PUES DICES TÚ
Tuvo que llevarle horas
Rodrigo Cortés nos sigue deleitando con las aventuras de las dos personas 'normales'. Hoy les toca hablar de cine y de pintura
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Iniciar sesiónLas dos personas normales coinciden en la cola del cine, una cola bastante larga. No muy larga tampoco, no nos volvamos locos, pero más de lo que podría esperarse estos días, aunque hoy no haya partido de los que vacían los restaurantes. O los vaciaban. ... Todo cambia tan rápido ahora…
—No te hacía por aquí.
—¿Cómo?
—No te hacía por aquí.
—Ah, ya, es que vengo poco, la verdad. Antes venía mucho.
—Yo igual.
—Venía sin parar.
—Yo lo mismo. Antes venía, yo qué sé, dos veces al año. O tres. Pero ahora nada de nada.
—No, no, yo mucho más. Yo venía cada semana. Me había picado el bicho, no me sacaban de aquí. Me veía todas las películas, o casi todas, vamos. De vaqueros, de amor… Tenía bastante cinefilia, yo.
—¿Bastante qué?
—Cinefilia.
—Ah, ya. Ahora se controla muy bien, ¿no? No se cura del todo, pero haces vida normal, me parece. Tendrás que ir al hospital a veces, a que te hagan pruebas...
—…Y cuando salió el vídeo, lo mismo, me las veía todas, menos las que estaban cogidas siempre, que pasaban dos meses y seguían cogidas, y al final las veía también, pero sin ganas. Qué cosas, ¿no?
—Pues sí. Dices 'Acorralado', ¿no?
—Y 'Porky's'. Pasaba con las dos.
—Me acuerdo yo de 'Porky's', que al final siempre decía lo de «Eso es todo, amigos». Muy bien 'Porky's'. ¿Y qué has venido a ver?
—Una que me ha dicho el pequeño que vea, que no me acuerdo ya del título. Una de un pintor desorejado.
—¿Un pendón?
—No, no. Un pintor. La del pintor de la oreja, que tiene un grupo de música.
—Ah, sí, ya sé cuál dices. Que cantaba una moza y luego otra, ¿no?
—Justo.
—¿Y sale eso en la película?
—No sé si llegan ahí. Esta pasa en un trigal. Y en una habitación de colores. Por lo visto está muy bien, aunque la echan en idiomas.
—¿En idiomas? Yo eso sí que no, para leer me compro un libro.
—Ni se te ocurra, ¿eh?
—Lo decía por decir.
—Ni en mis días de cinefilia...
—Y menos mal que estás mejor.
—¿Y qué querías ver tú?
—Yo no quería ver nada, pero en casa están vaciando los armarios y me han mandado aquí o al parque. Y como en el parque no hay obras...
—Ah, ya.
—Igual me veo la que tú, si no hay más. ¿Sabes si hay más?
—Habrá más. Ahora a los cines les ponen tabiques, para sacarles la chicha, salvo que se los quede Zara. Ahora ponen muchas pelis a la vez.
—¿De pintores todas?
—No creo.
—Igual hay una de Picasso. ¿Tendrán la que quieres tú, pero con Picasso?
—No sé. Eso lo hacen con los coches, que los puedes pedir en rojo.
—O en blanco.
—O en blanco, sí, era un decir. ¿Quieres una de Picasso o qué?
—Es el pintor que me sé. A mí me gustan mucho los jerséis de rayas.
—Está muy bien Picasso.
—¿Verdad?
—Inventó el cubo, me parece.
—Lo sabía resolver yo, pero mirando un libro que había. Primero una cara, luego una fila, luego la doble corona… Y al final hacías así, le dabas una vuelta arriba, otra abajo, otra al lado, y, ¡tachán! Cubo hecho. Seguro que Picasso te lo hacía en un minuto.
—¿Más rápido que los chinos?
—Pues seguro.
—Y hacía caras con frutas, ¿no?
—¿Era él? Que con una pera te hacía la mejilla y con unas judías la boca, ¿no? Y con un huevo los ojos.
—No estaba seguro de que fuera él, pero me gusta mucho a mí la fruta. Aunque luego esas muchachas no le salieron tan bien.
—Las que tienen mal los ojos, ¿no?
—Uno bien y el otro mal.
-Son raras esas muchachas, ¿eh?
—Muy raras, pero ya sabes. No todos los días se puede pintar igual, a veces saldrán mejor y a veces peor, como a mí los crucigramas. A mí me gustaba más la etapa esa que clavaba las cosas.
—Ya sé cuál dices, que se parecía todo a lo que es. Y la de las frutas, claro. Aunque, piensa en el 'Guernica'. Tampoco es de los peores.
—Ese es enorme, ¿no?
—Ese es gigante.
-Tuvo que llevarle horas.
—Más de un día. Y eso que se le olvidó darle el color.
—¿Cómo se pintará eso? ¿Con una escalera?
—Como mínimo. O con un palo muy largo.
—Ah, ya. Como cuando te cogen las cosas de los estantes altos de las droguerías, ¿no?
—Exacto.
—Ya sé qué palo dices.
—Pues dices tú, pero me han entrado ganas de ver la peli que cuentas, más que la mía de la oreja. A ver si la tienen en Picasso.
—Seguro que sí. ¿No dices que hay muchas salas? Tendrán de todos los pintores, como las estaciones de Metro.
—Es verdad.
—Y, si no, cierras los ojos y haces como que sale Picasso. Te imaginas que les hace la vida imposible a las muchachas y ya está. Te imaginas que se va con todas, que menudo era.
—También desorejado, ¿no?
—Si tienes los ojos cerrados, las películas son de lo que quieras. Ojos que no ven, corazón que no siente, como digo yo.
—Y yo.
Las dos personas normales alcanzan por fin la taquilla. La segunda persona normal se adelanta un poco. Sonríe.
—Buenas tardes, señorita. Queríamos dos para la del pintor de la oreja. —La persona normal levanta un dedo—. Pero, si pudiera ser, sólo el sonido.
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