Del espíritu a la carne, Lucian Freud

Es cierto que todo artista que bate esta clase de récords (en 2015, ya fallecido, su 'Portrait on a White Cover' de 2002 superó otra marca en Sotheby's al venderse por 30 millones) propicia un legítimo debate sobre la importancia relativa de su obra y, desde luego, sobre el punto en el que se encuentra –desde una perspectiva evolutiva– el 'arte contemporáneo' (entiéndase, su moda).

De hecho, lo más interesante de esta exposición de Freud del Museo Thyssen en su centenario –de la que ya se hizo eco este suplemento cuando se presentó en Londres– y que tanto éxito está teniendo en Madrid es que al contraponerse las fascinantes pinturas de una etapa inicial expresionista (completa y abiertamente repleta de influencias) a una obra madura mucho más reiterativa y efectista (y cara), no se elude en absoluto ese debate: al contrario, se aviva la polémica y se incita a la crítica. Como está sucediendo.

Esto forma parte de las 'Nuevas perspectivas' que proponen los comisarios (y que han dado lugar a un catálogo definitivo, con trece ensayos, varios de ellos de artistas como Tracey Emin, David Dawson o Jutta Koether), tan interesados en destacar y documentar el amor absoluto de Freud por la tradición pictórica y los constantes homenajes a los maestros que hay en sus cuadros desde el principio –«Voy a la National Gallery como el que va al médico a pedir ayuda–, como en analizar su proceso creativo de un modo novedoso, es decir, centrándose en el taller, que es donde realizó la casi totalidad de sus retratos y en el modo en que elegía y 'torturaba' a sus modelos.

En suma, se relaciona «su personal reflexión sobre la pintura y su habilidad para imponer sus reglas a la realidad y llevar las cosas al extremo», como dice Paloma Alarcó, con el personaje tortuoso –dieciocho hijos reconocidos, 'affaires' con todas sus modelos...– de forma rigurosa y honesta a través de una excelente selección de obras de todas sus épocas.

Lucian Freud (Berlín, 1922 - Londres, 2011), se diga lo que se diga –y más allá de que la profundidad psicológica y la delicadeza de sus retratos tempranos contraste con la carnalidad radical de su obra más valorada–, pertenece a la larga estirpe de pintores que nos han confrontado con nuestra mortalidad (y la previa maceración de la carne) y lo hizo estableciendo vínculos sinceros con toda una galería de personajes (de la Reina al traficante); no aceptaba encargos y retrató a familiares y gente común buscando siempre violentar el canon de belleza moderno para recordarnos nuestra fragilidad y nuestra fealdad intrínsecas.

Lucian Freud

'Nuevas perspectivas'. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. Paseo del Prado, 8. Comisarios: Daniel F. Herrmann y Paloma Alarcó. Coorganiza: National Gallery. Hasta el 18 de junio

Todo ello gracias a su indudable sensibilidad a la luz, o sea, a su dominio del blanco. Blanco de plomo, blanco de Cremnitz, grumoso, eccematoso y purulento.