MÁS que palabras
Sandra Ollo, gusto por la hibridación literaria
Sandra Ollo se casó con Jaume Vallcorba, editor de la mítica Acantilado, en 2013, y solo un año después quedó viuda. Desde entonces continúa su labor

Quaderns Crema, desde 1979, para literatura en catalán. Y por añadidura Acantilado, desde 1999: un sello de altos vuelos en español, con su colección general, su serie de narrativa, sus cuadernos y su catálogo de bolsillo. Un clásico editorial, fundado por Jaume Vallcorba, ... el gran estudioso de las vanguardias, a cuyo departamento de edición se incorporó Sandra Ollo en el año 2008. Cuatro años después, en 2012, fue nombrada gerente. Se casó con el editor en 2013, y solo un año después quedó viuda… Desde entonces continúa la labor del que fuera su esposo con voluntad inquebrantable, como editora y directora general. Un ejemplo de superación.
Antes de todo eso, había querido estudiar Filología Hispánica e Inglesa para profundizar en la lingüística. Le fascinaba la sintaxis y la dimensión científica de la lengua. El análisis y la forma de las palabras. Pero no tardó mucho en dejarse seducir por la literatura. Encontró que era «un modo de llegar hasta lo más profundo del pensamiento del ser humano». Después de los volúmenes que leyó de la mano de su hermano mayor, lector voraz y polifacético, descubrió por ella misma, frisando los trece años, el magnetismo oculto en un libro tan aparentemente sencillo como 'Cuando Hitler robó el conejo rosa', de Judith Kerr. Y más tarde, sin saber muy bien por qué, a los dieciséis se sintió absolutamente cautivada por el Shakespeare de 'El sueño de una noche de verano'.
Ahora, dice, los niños ya no conocen en la escuela la mitad de las palabras de una novela de Delibes
Las colecciones de literatura universal, entonces, no sólo eran un adorno en las estanterías de las casas, sino una verdadera oportunidad para los jóvenes lectores. Se leían los libros uno tras otro, aunque no se terminaran de entender por completo. ¿Es necesario comprender todo lo que dice un libro para disfrutarlo? En absoluto. Ya llegará el tiempo de volverlo a leer e interpretarlo de otra manera. Ahora, dice, los niños ya no conocen en la escuela la mitad de las palabras de una novela de Delibes. Y sin embargo, ¿es posible que se le prive a un muchacho de quince o dieciséis años de descubrir el mundo a través de un libro como 'El camino'? No parece lo más adecuado.
Ahora que es miembro del Consejo Navarro de Cultura y del Real Patronato de la Biblioteca Nacional, Sandra Ollo recuerda que los principios del mundo de la edición los aprendió en su paso por la Cátedra Félix Huarte de Estética y Arte Contemporáneo de la Universidad de Navarra. Y al tiempo que compagina su labor como editora con nuevos estudios de literatura, arte y pensamiento, confiesa que nunca se consideró lo suficientemente talentosa como para dedicarse a escribir. O que definitivamente sacó mucho más provecho personal de ser una lectora exigente. Hay cosas a las que se las puede llamar libro, dice, solo de manera convencional, pero escribir, lo que se dice escribir, es una tarea difícil. Por eso admira tanto a los escritores.
«Relación gozosa»
A los muertos, que sigue leyendo porque están muy vivos en sus libros, y a los vivos a los que edita, aunque sean de carne y hueso y, en ocasiones, no se parezcan a sus obras. Aunque en otras las lleguen incluso a mejorar. Con los años, asegura, ha aprendido a distinguir a los autores para los que la literatura es una verdadera necesidad, de aquellos otros para los que escribir (y publicar) es simplemente una elección, por no decir un objetivo. Por suerte para ella, lo que más le gusta leer se parece mucho a lo que al final consigue editar. Y lo que más rabia le da es encontrar algo que le gusta mucho y que aparece publicado por otro sello editorial.
También con el paso del tiempo Sandra Ollo ha conseguido tener una «relación gozosa», en la inmensa mayoría de los casos, con sus autores. Sin forzar nada. Y «aprendiendo mucho». Qué suerte tener un trabajo, pongamos por ejemplo, que te permite conocer de cerca a una mujer «tan inteligente, de un nivel intelectual tan alto y de una mirada tan extraordinaria» como Svetlana Aleksievich, a la que Acantilado publicó 'El fin del homo sovieticus'. Novelistas, ensayistas, poetas… quizás con especial delectación los escritores de ese nuevo modelo de hibridación que rompe con los géneros clásicos: ensayos que se benefician del atractivo de la narración; novelas en las que irrumpe descaradamente el yo autobiográfico; voces poéticas que atraviesan un libro en prosa desde la primera hasta la última de sus páginas…
Un pasar los fuertes y fronteras perfectamente acorde con la propia fragmentación de los lectores. Y de la sociedad. Autores fascinantes para volver a consignar, una y otra vez, en un libro. Ese objeto físico que, desde la librería, ni siquiera hace falta abrir para saber que está con nosotros, que nos acompaña, que nos sostendrá cuando haga falta. Más, mucho más que palabras en tinta negra sobre el blanco del papel.
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