planta impacta: hileras y más hileras sobre las que descansan otras tantas baldas. Deshacer el nudo gordiano parece una tarea más sencilla que hallar un volumen aquí, pero nuestro cicerone lleva años dedicado a la investigación y, a la velocidad del rayo, halla un primer tesoro que mostrar.

«Este tomo es del científico inglés del XIX Thomas Cook. En él se propuso plasmar todo aquello que veía a través del microscopio», afirma. Ortiz sostiene un gran volumen que abre de par en par. La página seleccionada muestra una gigantesca mosca en blanco y negro. «Nos lo pidió la Biblioteca Nacional para una exposición porque no encontraban otro ejemplar», confiesa. Acto seguido, señala a su siguiente presa: un libro de matemáticas del autor Pedro Ciruelo. «Es de 1516 y se cuenta entre los más antiguos que tenemos». Una enciclopedia francesa de primera edición, revistas del siglo pasado... «Podríamos pasarnos aquí todo la tarde y encontraríamos más y más cosas», finaliza.

Nuevo archivo

Desde la biblioteca volvemos a las oficinas del Cuartel General para saludar al capitán de navío José Ramón Vallespín Gómez, director del Departamento de Estudios de Investigación del IHCN. Nos recibe tras una mesa y equipado con el armamento que necesita para su guerra particular: un ordenador. «Soy el jefe de la única pata del instituto que no es patrimonial. No tengo objetos que cuidar ni que exponer, dirijo mis esfuerzos a producir material para que el público conozca la historia de una forma intelectual», asevera. Y trabajo no le falta: organizar las Jornadas de Historia Marítima; elaborar contenido para plataformas digitales como YouTube; hacer presentaciones de libros; editar la Revista de Historia Naval...

La última parada está alejada del Cuartel General. A unos minutos en coche, en el barrio de Campamento, se alzan tres edificios blancos recién construidos. Este complejo es la nueva sede del Archivo Histórico de la Armada en Madrid, y no podría tener un nombre más representativo: Juan Sebastián Elcano.

Desde la puerta nos saludan el subdirector del Departamento de Archivos Navales, el capitán de navío Lorenzo Gamboa Pérez-Pardo, y la directora técnica del AHA, Pilar del Campo Hernán. Están orgullosos de presentarnos su reino: 15 kilómetros de documentos, informes, memoriales, campañas militares... Ellos son los centinelas del pasado de la marina; un pasado con mucho futuro, pues se cuentan por miles los legajos que, una vez estudiados, podrían cambiar lo que sabemos de España.

Uno y otra nos muestran los secretos de un enclave que forma parte del Departamento de Archivos Navales junto a otra sede nacional –la del Viso del Marqués–, cinco intermedias y dos científicas. «Este centro nace de la necesidad que tiene la Armada de custodiar su fondo documental histórico, que es abrumador, enorme», desvela Gamboa.

El capitán de navío muestra, cual padre satisfecho, los ocho grandes depósitos en los que se guardan legajos que nos hablan de Federico Gravina, el propio Jorge Juan o informes de expediciones científicas a las Américas. Cada sala huele a papel y a historia. «Para que estén bien preservados debe haber una temperatura de entre 18 y 21 grados y una humedad relativa del 45%. La clave es que no haya grandes oscilaciones», sentencia Del Campo.

Sala de la exposición temporal Tania Sieira

Aunque quedan flecos por atar, Gamboa confirma que ya están operativos. «Abriremos el primer trimestre de 2023, pero aceptamos solicitudes de información y consultas en línea», añade. De estas últimas suelen recibir entre 2.000 y 3.000 al año, y no piensan parar porque, como insisten, este patrimonio que custodian «es de todos los españoles».

Les preguntamos por un documento destacado que guarden en este archivo. «¿Sólo uno?», bromea Del Campo. Nos han preparado una ristra en la sala de lectura e investigación. El primero es un plano del siglo XVII de la isla Tortuga; esa que, según la experta, logró la fama por «ser un antiguo bastión de piratas». Al lado, un mapa fechado en 1767 muestra la época en la que «dos tercios de EE.UU. era español», amén de las apacherías. Aunque los ojos se van de forma intuitiva a la «propuesta que le hicieron al rey Carlos III para la elección de un nuevo pabellón nacional».

La visita es amplia. Recorremos cada rincón de un archivo puntero. Casi da pena despedirse. Aunque lo hacemos con una frase de Gamboa que resume la importancia de la Armada: «La historia de España se ha forjado en la cubierta de los navíos». Así ha sido desde hace 800 años, y así lo narramos.

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