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El viejo 'Zorro' se niega a morir
Su espada sigue luchando todas las mañanas desde los televisores argentinos, acaso en un 'loop' analgésico contra la decadencia y la injusticia
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Iniciar sesiónDurante los últimos años de su vida, mi madre hacía invariablemente un alto en los quehaceres domésticos de media mañana para ver los trepidantes capítulos de aquel mismo 'Zorro' que Disney lanzó en 1957. No era la única: distintas encuestas determinaron hace muy poco que ... el altísimo 'rating' de esa serie antigua —repetida una y otra vez por décadas— se explica gracias a un vasto público de «adultos mayores»: «Establecen un vínculo de nostalgia que los lleva a un tiempo donde se sentían mejor», aseguró el productor Axel Kuschevatzky.
Los programadores intentan una explicación plausible para un fenómeno ininterrumpido desde los años 60, que sigue derrotando a cualquier programa moderno que le ponen delante y que despierta campañas de indignación popular toda vez que osan cancelarlo. La obra nunca parece envejecer: está rodada de un modo clásico, sin experimentaciones, y tiene una extraña manera de conservar su estilo de época dentro de una inalterable burbuja de tiempo. Por otra parte, las hazañas de Diego de la Vega no pertenecen al mundo Marvel: no es un superhéroe, sino un héroe terrenal, astuto, ágil y de brillante esgrima, que defiende al pueblo de los abusos de poder.
Luego de encarnarlo y de pasar por 'Perdidos en el espacio' y por cinco capítulos de 'Bonanza», Guy Williams entró en decadencia profesional: fue entonces cuando un periodista argentino lo contactó en California, le contó el furor que provocaba su personaje y lo contrató para que viniera a Buenos Aires a realizar algunas entrevistas y presentaciones. Una multitud lo esperaba en Ezeiza, y el espadachín irredento —lo había entrenado el mismo maestro belga que les había enseñado el arte del florete a Douglas Fairbanks, Errol Flynn y Tyron Power —se sorprendió de ser una celebridad absoluta en el culo del mundo. Volvió varias veces, montó espectáculos y finalmente se divorció en Los Ángeles y se afincó en la Argentina.
Vivía en el barrio de Recoleta y gustaba tomar café en La Biela, donde Borges y Bioy Casares pasaban las tardes y donde hoy se los recuerda con una mesa y dos esculturas. Guy Williams adoraba ese bar tradicional, era hijo de sicilianos —se apellidaba, en realidad, Catalano— y estuvo a punto de lograr que le produjeran una película del Zorro a filmar en las pampas y para vender en toda Hispanoamérica. El proyecto naufragó, pero Williams no quiso irse de Buenos Aires, e incluso se ofreció como voluntario para manejar una ambulancia —no tenía edad para pelear— en las islas Malvinas, cuando se desató el cruento conflicto del Atlántico Sur.
A Guy le dolía mucho la ingenuidad de los argentinos: creían que Estados Unidos los ayudaría, y él sabía que eso era imposible. En la localidad de San Andrés de Giles hay una placa de los veteranos de guerra en agradecimiento a los «miles de voluntarios que se ofrecieron a defender la soberanía argentina. En especial al ciudadano estadounidense, Guy Williams, 'El Zorro', por ofrecerse a luchar por nuestra noble causa». La placa lleva una Z dibujada en una de las esquinas. Murió de un aneurisma cerebral en Recoleta, pero su espada sigue luchando todas las mañanas de la eternidad desde los televisores argentinos, acaso en un 'loop' analgésico contra la decadencia y la injusticia
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