La marina española
Jorge Juan y los oficiales científicos
Un paseo por el corazón cultural
Dada la exigencia de información del imperio, los convirtió en observadores del proceso colonial y modeladores del desarrollo industrial
La huella global de la real Armada
Web de la Armada Española
Nuria Valverde Pérez
Jorge Juan fue uno de los primeros representantes de la concepción moderna del militar. Una concepción que hizo del conocimiento técnico el núcleo central de los agentes de la corona, y que, además, dadas las exigencias de información del imperio, los convirtió en observadores ... atentos del proceso colonial y modeladores del desarrollo industrial.
Felipe II fue sin duda muy consciente de la necesidad de tener fuentes de información continuadas y fiables. Información sobre aspectos estratégicos que debía mantenerse a buen recaudo, como la relativa a las cartas marítimas, o la que abría paso a nuevas nociones de riqueza para el imperio. Pero reunir esta información requería a su vez un nuevo tipo de agente; alguien no sólo leal, sino con los conocimientos técnicos y la perspicacia necesaria para evaluar el alcance de los datos que se ponían a su disposición.
A lo largo del siglo XVIII, la monarquía implementaría el proceso de formación de los cuerpos técnicos encargados de la gestión económica, territorial y militar. Las academias de oficiales de la marina y el ejército introdujeron en sus contenidos las matemáticas, la utilización de instrumentos de precisión destinados a la observación y la medición, la discusión sobre modelos y problemas físicos.
Fue un nuevo tipo de agente. alguien no sólo leal sino con los conocimientos técnicos
Se produjo así una institucionalización del conocimiento técnico y científico a través de los cuerpos de defensa que tendría como primer efecto el acceso a puestos de responsabilidad de los grupos sociales burgueses, no aristocráticos. Y a través de ellos una redefinición de la autoridad, que a partir de ese momento se desplazó a modos de conocimiento asociados a la observación conmensurable, la traducción de espacios, volúmenes y circunstancias a cifras, la explicitación de protocolos y la producción de estándares. Un conocimiento que, en principio, ofrecía mayor certidumbre y permitía tomar distancia respecto de los sesgos marcados por intereses ajenos al bien común.
Jorge Juan sabía por experiencia lo difícil que resultaba alcanzar esa certidumbre. Sabía que en muchos casos la aproximación científica no podía cerrar una controversia. Enfrentado a las aventuras del expedicionario, tenía claro que era necesario negociar. Y también que negociar requería, por un lado, una visión clara sobre quién y cómo podía verse afectado por las diversas soluciones propuestas; por otro, la honestidad y firmeza para defender un criterio propio.
Cosmopolitas
Como él, otros de estos oficiales científicos aprenderían que lo que ellos consideraban la mejor de las soluciones no siempre sería del agrado de la corona, o del ministro correspondiente. Inmersos en una dinámica radicalmente colonial de cuyos prejuicios participan, su oficio les convertiría en cosmopolitas con una clara visión de las dependencias comerciales internacionales en un mundo que iniciaba su mecanización industrial y, desde luego, de los efectos del control de las comunicaciones marítimas. No es de extrañar que, aunque el nombramiento tuviera algo de castigo, Juan fuese nombrado embajador en Marruecos en 1767.
La vinculación de los militares al conocimiento científico en esta época los convertirá, hasta el día de hoy, en una fuerza principal en la configuración de los intereses y trayectorias de la investigación tecnocientífica. Un fenómeno que desplazará el reconocimiento de otras formas de producción de conocimiento. De forma intermitente, y sobre todo en espacios en conflicto, volverán a jugar un papel negociador.
Sin embargo, cuando el control de los flujos internacionales pase al dominio de las instituciones comerciales y empresariales se impondrán otras prácticas de intervención y evaluación del bien común. La abrumadora cuestión de qué es lo necesario y lo superficial para la felicidad de un territorio concebido dentro de un marco global no contará ya con perfiles como el de Juan, para quien todavía era posible realizar una mirada en conjunto. Una mirada alternativa a la «visión de equipo» que, aunque fuera desde dentro, podía señalar los olvidos, las arbitrariedades o los excesos de las retóricas del imperio.
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