más que palabras

Jesús Egido, el reino de los libros fascinantes

Creó su propio sello editorial hace catorce años: Reino de Cordelia. La marca con la que ya ha superado las doscientas publicaciones

Carlos Aganzo

Editar los libros que a él le gustaría leer. Y que no encuentra en ninguna parte. Ni catalogados ni descatalogados. Y compartirlos con los lectores. Ése fue el anhelo que llevó a Jesús Egido (Ponferrada, León, 1959) a crear su propio sello editorial hace catorce ... años. Ya lo había hecho antes cuando lanzó, al lado de Juan Pedro Aparicio, la editorial Rey Lear, con la que llegó a publicar 170 títulos. Muerto el rey, decidió entregarle el trono a la hija que más había querido al difunto, y fundó el Reino de Cordelia: la marca con la que ya ha superado las doscientas publicaciones entre novelas, cómic, ensayos y libros de poemas.

Algo, o mucho de aquel ‘Ivanhoe’ que recuerda como su primer libro totémico pervive en Jesús Egido. Sin embargo, antes que los caballeros medievales le sedujeron los héroes del Oeste. En los tiempos de la televisión con horario de cierre y apertura, los tebeos eran el refugio de los niños soñadores. De Mortadelo y Filemón pasó a Spirou y Fantasio. Y a Tarzán, Lucky Luke y Roy Rogers. Y de ahí a los libros del Círculo de Lectores. Un vicio que le fue ganando, a pesar de las reprimendas de su padre, que temía (como así fue) que aquellas lecturas de turbio en turbio le distrajeran de sus estudios. Leyendo a Kipling con una linterna le sorprendieron cierto día debajo de la cama. Y hubo admonición.

Su padre temía que aquellas lecturas de turbio en turbio le distrajeran de sus estudios

Con catorce años supo hasta dónde se puede meter un libro en el alma. Era la Semana Santa de León y él leía 'Drácula'. Cuando pasaron a su lado los hermanos de la Ronda, salió escopetado hasta la estación. Y no cogió un tren de milagro. Mucho más tarde se dio el lujo de reeditar la novela de Bram Stoker. Y qué cosas, dice: lo moderna que puede resultar una obra como ‘Drácula’, con un argumento tan atávico como el de los vampiros, y lo atávica que puede parecer una obra como ‘Frankenstein’, a pesar de lo moderno de su argumento, para la época.

No es de extrañar, así, que Jesús Egido se estrenara como poeta juvenil, premiado por el mismísimo Gamoneda. Ni que al final, fuera por su pasión lectora o por la imagen de su abuelo, siempre leyendo el ‘Heraldo de Aragón’, decidiera estudiar Periodismo en Madrid. Los premios literarios se los gastó en gambas. Y en una máquina de escribir portátil. Pero cuando se quiso dar cuenta ya estaba haciendo prácticas en ‘Diario de León’.

Movida literaria

Con 28 años Julián Lago le llamó para ser director adjunto de ‘La Crónica de León’, y más tarde fue redactor jefe de ‘Tribuna’ y ‘Diario 16’, y director del semanario ‘Madrid económico’. Trabajos y días que se fueron fundiendo en el crisol de aquellos años de fulgor. En los ochenta, recuerda el editor de Reino de Cordelia, por encima de la célebre Movida madrileña hubo otra movida literaria muy superior al cliché del Kaka de Luxe. Movimientos convulsivos. Los sueños se desinflaron cuando llegó un señor que se llamaba Solchaga y aseguró que uno se podía hacer rico, incluso muy rico, sin necesidad de leerse un libro. La Universidad, que hasta entonces había sido el motor del acelerón cultural, no supo qué decir. Y a los colegios llegaron esos «seres vampíricos» que hoy conocemos como «pedagogos». El principio del fin.

Fue a partir de ahí cuando Jesús Egido decidió salvarse leyendo, como había hecho en su infancia. Desde entonces, su obsesión ha sido editar libros muy cuidados en fondo y forma. Desde el cosido de sus páginas hasta las letras elegantes de sus textos, pasando por la nobleza del papel y el atractivo de las cubiertas. Un estilo, el de Reino de Cordelia, en el que junto a la calidad del texto resulta también imprescindible la aportación de las ilustraciones. Federico del Barrio, Javier de Juan, Fer, Carmen García Iglesias, Pedro Arjona… son solo algunos de los artistas de referencia para el editor.

Faltan lectores

Ahora, recién llegado de la Feria de Fráncfort, está seguro de que sus libros, los libros, tienen por delante un gran futuro. Hace 15 años, recuerda, la gran feria europea apostaba por el ‘e-book’ frente al libro de papel. Ahora, dice, el fervor digital se ha pasado. Pero el problema no es el futuro del papel. El problema, asegura, es que a los españoles nos falta muchísimo para tomarnos tan en serio el mundo del libro como a los alemanes, los franceses, los belgas o los italianos. Por no decir los polacos, los húngaros o los checos. Aquí faltan lectores. Y falta implicación política con el libro. No solo deberíamos ser campeones del mundo en trenes de alta velocidad, ni en prestaciones sociales. También deberíamos serlo en cultura. ¿Misión imposible? No. Solo hay que hacer una cosa: «leer más y mejor». Pues eso.

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