Mafalda y el eternauta regresan del futuro

Más allá de las lecturas políticas de uno y otro cómic —algunas hechas con inteligencia y otras con mala fe partidista— los dos fueron muy populares, dieron la vuelta al mundo y hoy están a punto de convertirse en dos series prometedoras. El ganador del Oscar, Juan José Campanella, se encargará de 'Malfalda' y lo hará con el mismo equipo de dibujantes con que realizó 'Metegol': Quino visitó hace unos años su fabulosa fábrica de animación, y el autor de 'El secreto de sus ojos' confiesa que fue un momento muy emocionante, ya que comenzó a leer la historieta de su ídolo cuando apenas tenía ocho años: «Había tiras que no comprendía, porque Mafalda funciona en diferentes niveles —advierte—. Tiene humor blanco, pero también apuntes transgresores que hoy hasta podrían ser objeto de cancelación.

En 1969 estaba de moda transgredir. Hoy son esos mismos transgresores los que vigilan y cancelan». Campanella dice que ametrallaba con múltiples dudas a su padre: «Un día le pregunté qué significaba 'antisemita'; yo aprendí esa palabra gracias a Quino, que influyó muchísimo en mi forma de concebir el humor». La serie animada se está desarrollando en MundoLoco CGI, y resulta todo un desafío inventarle nuevas peripecias a Mafalda, dotar de movimiento a los entrañables personajes secundarios y ponerle voz a esa niña legendaria.

Campanella también leyó en su adolescencia 'El Eternauta', que en breve estrenará Netflix y que protagonizará Ricardo Darín. Esta vez el autor de 'El hijo de la novia' nada tiene que ver con la serie de ciencia ficción, que dirige Bruno Stagnaro y que es una superproducción inédita por estos lares: el apocalipsis también puede ocurrir en la Argentina, que es una experta en cataclismos económicos.

Los avances muestran que pese las actualizaciones la idea central de Oestherheld sigue en pie: un corte de luz generalizado, una extraña nieve corrosiva y letal, una devastación de la Tierra, una invasión extraterrestre, y una resistencia organizada desde el pueblo con escenas que en el original transcurrían en la avenida General Paz, que circunvala Buenos Aires; en el centro de la ciudad y en el barrio borgeano de Palermo, y también en el estadio del River, donde se libra una batalla. Oestherheld, a pesar de pertenecer al nacionalismo de izquierda más radicalizado, era un gran admirador de las películas clásicas de Hollywood, y su obra —dibujada por el gran Francisco Solano López— está llena de luchas y heroísmos, pero también de mensajes cifrados y detalles que resignifican su drama esencial.

Darín se pone al hombro ese despliegue: «Como actor nunca hice algo parecido en toda mi vida». La magia que colgaba en los kioscos argentinos de los años 60 del siglo pasado, regresa con el lenguaje de esta época: la nueva industria está ávida de genialidad. Porque la tecnología cambia, pero los diamantes son eternos.