CRÍTICA DE:
'Un grito de libertad', de Marc Chagall en la Fundación Mapfre: Su faceta más oscura habita en Madrid
MADRID
Gran trabajo el realizado por Fundación Mapfre revisando y reescribiendo la imagen cándida y onírica que tenemos de este pintor. Su muestra lo revela activista, preocupado. Inédito
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Madrid
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Iniciar sesión'El hombre de la cabeza al revés' (1919)… Esta imagen extraña de un individuo con el cuello grotescamente torcido y la boca abierta, vestido de blanco y violentamente iluminado en contraste con el paisaje nocturno del fondo (la típica aldea azul chagalliana), es la ... portada del catálogo y nos permite ya intuir quién es el Chagall releído, reinterpretado, diríamos que actualizado, que quiere presentar esta cita.
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Chagall: la cara más guerrera de un gran pacifista
Natividad Pulido
Al parecer existió una versión temprana: «Siendo aún muy joven, en 1907 y 1908, pinté una serie de cuadros de tema trágico: 'La muerte', 'El hombre de la cabeza al revés'… ¿Será que Apollinaire, cuando calificó de «sobrenatural» mi arte, había visto en los cuadros de los años 1911-1914 cierto espíritu profético?» ('Mémoires', 2015). Un Chagall que se sabe profeta (pintará numerosos profetas, varios de ellos aquí exhibidos), oscuro, que prevé tragedias –vivió de cerca todas las del siglo XX– y que incluso en sus obras más optimistas y líricas –por ejemplo, sus innumerables cuadros de músicos y circos– estaría representando -anticipando, previniendo- el dolor del exilio, la persecución, la guerra, el exterminio.
Hacer cosas tan trágicas
Así, prosigue: «Me habría encantado comprender cómo un joven tan alegre y despreocupado como yo podría ser capaz de hacer cosas tan trágicas, como si hubiera predicho las fuerzas que se desencadenarían más adelante en el mundo. Los cuadros de mis contemporáneos no expresaban los mismos presagios. ¿Será verdad que en mi interior estaba fermentando el presentimiento del futuro mundo hitleriano, con todos sus sufrimientos?».
'Un grito de libertad', coproducida por tres instituciones –La Piscine-Musée d'Art et d'Industrie André-Diligent de Roubaix, donde se presentó, la Fundación Mapfre y el Musée National Marc Chagall de Niza, donde viajará este verano– se fundamenta en el trabajo de investigación que las comisarias llevaron a cabo en el Archivo Marc et Ida Chagall de París (aunque en honor a la verdad, todos los documentos que cita Ambre Gauthier, a la sazón directora del Archivo, en su texto, proceden de otros catálogos).
Y viene a reivindicar a un Chagall apesadumbrado y políticamente comprometido a lo largo de toda su trayectoria que contrasta con la imagen del artista bucólico, soñador, casi ingenuista, que se tiene de él: desde sus alusiones –eso sí, siempre alegóricas, veladas, disueltas en ese magma onírico que son sus cuadros– al exilio, hasta las representaciones de 'La paz' que ideó para las vidrieras de la ONU en 1964 y las de la capilla de los Cordeleros de Sarreburgo en 1974, pasando por las sorprendentes escenas de la Revolución Rusa ('Révolution', de 1934: Lenin boca abajo e incluso crucificado; las masas a la izquierda y los artistas y los amantes a la derecha) y sus numerosas pinturas de rabinos y otros temas religiosos, relacionados siempre con ese antisemitismo que le atormentó durante toda su vida.
Porque ciertamente Marc Chagall (Rusia, 1887-Saint-Paul-de-Vence, 1985) vivió los pogromos en Rusia durante su infancia y los consiguientes exilios; en 1919 fue depurado por Malévich (a quien había contratado, siendo Comisario de Bellas Artes, en el Instituto de Arte Popular de Vitebstk; entre los documentos aquí reunidos figura una carta corrosiva de Malévich en la que se reivindica una pintura que «se libera de su dependencia figurativa utilitaria […] para llegar a una causalidad propia»); en 1923 se trasladó a Berlín; en 1924, a París; logró huir del nazismo –que ya había calificado sus obras como «arte degenerado»– recalando esta vez en Nueva York, en 1941; en 1945 se le retira la nacionalidad francesa; fue insultado en prensa -'meteco'- cuando en 1959 se publicaron al fin las ilustraciones de las 'Fábulas' de La Fontaine que Vollard le había encargado en 1927; y finalmente se comprometió con el Estado de Israel, dedicó numerosos textos a la denuncia del antisemitismo y militó, junto a Bella, en varias organizaciones judías americanas.
La peripecia política, cultural y religiosa
Es pues esta peripecia, política, cultural y religiosa, la que las comisarias han rastreado –hay abundante documentación inédita en todas las salas- y nos invitan a seguir en los cuadros de Chagall. Un Chagall al que la historiografía clásica no presenta exactamente así. Francastel: «Lo más original, sin embargo, de esta obras es la fantasía absoluta con la que Chagall utiliza los objetos y los personajes que le propone su memoria para hacerlos entrar en un mundo imposible, ilógico, irreal; en su mundo»; Lassaigne: «No busca armonías, como Braque o Matisse, sino motivos decorativos donde, en los elementos que emanan de él, el artista no ve la necesidad de buscar concesiones o equilibrios».
Es decir, una crítica formalista (el propio Greemberg le considera el mejor aguafuertista y litógrafo del siglo después de Picasso) en la que Chagall aparece como un fabulador tan perdido en su mundo interior que sería un precursor del Surrealismo. Y, por eso, los amantes de la obra de este artista no quedarán decepcionados: todo lo expuesto aquí parece inédito, todo asombra, descoloca. Y perturba: es un Chagall oscuro, preocupado, activista, que no 'flota' como sus personajes, sino que pinta pegado al horror del mundo.
Marc Chagall
'Un grito de libertad'. Fundación Mapfre. Madrid. Pº de Recoletos, 23. Comisarias: Ambre Gauthier y Meret Meyer. Hasta el 5 de mayo. Cinco estrellas
Por lo demás, la exposición se organiza en torno a una serie de epígrafes que se corresponden con los ensayos reunidos en un catálogo, que ya es sin duda una obra de referencia: ''La Commedia dell'arte', una metáfora sociopolítica', dedicado a las obras de su primera etapa rusa; 'Identidades plurales, el artista migratorio'; 'Rusia, ese país que no es el mío'; 'La modernidad yidis, la vida en su desnudez'; 'No son tiempos proféticos'; 'A los artistas mártires' y 'Hacia la luz', capítulo final donde se incide en su activismo por la paz.
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